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Secretariado Permanente del Comité
Nacional de la CNT
P
or lo visto, ha ganado la izquier-
da en estas últimas convocato-
rias electorales; pues me alegro,
esto supone una política con sen-
sibilidad social elevada, que pone
a raya los abusos del capital, que corta con
los privilegios de las clases altas, de la iglesia
y de la oligarquía, que no duda en poner fre-
no a la usura y al parasitismo, que antepone
el interés público frente al privado, que bus-
ca invertir en cultura y educación, que busca
la igualdad entre los ciudadanos y una redis-
tribución de la riqueza igualitaria. Una polí-
tica que pone patas arriba las relaciones laborales
y se posiciona en contra de los despidos injustos,
de los contratos precarios y de la explotación
de inmigrantes, que pone en marcha una ins-
pección rigurosa de las condiciones de traba-
jo y los accidentes y enfermedades laborales,
que acaba con las jornadas abusivas y las ho-
ras extras. Una política que busca la partici-
pación y control de los ciudadanos en la marcha
del país, que potencia la organización y par-
ticipación en los asuntos públicos. Una polí-
tica que atiende la satisfacción de las
necesidades de los ciudadanos y atiende la sa-
nidad, educación y servicios sociales públicos
sin desvío de fondos a entidades privadas. Una
política de moderación en el gasto superfluo
y volcada en el logro de una sociedad iguali-
taria y justa....
Podría seguir, y eso que sólo he esbozado
el programa mas suave de un proyecto de iz-
quierdas, pero, a estas alturas, cualquiera pue-
de ver que no es esto lo que se está planteando
por parte del partido, se supone que de iz-
quierdas, ganador de las últimas elecciones.
Y esto nos lleva a preguntarnos, a día de
hoy, dónde está la diferencia entre los que se
reclaman de izquierdas o de derechas. En un
primer análisis, la perversión de eso que lla-
man democracia, lleva a que unos y otros se
declaren gobernantes de todos, de los que
les han votado y de los que no, bonita ma-
nera de decir que, en el fondo, todos quieren
abarcar el mayor número de votantes posible,
de ser lo suficientemente ambiguos como
para ser intercambiables; esto justifica, ade-
más, el posicionamiento en posturas equi-
distantes con la disculpa del compromiso con
todos los ciudadanos.
Sin embargo, un análisis mas profundo nos
lleva a un proceso, promovido por todos, de su-
cesiva anestesia ideológica de la ciudadanía,
de pérdida de ideales finalistas y de cambio
social en profundidad. La realidad es que la
clientela electoral no está formada ni política
ni ideológicamente para posicionarse ante al-
ternativas realmente transformadoras, y, al
mismo tiempo, se ha creado un falso senti-
miento de pertenencia a una difusa clase me-
dia que no necesita cambios radicales. La
profunda sima de las desigualdades sociales, y
más si nos colocamos en un entorno mundial,
se ha rellenado con falsas expectativas de pro-
greso personal y oportunidades al alcance de
la mano, se ha maquillado con un desarraigo
de clase y una aceptación de valores liberales
y capitalistas. Y en este proceso de desideolo-
gización, el principal culpable ha sido lo que
se llama izquierda, en su afán por la conquis-
ta del poder ha optado por la propaganda fá-
cil, por la demagogia populista en vez de por
la educación y la concienciación populares.
Este farragoso preámbulo solo pretendía
situarnos en el espejismo de que estamos ante
un gobierno de izquierdas, nada mas incierto.
Ya lo dice el Señor Zapatero, buen talante, cli-
ma dialogador, buen rollito, pero ¿dónde está
el izquierdismo? Con buen talante no se para
una deslocalización de empresas ni un accidente
laboral; con buen rollito no se negocia un con-
venio; con una sonrisa no se acepta un con-
trato basura.
El pensamiento de izquierdas lo quieren
reducir a una complaciente existencia de
burgués ilustrado y progre trasnochado, a
conferencias de pensador lúcido sin contac-
to con la realidad, a culturilla de salón; vol-
veremos a esos tiempos de suplemento del
periódico El País bajo el brazo como símbo-
lo de transgresión. La verdad es que la de-
recha tan rancia y garbancera que disfrutamos
ha ayudado lo suyo, pero el problema es que
un cambio de cara de esa derecha, tipo Ga-
llardón, con guiños a homosexuales y nar-
cosalas, con cara amable y sin torcer el gesto
ante una irrupción reivindicativa en una
charla, le quita la clientela y el discurso a esta
caricatura de izquierda.
En lo fundamental tenemos que recordar
lo que le debemos a Felipe González en re-
formas laborales y leyes represivas. Mucho
me temo que vamos por el mismo camino.
Miedo a la derecha nos venden; miedo a to-
dos diría yo, que, a estas alturas, el que sepa
distinguir, por algo que no sea anecdótico, en-
tre unos y otros se merece un monumento a
la perspicacia.
