¡¡ Que no, que no !!

Que no nos la coláis, vaya, que no. Como quiera que os pongáis, se os ve el plumero por todos los sitios. Hablamos, claro, de los accidentes laborales y de esos 1.104 obreros mortalmente caídos en el tajo durante el año 2002. Se imaginan ustedes a siete muertos diarios por terrorismo durante un año. ¿Cuál sería el tono de la maquinaria mediática? Pero, bueno, son obreros, y mueren, que es lo suyo, así que: lamentarlo, un octavo de página muy interior, en medios escritos, tres cuartos de minuto escasos de frase, en los hablados, así, al desgaire, como quien no quiere la cosa, y pelillos a la mar. Pero se dice, qué caray, ¡para algo somos una democracia!. También se dice que dedicamos menos que nadie a la investigación; que disfrutamos de una precariedad y temporalidad laboral tres veces superior a la europea; que estamos a la cola de Europa en el nivel de salarios... Todo eso se dice, demonios. Bueno, entre dientes. Se musita, se susurra. Pero sólo para que no se escandalice el personal. Porque, ya se sabe, si la antiespaña...Aunque no debemos levantar mucho la voz, porque siempre las cosas pueden ir peor. ¡Nada hay que no sea empeorable! Y, si el año 2002 empeoró la estadística del 2001 en el 8,1% de los "accidentes" laborales mortales , no sabemos lo que el 2003 será capaz de hacer...

La cosa clama al cielo. Pero irritan mucho más las explicaciones en que se escudan las piezas del sistema, desde los empresarios y la Administración hasta los sindicatos que, desde sus cómodos comités de empresa y desde su bien alimentada burocracia, constituyen una pieza más del mismo.

Para unos, la culpa es del trabajador, torpe como es, inconsciente, imprudente, desobediente, descuidado...Para otros, sí, pero tampoco las empresas cumplen ni hacen cumplir las reglas de seguridad...Así que, de una en otra, a la vista de que el escándalo vence todas las murallas de sordina con que lo quieren banalizar, Gobierno, Patronal y Sindicatos llegaron, al final del 2002, al salvífico acuerdo de implantar el sistema bonus, malus, que distinguirá, con premios, entre buenas y malas empresas desde el punto de vista de la siniestralidad y del que todas ellas, sin ninguna duda, saldrán ganando, porque, como el culpable es el trabajador... La otra parte de ese gran acuerdo es "la modernización de las mutuas", que son las que entienden de los accidentes, no de los pre-accidentes y de las que se solicita ahora que sean más estrictas a la hora de calificar un accidente y su valoración, o sea, que restrinjan las concesiones de baja, que limiten los plazos, que nieguen o escatimen las indemnizaciones...¡Una perla! Y los "sindicatos", agustico, porque antes no estaban en esta bicoca y ya lo están.

¿Quién es, entonces, el asesino de todas esas muertes? Léase una nómina del abundante 80% de los asalariados y se empezará a tener un poco de luz. Sobre el salario base según categoría profesional, absolutamente insuficiente como mínimo vital, se añaden en ella una serie de pluses o primas, condicionadas todas ellas en cada capítulo: regularidad, productividad, celo, peligrosidad, horas extraordinarias, destajos, tareas especiales...Cada una de estas condiciones primadas, sin las cuales el trabajador no alcanza el mínimo vital de subsistencia, exigen del trabajador una especial tensión y esfuerzo supletorio que se traducen en gasto excepcional del ácido pirúvico que se consume en todo acto de fuerza, con la producción de fatiga sobreañadida, lo que favorece la desatención de cualquier otra instancia o acicate, incluido el instinto de conservación. Añádanse a esto todas las negatividades del trabajo basura y precario - que, además, es el que el capitalismo moderno está tratando de imponer a todo o a la mayor parte del panorama laboral -, y se terminará de completar el cuadro que da la clave del asesino de todas esas muertes laborales.

Una persona trabaja 15 días en hostelería, lo echan. Obtiene tajo en construcción, a los tres meses lo despiden. Le hacen un contrato de un mes en servicios, luego pasa tres semanas en comercio... y así sucesivamente. Su vida laboral transcurre en una permanente interinidad, sin antigüedad, sin derechos. Accede a los trabajos, meteóricamente, sin conocerlos. No sabe, en realidad, dónde se encuentra, no sabe calibrar las situaciones, y, por otro lado, está acuciado por la necesidad de obtener con esfuerzo supletorio los pluses condicionados que la empresa le plantea... Consideren ustedes todo esto y estén, muy probablemente, seguros de hallarse en presencia de una muerte anunciada.

Esta y no otra es la realidad de la cuestión. es una situación más de las heredadas del franquismo, y, si alguno quiere seguir poniendo en duda la relación continuista del actual régimen con el anterior, aquí tienen un dato más que añadir a la lista. Todo el secreto está en la estructura del salario y su relación con las necesidades vitales del trabajador. Lo saben ellos muy bien, los tres, el Gobierno, la Patronal y los Sindicatos que intervienen en la definición de los salarios. Por eso da verdadera grima, por no decir verdadero asco, leer las jeremiadas de artículos como el que leemos en EL PAÍS (06-03-03), a cargo de un secretario confederal de CCOO, que, para más inri, lo es de Salud Laboral. Mejor lo hubiera hecho un patrono. Daría menos asco.

Redacción

Arriba lucha antifascista