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n°303 julio 2004
Sindical-laboral
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División sexual del trabajo, la doble jorna-
da y ética del cuidado
La creciente feminización de la oferta de tra-
bajo, y pese a que existe una contradicción
laboral que se traduce en cifras que supera en
el doble la tasa de paro respecto al hombre,
hace que todavía hablemos de división sexual
del trabajo, en función de oferta y demanda.
Existen los trabajos específicos para mujeres y
los trabajos específicos para hombres, aunque
los gobiernos con políticas de salón "demo-
cráticas" expongan como paradigma de la mo-
dernidad y de la igualdad de géneros: la
integración igual en numero de mujeres y de
hombres para los ministerios.
Dentro del estado que se nos presenta, "de
derecho", sabemos que tener todo un sistema
de prestaciones públicas que requieren de pre-
vias y continuadas cotizaciones, cuando el em-
pleo es tan inseguro, tan precario, ya no sirve
para garantizar el falso bienestar social. Es este
mismo el que nunca ha servido para garanti-
zar el bienestar de las mujeres, que nunca ha
reconocido sus trabajos, que las han relegado
siempre a derechos derivados y no contributi-
vos, peores en cualidad y cuantía que los
directos y contributivos (los que mayoritaria-
mente recibían los hombres), siempre se ha
ejercido un esfuerzo por parte de una estruc-
tura patriarcal por realizar un lavado de manos
que dejaba que la verdadera responsabilidad
en el cuidado de la vida recayera en los traba-
jos no valorados -gratuitos- o mal valorados -
las mujeres como empleadas del sector público
con cualificaciones no reconocidas-.
El modelo fordista de familia totalmente fun-
cional para el mercado en este contexto supo-
nía la existencia de un cabeza de familia,
trabajador asalariado con disponibilidad total
para el mercado laboral y único proveedor de in-
gresos monetarios, y suponía también que este
santo varón protagonista estaba acompañado
por una mujer esclava dedicada en cuerpo y
alma al trabajo doméstico y al cuidado familiar
(y extra-familiar). Tarea: atender a los hombres-
fuerza de trabajo y a todas aquellas personas de
su entorno que lo necesitaran. Un enorme es-
fuerzo invisible y gratuito de las mujeres.
La independencia económica, pues, se haría
necesaria para posibilitar la autonomía y la ca-
pacidad de decisión de las mujeres sobre su pro-
pia vida, pero un empleo era algo que iba a limitar
el tiempo y la dedicación que requería la tradi-
cional profesión de las mujeres: "sus labores".
Además también había que cuidar a hijos/as,
enfermos/as y ancianos/as. Todo ello bajo una
latente nube de culpabilidad ante esta trilogía.
Y qué decir de las instituciones, las ayudas
a la mujer trabajadora: pues que fueron y son
escasas y su lógica es facilitar que, ante las
empresas, nos parezcamos lo más posible a los
hombres (a su forma de vida, a su disponibi-
lidad) para que no te discriminen por ser mu-
jer, y tu jornada ha de estar determinada
exclusivamente por las exigencias organizati-
vas de la empresa.
Por ello desde la invisibilidad las mujeres lu-
chamos contra el papel social que se nos ha
asignado y queremos inventar nuestras vidas.
Pero esta lucha está suponiendo fuertes ten-
siones en las relaciones de poder intra fami-
liares y con una gran resistencia masculina, que
se traduce en una gran violencia tanto do-
méstica como pública, que hemos de comba-
tir sin colaboración social en lo que se refiere
a leyes proteccionistas que defienden al po-
deroso (al hombre) y que no vehiculan ni com-
baten el terrorismo patriarcal al que la mujer
se enfrenta cada día.
