EDITORIAL

CONTRA LA GLOBALIZACIÓN,

INTERNACIONALISMO PROLETARIO

Redacción
 

La sustitución, desde los años 70, de la formulación "imperialismo económico" por la de "globalización económica", o simplemente "globalización" es significativa de que, naciendo negativamente la primera de un análisis anticapitalista del fenómeno, con la segunda, el propio capitalismo intenta dar una versión positiva, pretendiendo mostrar la racionalidad del mismo. De la primera, se desprende que el capitalismo se expande para plasmar su dominio en forma absoluta y planetaria. De la segunda, en cambio, se desprende que la mundialización de la economía es la única forma de evitar las guerras por las conquistas de los mercados y de satisfacer las necesidades de los habitantes del globo. Y, ante sendas formulaciones, se levantan los hechos: "sociedad del bienestar y ayuda al Tercer Mundo", dice el capitalismo. "Explotación, corrupción, depredación y salteamiento", dice el bando contrario. Por otro lado, es digno de notarse que las racionalizaciones globalizadoras del capitalismo arrancan de los años 70, cuando ya la nueva estrategia neocapitalista lleva 25 años de funcionamiento, y cuando , después de haber saltado a la palestra el mayo francés del 68 y los otoños calientes de la Italia de los 70s, el sistema capitalista pretende haberse cargado de razón con el surgimiento de la perestroika, en el 87, y con la caída del Muro de Berlín, en el 89.

 

Valga un poco todo este preámbulo para matizar que a los movimientos de resistencia antiglobalizadora hay que ir provistos de un bagaje analítico que dé plena claridad sobre la significación del contenido de lo que dio en llamarse "tercera vía del capitalismo", dentro del fenómeno histórico que, desde hace dos siglos, viene constituyendo el movimiento capitalista. Se impone, por lo tanto, la necesidad de saber con entera claridad, y no olvidar nunca, que, desde el primitivo capitán de industria y la ley de bronce hasta el capitalismo transnacional, de accionariado anónimo, de "cogestión" y de sociedad de consumo, no hay más que un sistema que se mantiene inalterable en la esencia y que cambia sólo en las variadas formas que esa misma esencia va exigiendo en cada momento. Se impone estar atentos para que los árboles no nos impidan ver el bosque , ni la consideración del bosque nos impida ver el árbol. Lo que quiere decir que hemos de estar vacunados contra el deslumbramiento que pueda producir en nosotros una determinada presentación de las formas. Sabiendo que el capitalismo es, siempre y en cada caso, beneficio del empresario; que es desarrollo y movimiento necesarios, y que cualquier tipo de detención en ese proceso es mortal de necesidad para él, podremos comprender, sin que nuestro juicio de fondo se altere, las variaciones formales que el capitalismo va asumiendo, y cómo, en la liza de la competencia, van sucumbiendo o siendo arrumbados el pequeño y el mediano capitalista (adscritos por necesidad a la etapa nacional del desarrollo del fenómeno) ante el empuje despiadado del gran capitalismo transnacional. Y podremos comprender igualmente cómo, al ser la política, para los tiempos modernos, la sombra que el capitalismo va proyectando en su desarrollo, en la medida en que los capitalismos nacionales pierden importancia, van perdiendo también capacidad de decisión los estados nacionales en que se encuadran. La misma ley que promueve los trusts es la que, indefectiblemente, empuja al capitalismo a la concentración planetaria , acompañada, en razón del obligado reflejo político de lo económico, de una gobernación a partir de instituciones universales, que presuponen siempre la existencia de personajes prepotentes, más o menos en la sombra. Se trata de un proceso que el capitalismo lleva recorrido casi en los dos tercios de su totalidad. Todos los humanos experimentamos en una forma u otra los efectos de ese proceso, y , desgraciadamente, sólo una minoría es consciente de la enorme lacra que representaría su culminación. Nosotros, anarcosindicalistas, nos encontramos dentro de esa minoría, de ahí nuestra lucha global anticapitalista.

 

Pero también están en la antiglobalización empresas capitalistas pequeñas, medias o de relativa entidad que pretenden mantener su coto nacional de explotación sobre sus trabajadores nacionales o inmigrantes. Lo están también los que, en diferentes grados, disponen de cotas de poder nacional, al ver peligrar su influencia y su capacidad de dominio ante la pérdida de capacidad de decisión de los estados. Y, junto con ellos, intervienen igualmente en el movimiento antiglobalizador toda una caterva político-sindical de elementos saprofitos y parasitarios que pululan en los ámbitos de privilegio de los estados nacionales. No se trata, pues, para las mentes conscientes y revolucionarias de sustituir el neoliberalismo por el neokeynesianismo, sino de eliminar a ambos en una organización económica autogestiva de carácter internacionalista proletario, ni tampoco de evitar el gobierno mundial a favor de una perpetuación del gobierno de los estados nacionales, sino de superar ambas formas de cáncer político-social por una federación universal de pueblos decidida libremente desde las últimas células municipales autogestionadas.

 

Esa necesidad de presencia coherente y consciente en el movimiento antiglobalizador es la que tiene que dar la medida de nuestra diferencia con otras versiones anticapitalistas que, en lo económico, propugnan el capitalismo de Estado, y , en lo político, la llamada "dictadura del proletariado".

Debemos, pues, estar claros sobre el cómo, el por qué, con quién, hasta dónde y, sobre todo, saber que no se puede ir a la antiglobalización de la mano del ministro Pasqua, ni hacerse financiar por la empresa Roquefort o cualquier otra.

No perder, pues, de vista el lema del XXI Congreso de nuestra AIT:

 

¡CONTRA LA GLOBALIZACIÓN CAPITALISTA, INTERNACIONALISMO PROLETARIO!