De la otra izquierda, esa que está por en-
cima del bien y del mal, que se llama unida,
supongo que por hacer un chiste, mejor ni ha-
blar; quien la sufre en alguna parcela de po-
der ya sabe cómo las gasta, yo, por lo que veo,
ya sé que es bueno ser pariente de alguien.
En fin, es bonito ponerse etiquetas y de-
cir que se es de izquierdas, sólo que falla cuan-
do por eso mismo hace no tanto tiempo
acababas en un paredón y era razón para que
las derechas iniciaran una guerra O nos he-
mos vuelto muy civilizados o algo no cuadra.
Nosotros, los afiliados a CNT debemos ser
raros porque no entramos en esta etiqueta ac-
tual del izquierdista de pro, ni queremos vo-
tar cambios ilusionantes, ni queremos el poder.
Encima nos ponen a caer de un burro tanto unos
como otros, incluidos los de la mas extrema op-
ción. A ver si va a resultar que tenemos los pies
en el suelo.
Editorial
cnt
n°303 julio 2004
3
3
Redacción
E
ste mes se cumplen los 68 años de una
gesta que la historiografía oficial ha re-
legado al baúl de lo políticamente in-
cómodo. Nos referimos a la Revolución
Social Española, respuesta de la clase tra-
bajadora al alzamiento fascista de 1936, en la que
obreros y obreras, campesinos y campesinas, ma-
dres y amas de casa, se enfrentaron a la bota fas-
cista, consiguieron armas como pudieron, asaltaron
cuarteles y tomaron fábricas de las que los patro-
nos habían huido, relegando a un segundo térmi-
no a unos gobiernos, centrales y autonómicos,
ilustrados pero débiles, que no sabían cómo hacer
frente a los militares. Sin el esfuerzo y la sangre de
tantos hombres y mujeres del pueblo, la asonada
militar se hubiera limitado a un paseo aplaudido por
falangistas, carlistas y arzobispos.
En esas semanas posteriores al 18 de julio se
colectivizaron y socializaron numerosas fábricas, em-
presas y servicios públicos en ciudades, en el cam-
po se crearon cooperativas suprimiendo la propiedad
privada de los medios de producción. En unos po-
cos días los trabajadores pasaron a organizar la
economía del país. En la industria catalana los sin-
dicatos de la CNT se hicieron con las fábricas tex-
tiles, organizaron los tranvías y los autobuses de
Barcelona, implantaron colectividades en la pesca,
en la industria del calzado e incluso se los peque-
ños comercios. En pocos días el 70% de las em-
presas había pasado a ser propiedad de los
trabajadores en aquella Catalunya que concentra-
ba, por sí sola, dos tercios de la industria del país.
La Revolución Española no fue un camino de
rosas ni la construcción de un paraíso idílico; la
sangre obrera vertida, las cruentas batallas, el es-
fuerzo sobrehumano para que la producción fuera
suficiente para todos y permitiera seguir en la lu-
cha, la pérdida de seres queridos y el temor a los
bombardeos, la lucha interna en la zona republicana
que obligaba a los anarquistas a actos contrarios a
su ideología como formar parte del gobierno o in-
tolerables e injustificables crímenes cometidos por
algunos pistoleros que se hacían llamar anarquis-
tas, (siempre muy lejos de las matanzas metódicas
y sistemáticas del bando fascista, como la perpetrada
en la plaza de toros de Badajoz o el bombardeo nazi
de Guernica, que se harían tristemente habituales
con el avance fascista), son ejemplos de ello.
La Revolución Española estuvo llena de dolor,
dudas y equivocaciones, pero fue, como bien dice
Orwell en su Homenaje a Cataluña: "Una expe-
riencia que merecía la pena ser vivida.". Un cam-
po donde experimentar formas de organización
social mucho más humanas y antiautoritarias, la
asamblea como instrumento esencial para organi-
zar los consejos obreros y las tareas de producción,
incluso en las milicias que a menudo se basaban en
la autodisciplina como forma alternativa a la ha-
bitual jerarquía militar; se abrieron las cárceles, y
las mujeres lograron avanzar a pasos agigantados
en la lucha por la igualdad... avances sociales que,
después de su estrangulamiento, no han vuelto a
alcanzarse hoy en día. Una revolución que, pese a
sus contradicciones, nunca se alejó del ideario anar-
quista, pues, siempre se mantuvo en esencia con-
tra toda jerarquía y vino a ser suprimida precisamente
por un poder que, llamándose obrero, tenía su
fuente en una de las dictaduras más terribles de la
historia, la de Stalin.
Poco proclives a la corrección política, los anar-
cosindicalistas recordamos hoy a los protagonistas
de aquella gesta, a los todavía vivos y los que hace
tiempo nos dejaron, gentes que, en definitiva, pu-
sieron en pie el milagro de la utopía.
Mutis
La utopía puesta
en práctica
Izquierdas y derechas
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