Precariedad laboral femenina y mercados
globalizados
Otro aspecto muy importante que tenemos que
denunciar como mujeres trabajadoras preca-
rias es cómo opera esta agresión a la mujer
trabajadora en los mercados globalizados. En
estos tiempos hay que expandir la mente ha-
cia pensamientos globales, que nos proyecten
a la injusticia y la explotación, desde la pers-
pectiva propia y cercana, hasta la de las mu-
jeres hermanas de otros países, de otros
continentes, porque la explotación, la injusti-
cia y la miseria no conoce fronteras, porque la
pertenencia a un país postindustrial no es sal-
vaguarda del contagio de la pobreza, la exclu-
sión, las horas de trabajo que te van matando
lenta y paulatinamente, los salarios bajos, el
recorte del tiempo de ocio, etc., etc.
Por esto nos rebelamos como mujeres y tra-
bajadoras, por ejemplo:
- Ante la situación de la mujer marroquí:
considerada menor para ciertas activida-
des de la vida como la celebración de su
matrimonio o la gestión de los bienes de
sus hijos.
- Ante la situación de la mujer en Irak: las
sanciones económicas han provocado un
fuerte aumento de los precios, desempleo
masivo y una drástica reducción de los
salarios reales; algunas han acabado pros-
tituyéndose y mendigando. Los sectores
más vulnerables de la población femeni-
na, como las viudas, las mujeres abando-
nadas y las divorciadas, han sido las más
afectados.
Estos ejemplos ayudan a comprender que las
realidades de las mujeres de los diferentes pa-
íses convergen en puntos de inflexión (como
el crecimiento del desempleo, el cierre de un
número importante de empresas en sectores
bastante tradicionales, orientados al mercado
local o nacional), tenemos que subrayar y
aprender a trabajar desde un espacio común
donde las mujeres traspasemos las fronteras
personales y territoriales para dar paso al apo-
yo mutuo internacional, mediante las rebeldí-
as creativas que juntas inventemos.
Así también decimos y denunciamos que
los mercados globalizados impulsan nuevas for-
mas tiránicas de explotación de la mujer, como
son el tráfico y abuso de mujeres para la pros-
titución así como para el trabajo irregular; las
exportaciones organizadas de mujeres como
cuidadoras, enfermeras y asistentes del servi-
cio doméstico con condiciones y salarios es-
candalosamente precarios. Es la feminización
de la supervivencia que muestra la cara más
ácida a la hora de servirse de carnaza con ne-
cesidad de trabajo y de escape de la miseria y
del yugo masculino.
Todo este desarrollo de la economía globa-
lizada se puede visualizar desde el feminismo,
en una de sus vertientes, como mujeres tra-
bajadoras, que si la lógica de acumulación de
dinero prima, la sostenibilidad social ya no es
una prioridad, se convierte en una responsa-
bilidad que se delega a los hogares y a las mu-
jeres. La paradoja más insultante es que ni los
mercados, ni el Estado, ni los hombres como
colectivo son entendidos como responsables
del mantenimiento último de la vida. Por tan-
to somos las mujeres, organizadas en torno a
redes, en los hogares más o menos extensos,
en las organizaciones, las que respondemos y
las que, finalmente, actuamos como colchón
del sistema económico, frente a todos los cam-
bios en el sector público o privado, cambios
motivados por una lógica de acumulación de
capital. Se nos impone que nosotras reajuste-
mos los trabajos no remunerados para seguir
garantizando la satisfacción de las necesidades
de la sociedad.
La respuesta sindical feminista organizada
Ante las reflexiones que hemos expuesto, ¿ca-
bría la posibilidad de que la rebeldía y lucha
feminista se pensara como secundaria dentro
de las luchas laborales y sociales? la lógica nos
lleva a pensar que no y desde luego las muje-
res decimos no y rotundamente no, porque
una organización sindical y social ha de tener
articulada una secretaría de la mujer a un ni-
vel confederal, que trabaje los temas labora-
les y sociales de la mujer, que opere sobre ellos,
que investigue, que resuelva, en definitiva que
luche por la liberación de la mujer de las ca-
denas patriarcales allá donde aparezcan, en el
trabajo o en la calle. Para las mujeres trabaja-
doras, las trabajadoras inmigrantes, las ex-
cluidas sociales, las mujeres de minorías
étnicas, las amas de casa, las ancianas, jubi-
ladas... ajustándose a sus reivindicaciones sin-
dicales y sociales.
