¿Consumidores o productores?

Beltrán Roca

Este texto es una respuesta al artículo publicado en este mismo periódico el mes de octubre-noviembre de 2001, el artículo se titulaba El consumo como praxis política y su autor firmaba como Druso Surtupa. Dicho artículo venía a decir que se acabaron aquellos tiempos en los que el proletariado podría haber acabado con la explotación que sufría por medio del sindicalismo. Todo ello gracias a los procesos de terciarización y robotización, al paro, a la burocratización de los sindicatos, etc. Propone como alternativa revolucionaria actuar como consumidores, el "consumidor político" vendría a sustituir la "proletariado sindicado". Este planteamiento parte de la premisa de que como consumidores conscientes debemos consumir aquellos productos que ofrezcan unas condiciones dignas a los trabajadores, todo ello encaminado hacia la consecución de una sociedad más justa.

La postura de Druso coincide con la de diversos autores que sostienen que nos encontramos en una sociedad post-industrial o postmoderna. Estos autores señalan que el trabajo (o la producción) ya no es la principal actividad que configura la vida social, ese espacio está ocupado actualmente por el consumo. Si bien es cierto que el consumo ha cobrado importancia en las últimas décadas -llegando al extremo de formar parte de nuestra personalidad o de ser considerado como una actividad lúdica- creo que este planteamiento es falso. La mayor parte de nuestra vida la pasamos trabajando, el trabajo nos confiere auto-identidad, mediante el trabajo mantenemos relaciones sociales, la ausencia de trabajo (el desempleo) origina grandes trastornos psicológicos, el trabajo nos aporta los bienes necesarios para subsistir, el trabajo determina los tiempos sociales –por ejemplo, trabajo de ocho a tres, por la tarde descanso, ceno y me acuesto- etc. A la vista está que el trabajo continua siendo la principal actividad de nuestras vidas. Con esto no estoy sobreestimando al trabajo, el ethos del trabajo es algo cultural: en la Grecia clásica lo veían como algo degradante que debían hacer los esclavos, mientras que los puritanos protestantes lo dignificaban; no voy a entrar en si es bueno o malo, tan solo afirmo que es la actividad más importante de nuestras vidas.

La premisa de Druso de que los trabajadores más aventajados consumirán aquel producto cuyo empresario ofrezca mejores condiciones laborales a sus empleados es falsa. Se contradice con el viejo principio libertario de la "acción directa", principio que no tomamos como un dogma de fe sino que la vida cotidiana demuestra que es la única manera de lograr algo de justicia. No podemos poner en manos de los trabajadores aventajados el futuro de los desfavorecidos, son los desfavorecidos los que deben y pueden salir del hoyo en que se encuentran. Además debemos tener en cuenta que la mayor parte de las clases dominadas no pueden elegir qué bienes consumir, se deben contentar con los bienes más accesibles (que suelen ser bienes sustitutivos más baratos de los que consume la clase dominante).

Por otro lado, no veo una estrategia de Revolución mediante el consumo, cosa que el sindicalismo revolucionario tiene más o menos claramente esbozado, aunque quizás debiera adaptarse a las nuevas circunstancias socio-económicas como la subcontratación, el desempleo, etc, pero manteniendo siempre su principio de acción directa anti-electoralista hasta sus últimas consecuencias. El anarcosindicalismo aboga por conseguir ventajas parciales en el terreno laboral, lo que hará fuerte a la organización y capaz al conjunto de la sociedad, de cara a la Huelga General Revolucionaria. La revolución libertaria implica necesariamente –que no únicamente- la expropiación de los medios de producción, cosa que no se podrá realizar mediante el consumo consciente.

El consumo consciente está bien como medida complementaria de presión en determinadas circunstancias (despidos, explotación, ...) aunque es muy difícil que de resultados pues requieren una implicación masiva, pero nunca podrá ser sustituto de la actividad sindical. Hoy más que nunca el anarcosindicalismo sigue estando vigente y debe reunir a ese sector social que cada vez está más difuminado y diversificado, como son los trabajadores, para actuar en coordinación con los demás sujetos de las clases dominadas (que no son propiamente trabajadores por mucho que nos empeñemos), como son los estudiantes, las amas de casa, los excluidos, los parados, ..., para luchar en pro de una sociedad más justa y libre para todas y para todos.