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n°297 enero 2004
Opinión
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gracias. El agresor machaca a la víctima y luego,
de cara a la galería, usurpa, se pone en lugar
de la víctima. De este modo los asesinados se
convierten en culpables y el genocida en "ase-
sino por necesidad". Ésa es una estrategia de
toda la vida del más rancio fascismo. Ahora lo
llaman "Pacto Antiterrorista", "ataque pre-
ventivo" e, incluso, "atentado selectivo". Siem-
pre dirán que los agredidos han sido o pueden
ser ellos. Siempre dirán que la guerra, el acto
terrorista del estado y del capital, es necesa-
rio para evitar el otro acto terrorista, la gue-
rra del pobre. La televisión, los periódicos,
pertenecen a grupos con intereses en muchas
otras empresas. Participan, vendiendo infor-
mación manipulada, del lucrativo negocio de
la guerra. Por eso dirán que la guerra es siem-
pre defensiva y siempre tienen la culpa los
otros. Su discurso es acusar a otro siendo tú el
verdadero genocida.
Pero tú no eres antisemita. No te pueden
hacer callar. Tú sigues oponiéndote a la injus-
ticia. Como dice una canción: Has crecido, eres
libre. Te van a llamar cosas muy feas.
El hecho de que alguien, en España, hicie-
ra unas pintadas en la pared de una sinagoga
no es suficiente para hablar de "elementos
antisemitas en el imaginario" -como no sea de
unos cuantos gilipollas- y no puede, ni mucho
menos, justificar la acusación de antisemitas
a gente que ni lo es, ni lo será, ni siquiera
puede serlo, pero se pronuncia contra el geno-
cidio de los palestinos y se oponen a que se
levante un muro en Palestina. Eso, se pongan
como se pongan, no es ser antisemita. No lo
es. Aunque te aplanen con su maquinaria de
prensa. No te puedes defender. ¿Por qué no ha
habido respuesta? ¿Por temor a ser llamado
antisemita? No lo eres. No se trata de antise-
mitismo sino de oposición al estado y su vio-
lencia, a la masacre y a la injusticia. Se trata
de humanidad, de Derechos Humanos, de Dig-
nidad. Conceptos que los estados acostumbran
a despreciar y usar en la medida de su des-
preciable interés.
Es posible, es equivalente, oponerse a las
acciones del ejército israelí, de los marines
estadounidenses, de la policía española y a los
fascistas que pintan las puertas de las sinago-
gas. Todos son diferentes batallones del mismo
ejército, son las modernas Wafen-SS. Muy buena
vista tiene que tener el que sostenga que no
obedecen todos a los mismos intereses.
En cualquier caso el tratamiento mediáti-
co dado a otros violentados por los nazis moder-
nos es bien distinto. Los inmigrantes detenidos
en las redadas es como si no fueran asediados.
La gente que es agredida en El Ejido no plan-
tea el fantasma del racismo institucional y
generalizado de ese engendro llamado Europa.
No. Llamar racista a los estados, a las policí-
as, políticos meapilas y sus leyes dictadas a
medida que las necesitan, está mal visto. En
cambio usar el término antisemita contra cier-
tos críticos a la política de Israel se emplea a
gusto. Es de creer que se usa el término para
desacreditar, insultar incluso, a esos críticos.
Insultarles llamándoles lo contrario a lo que
son. Negándoles.
Pero si suyas son las radios, nuestras son las
palabras. Antisemita tienen un sentido nega-
tivo que lanzan contra la izquierda. Más con-
notación y más llena de triste razón es llamarles
a ellos antipalestinos y antiárabes, propetro-
leros y explotadores. Genocidas.
Es triste, señal del grado de represión y de
falta de libertad, que tengas que empezar a
escribir un artículo y decir que se está a favor
de la corriente general pero "con leves mati-
ces". Tan fina es a veces la ironía, tan leve el
matiz, que apenas se distingue de la ajustada
crítica al besaculos del discurso oficial. Bien.
No caeré en lo mismo pero no perderé la opor-
tunidad de defenderlo aquí: No soy nazi, no soy
antisemita. Son antisionista -anticatólico, etc.-
en la medida que una doctrina justifique una
masacre. Soy pacifista y libertario. Estoy y
estaré contra todos los estados y todos los ejér-
citos. Y haré todo lo que esté en mi mano para
que se acabe el exterminio de los palestinos y
de cualquier otro pueblo sobre la tierra. Sen-
cillo, ¿no?