No, porque ante la panorámica de sindica-
tos enteros en los que sólo son hombres los que
engrosan el material humano de afiliados te-
nemos que trabajar por la igualitaria repre-
sentación de mujeres y hombres militantes en
una organización sindical.
No, porque sostenemos que una secretaria
de la mujer abordaría de manera urgente de-
mandas sociales laborales femeninas para acer-
car un sector de población igualmente
precarizado, extenuado con dobles jornadas,
un sector que incluye asesinadas a manos de
sus embrutecidos y machistas maridos. No que-
remos la respuesta del silencio, la espera de que
algún día las mujeres precarizadas, explota-
das, vilipendiadas, apaleadas, ya llegarán a los
sindicatos a emanciparse...
No, porque las mujeres en su conjunto han
de encontrar respuestas a sus problemas en
una organización que reivindique sus deman-
das como objetivo primordial de apoyo mu-
tuo, porque la mujer vapuleada por el
terrorismo patriarcal necesita un puesto de
trabajo que garantice su supervivencia y un
claro apoyo social; porque la mujer renuncia a
tener hijos con su pareja o sola, porque no
tiene un trabajo estable, porque no tiene un
sueldo digno, porque se le ha desposeído de la
ilusión de la maternidad en una sociedad in-
justa; porque la mujer inmigrante necesita una
red de solidaridad cuando ha dejado en su país
a sus hijos, a su pareja para subsistir y asegu-
rar la subsistencia de todos ellos.
No, porque queda mucho por hacer toda-
vía en las organizaciones sindicales en lo que
se refiere al logro del respeto y consideración
hacia las compañeras, que se traduce en el
lenguaje, en las conductas, en el comporta-
miento de los compañeros en su ámbito fami-
liar, en el desprecio, a veces, hacia lo femenino.
No, porque es tarea de todas y de todos su-
perar los problemas a los que nos enfrentamos
como grupo humano de mujeres y de hombres
como por ejemplo la afasia femenina (el mie-
do a hablar, a reivindicar, a pensar y plasmar
con total seguridad la actividad militante), es
un inconveniente, en la participación plena
de la mujer como militante combativa.
Para finalizar, no nos interesan las mujeres
que quieren igualdad de derechos para explo-
tar, humillar, asesinar, ejercer y sembrar su
poder. No nos interesan las ministras, las po-
líticas, mujeres policías, las militares, las fe-
ministas académicas de sillón, etc.
Porque ampliando lo que diría Audre Lor-
de: "las mujeres que estamos fuera del círcu-
lo de la definición que esta sociedad hace de
mujeres aceptables, las que hemos sido forja-
das en las encrucijadas de las diferencias, las
que somos pobres, lesbianas, negras o viejas,
sabemos que la supervivencia no es una habi-
lidad académica, política o empresarial. Es
aprender cómo estar en pie sola, impopular y
a veces vilipendiada y cómo hacer causa común
con esa otra gente identificada como ajena a
las estructuras, con el fin de buscar un mun-
do en el que todas podamos prosperar. Es
aprender cómo coger nuestras diferencias y
convertirlas en potencias para combatir y des-
mantelar un sistema que nos ahoga, asesina
y culpabiliza. Porque no tenemos que olvidar
que las herramientas del amo no desmantela-
rán jamás la casa del amo".
Precariedad laboral femenina
La creciente feminización de la oferta de trabajo y
pese a que existe una contradicción laboral que se
traduce en cifras que supera en el doble la tasa de
paro respecto al hombre, hace que todavía
hablemos de división sexual del trabajo
Una secretaría de la mujer abordaría de manera
urgente demandas sociales laborales femeninas
para acercar un sector de población igualmente
precarizado, extenuado con dobles jornadas, un
sector que incluye asesinadas a manos de sus
embrutecidos y machistas maridos
Las ayudas a la mujer trabajadora fueron y son
escasas y su lógica es facilitar que, ante las
empresas, nos parezcamos lo más posible a los
hombres (a su forma de vida, a su disponibilidad)
para que no te discriminen por ser mujer
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