Barbudos libertarios

Juanjo Garfia

Las gentes de la CNT han surgido intermitentemente en mi vida. La primera vez que tuve noticias de ellos fue por culpa (¿o gracias?) al amor. Al amor platónico se entiende, pues solo tal puede haber entre un chico de 10 años y la inalcanzable preciosidad de tres o cuatro cursos más adelante.

Sabía donde vivía María Ángeles y me hacía el encontradizo, aunque lo cierto es que literalmente acampaba a la puerta de su casa. Tantas horas de espera me hicieron más conocido y querido, por la gente del local que había allí abajo que por ella misma. Ellos, los barbudos de la CNT, sabían de mi amor secreto y me saludaban cariñosamente, casi con pena, más expertos en las lides de la vida conocían sobradamente los sufrimientos del amor. Éste no llegó, lógico, pero el recuerdo que van creando los movimientos subrepticios, ya conocidos por vivirlos en mi propia casa desde niño, de aquellos tipos, que vivían momentos de lucha social contra el fascismo franquista, persistió en mí.

Otra vez, tendría una experiencia cercana a los barbudos libertarios. Luis era nuestro profesor de matemáticas. Le teníamos bastante "gato"y de él poco sabíamos salvo que tenía mala hostia, lo que demostraba a menudo lanzando el tocho de llaves que siempre llevaba a la cabeza de algún alumno. Durante unos días fue sustituido, por enfermedad dijeron. La enfermedad era muy típica en aquellos tiempos (y no lo es menos ahora). Los fachas habían secuestrado a Luis. Dentro de un coche le apalearon, le apagaron cigarrillos en el pecho, en la barba... Supimos que ser de la CNT había sido suficiente motivo para aquella agresión. Muchas preguntas nos hicimos entonces, pero los jóvenes suelen tener otras preocupaciones y el tiempo hizo que el rojinegro se asociase más a los movimientos del primer tercio de s.XX que a la realidad presente.

Mil vueltas ha dado mi azarosa vida. Cerca de 18 años los llevo en prisión, por ser un rebelde que no calla, que resiste, que no traga, por ser, a mi forma, un imberbe barbudo libertario. Ahora, de nuevo, después de tanto tiempo, una tercera vez se han cruzado las gentes de CNT en mi trayectoria. Mi familia se fue a vivir a Granada y comenzamos la lucha para ser trasladado allí y así poder vernos regularmente. Como quiera que el actual sistema político está regido por los herederos franquistas, es lógico pensar y sencillo constatar que la penitenciaria no es una institución para solucionar problemas sociales sino para reprimirlos, y no en su origen, sino, hipócritamente, en su final, materializándose la represión en la persona del delincuente, del desadaptado, del enfermo, del rebelde social, del insumiso, del analfabeto, del débil. Nuestra lucha ha sido y continúa siendo muy dura, porque los métodos del poderoso no son sino instrumentos de destrucción, y ante ella uno sólo puede sentir su soledad.

Mi compañera pasó un día por los locales sindicales de Granada, allí se encontró con la gente de la CNT y otra vez los trajo a mi vida. "De verdad, cariño, que al menos ahora me siento apoyada y acompañada. Seguimos estando lejos, pero la lucha es menos triste con estas buenas gentes arropándonos", decía la carta de mi compañera. Sólo que ahora ya no eran los barbudos libertarios quienes ocupaban el espacio sindical, ahora había muchas gentes allí: niños que iban con sus padres, alguno con sus abuelos, jóvenes estudiantes, barbudos también, ¿por qué no? Tod@s libertarios. Gracias, mi amor, por traérmelos otra vez a mi vida, gracias a todos vosotros por quedaros en ella.Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!