R.D.Congo: un genocidio silenciado

Cristóbal Moya Martínez

Jose Miguel PEREZ Hernandez (Jose Miguel)La zona de los Grandes Lagos se ha convertido desde 1994 en uno de los enclaves geográficos en donde los jinetes del apocalipsis parecen haber encontrado el terreno abonado para sus idas y venidas, sus dardos y sus aventuras. Sin detenernos mucho en la situación sufrida pos Ruanda durante los nefastos días del genocidio, que directamente se cobró la vida de alrededor de 800.000 personas y que, en fechas posteriores, habría de hacer "desaparecer" a cerca de un millón y medio de refugiados en el antiguo Zaire (hoy República Democrática del Congo), sí que es necesario reconocerla en toda su extensión como causa que explica en parte la guerra desencadenada en la R.D.Congo tras la caída del régimen patrimonial de Mobutu y la autoproclamación de Laurent Desirée Kabila como nuevo presidente del país.

Al poco tiempo de la llegada de L.D. Kabila al poder, allá por el 1997, se inició una guerra de tremendas dimensiones cuando todo apuntaba a que aquel país, destrozado tras sufrir durante años un régimen basado en la represión sistemática y la cleptocracia, encontraría, por fin, una senda algo más amable y más justa en cuanto a posibilidades democráticas y sociales. Pero nunca fue así. Las alianzas establecidas durante el proceso de Liberación, que habría de expulsar a Mobutu de su trono, pronto se volvieron contra el propio Kabila, cuando éste, tal vez incitado por el malestar del propio pueblo congoleño (que veía en ugandeses, ruandeses y burundeses una nueva forma de dominación y control extranjeros más que una suerte de colaboradores y/o salvadores, sobre todo tanto en cuanto éstos extranjeros se estaban erigiendo paulatinamente en los principales gestores y operadores de la economía - y de la política - congoleña) decidió prescindir de los servicios de sus aliados. En este momento, tales aliados se vuelven contra Kabila y solamente la intervención de, entre otros países, Angola y Zimbabwe logrará salvar in extremis el régimen de Kabila tras una audaz operación bélica orquestada por Ruanda y Uganda que les puso a las puertas mismas de Kinshasa.

A partir de ese momento, la República Democrática del Congo entrará en una suerte de orgía bélica que va a alargarse hasta la fecha de hoy prácticamente y que tendrá como consecuencia directa e indirecta la escalofriante cifra de tres millones de muertos en un período que no abarca más allá de cuatro o cinco años, cifra esta a la que no añadimos los cientos de miles de refugiados hutus masacrados y "desaparecidos" en dicho país, cuyos ejecutores principales fueron la AFDL del propio Laurent Desirée Kabila y las tropas regulares de Ruanda y de Uganda, disfrazadas más o menos de movimientos insurgentes antimobutistas.

Ciertamente, los organismos internacionales, con la ONU a la cabeza, han intentado mediar en el conflicto procurando foros de encuentro y de pacificación -Arusha, Lusaka -, pero que han fructificado de manera muy tenue, pues no han recibido el necesario soporte de las principales potencias, lo cual ha venido poniendo de manifiesto, sistemáticamente, la doble moral y el papel activo y pasivo que en tal conflicto están jugando países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia o la propia Bélgica... Y es que la riqueza de un pueblo puede tornarse fácilmente en su frustración y en su miseria. Así lo reconoce la propia ONU en un informe emitido sobre el robo y la expoliación sufridos por la R.D.Congo en cuanto a sus recursos mineros, recursos fáciles y sin control que en los mercados especulativos de Europa y de América se convierten fácilmente en cifras astronómicas, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata, entre otros, del diamante industrial, del coltán o del europio y thonio que son básicos para las industrias tecnológicas puntas como telecomunicaciones y aeronáutica.

Pero, en fin, lo que nos interesa, fundamentalmente, es poner de relieve el hecho de que el momento histórico actual, el que pisamos, el que respiramos, está asistiendo, en silencio casi y casi sin apercibirse, a uno de los mayores genocidios sufridos por un pueblo en este caso el pueblo congolés, que, desde el comienzo del estallido del conflicto en 1997, ha sufrido en sus carnes la terrible pérdida de casi tres millones y medio de personas (algunas cifras elevan el número a 3.750.000 personas), según los últimos datos, entre muertes directas e indirectas, sin olvidar que, en cualquier conflicto bélico, la mitad de las víctimas son niños y niñas. La cifra es simplemente escalofriante y, por ello mismo, nos sorprende el hecho de que tal conflicto se haya dimensionado tan a la baja por los principales medias que pareciera no existir en absoluto, hasta tal punto que no forma parte de foro alguno de discusión que se precie. De hecho, tras la erupción del volcán Nyarangongo, hace apenas unas semanas, en el este del país, ningún medio se ha preguntado por qué los habitantes de la sepultada Goma se negaron en su mayoría a refugiarse en la vecina Ruanda, permaneciendo en los alrededores de Goma a pesar del extremo peligro que corrían. La respuesta es fácil, pero no se quiso dar: el este de la R.D.Congo lleva años ocupado por las tropas ruandesas y ugandesas, que vienen expoliando sistemáticamente las riquezas de esa región en beneficio de ellos mismos y de países como Estados Unidos, Inglaterra o Sudáfrica, a la vez que han sometido a toda esa población a la esclavitud más absoluta.

Desde nuestro punto de vista, este conflicto tardará tiempo en solucionarse pues muchos son los factores que intervienen en el mismo y muchas las responsabilidades a depurar, sobre todo en lo que respecta a los organismos internacionales que, a lo largo de todo este conflicto, han evidenciado dos fallas tremendas a nuestro entender: una medida de doble rasero y la incapacidad de imponer medidas drásticas de resolución de conflictos a causa de intereses particulares de países concretos que no escapan a un mínimo análisis. Y, por último, añadiremos que, salvo honrosas excepciones, los principales medias o bien han venido soslayando el conflicto casi desde su inicio o bien lo han desvirtuado mediante lecturas fragmentarias e irreales.Arriba lucha antifascista