Entre el ejército y la pared

 

Cuando una persona escucha que el Estado español gasta cada día más de 6.000 millones de pesetas en guerra se queda sorprendida ante las posibilidades de ese gasto en salud, educación o pensiones. El problema es que al año siguiente aumenta y al otro también, y entonces las posibilidades de gastos sociales también aumentan (actualmente se sitúa en 38 millones de euros, 3.000 millones en todo el mundo).

Luego otra persona lee que, según la ONU, con menos de lo que los militares se gastan en nueve días se pueden cubrir las necesidades de alimentación, sanidad y enseñanza básicas de todos los habitantes del planeta.

Con motivo del fin de la mili se oye de hablar de indultos o incluso indemnizaciones a insumisos 8cosa graciosa que ninguno de ellos ha reclamado), pero no llegan las demandas del movimiento antimilitarista: la total abolición de los ejércitos. La insumisión ha logrado muchos avances en cuestiones como la participación política y la relación entre Estado e individuo, además de cuestionar el tan invocado Estado de derecho. Uno de los principales logros ha sido recuperar esa cosa llamada desobediencia civil y llevarla a la calle y a cuarteles, parlamentos, tribunales e incluso cárceles (hoy en día hay siete insumios presos).

La insumisión no sólo pretendió acabar con la mili, Y tampoco sólo pretende eliminar los ejércitos y su manera de resolver los conflictos. El objetivo es luchar por una sociedad en que los conceptos de seguridad y defensa se entiendan de otra forma. ¿Cómo? Pues la seguridad se consigue satisfaciendo las necesidades básicas de las personas (comida, salud, vivienda, educación) y cualquier estructura de defensa habría de ir destinada a preservar ese bienestar de los elementos que las amenazan.

Quizá por eso resulte una contradicción que en el Estado español más de la mitad (54%) del dinero público que se dedica a investigación va dirigido a aumentar la eficacia del armamento y barbaridades similares. Mientras, el presupuesto sanitario para investigación es tres veces menor.

Pero en el tema de los insumisos, la gente debe encontrarse entre el desconcierto que supone ver ahora cómo unos se echan la culpa a otros y todos se atribuyen el mérito del fin de la mili. Entre ellos también estados los insumisos que, además de asegurar que hemos acabado con la mili, afirmamos que hemos propiciado un cambia en la mentalidad de la sociedad que ahora rechaza el ejército profesional. Hay que tener en cuenta que los 0,4 aspirantes por plaza ofertada en el ejército profesional son ridículos en comparación con cualquier otra oferta pública de empleo.

Recordamos que siguen vigentes los motivos que nos llevaron a declararnos insumisos, que van más allá del fin de la mili. Es por eso que nos parece vergonzoso que haya gente que se burla de los insumisos sacando a debate el tema de los indultos, y, más humillante todavía, el de las indemnizaciones. ¿Por qué no salió hace doce años el debate sobre si queremos ejércitos o no? De ese tema el Estado no se ha preocupado y las consecuencias (la represión a insumisos) ahora le molestan.

Los 30.000 insumisos declarados en estos años han sido tratados como criminales y se han visto encerrados en una espiral de represión que ha encarcelado a más de un millar de personas y donde continúan al menos siete. Hay demasiada gente que se ha jugado muchos años de su vida (y se los sigue jugando), su futuro, su trabajo, sus relaciones con la familia luchando por unas ideas que no han muerto con el fin de la mili, sino que se han reafirmado.

Asamblea de Insumisos de Barcelona

Extraído de Vocero Disidente nº28Arriba lucha antifascista