Lamento el ataque a las sinagogas y lamen-
to la construcción del muro en Palestina. Lamen-
to las detenciones masivas y los cementerios
de ahogados sin nombre asesinados por los
intereses económicos. Si se mira con los ojos
de la dignidad se verá que se trata de lo mismo:
de oponerse al fascismo, al abuso de la fuerza
y a la hipocresía de disfrazarse de víctima.
Los inmigrantes también son atacados. Ellos
sí están asediados. Ellos sí saben lo que es vivir
con miedo. Ellos no han hecho nada y la poli-
cía les acosa. El estado de Israel y sus manda-
mases sí han hecho, y una tanqueta de la Policía
está aparcada desde hace mucho tiempo ante
la puerta de la embajada. Hay una diferencia
brutal, nada sutil. No decir que los inmigran-
tes, la mano de obra barata, sin derechos, sin
poder protestar, que sostiene la economía, son
asediados sí que es ser racista, fascista y, valga
el término por su sentido peyorativo, antisemita.
Antisemita, antiinmigrante es el que calle que
si hay un fantasma que recorre Europa es el
descarnado y estúpido del racismo, el de un
fascismo de nuevo cuño, es una grave menti-
ra. Los inmigrantes son atacados por la policía
y verbalmente en los autobuses por necia gente
"normal". Y es peligroso también no llamar fas-
cistas a los terroristas profesionales del estado
para que nadie olvide lo que son y se crea lo de
la buena Policía de Barrio.
La izquierda -se incluya en ella quien se
crea aludid@- no puede dejar pasar estas acu-
saciones de antisemitismo. La "izquierda" no
está atacando a los judíos, no tiene ni una
gota de antisemitismo en sus venas. Está cri-
ticando una política asesina y protestando
contra un ejército que no tiene ni la excusa
de ser un grupo de terroristas iluminados. Lo
son pero también son un ejército con una cade-
na de mando. Reciben órdenes. De un Estado
Mayor, de una autoridad política a la que se le
puede y se le debe exigir responsabilidades.
Pese a los medios de comunicación que te
cuentan lo que quieren como quieren no hay
que ir demasiado lejos para criticar la política
del estado de Israel: el muro, los asesinatos
selectivos, la represión, la explotación de la
mano de obra barata palestina..., de hecho los
palestinos no son exterminados por el ejecu-
tivo de Sharon porque Israel necesita la mano
de obra barata. Sin ella, sin el apoyo de USA,
el estado de Israel duraba doce minutos.
Sharon, su ejecutivo, el ejército, los empre-
sarios de las armas y la seguridad no son el
pueblo de Israel. Son tan enemigos de los isra-
elíes como de los palestinos. Son enemigos de
la raza humana. Esos oligarcas, esos asesinos
que no pueden querer la paz porque la guerra,
el exterminio, es su negocio, tratan de insul-
tar a la gente que lucha cada día por desmon-
tar esa militarización. Es llamar asesino a los
pacifistas, a la gente que trata de construir
cosas. Es como cuando aquí ellos -los caciques-
te llaman antisemita a ti.
Como colofón señalar que tal vez no sea
muy sano ser hoy en día en España moro, judío,
izquierdista, pacifista, libertario, opuesto en
general a los estados o, al menos, a sus polí-
ticas de explotación y sus masacres. A lo peor
es que hemos vuelto hacia atrás tan exagera-
damente que nos hemos clavado de nuevo en
la España de Franco o, más atrás, en la de los
Reyes Católicos -esta vez con princesa perio-
dista- de la unidad y la pureza. De reserva espi-
ritual de occidente, con ministros de sectas
católicas y de especuladores de suelo, curas
que bendicen ataúdes y mártires de los ejér-
citos humanitarios de ocupación.
A lo mejor es que estamos ya en la Edad
Media. O en la de la más cruda mediocridad.
Salud y alegría.
Puente de San Fernando, una mañana de nubes
violetas. 2-XII.2003.
De la guerra por la religión
a la religión de la guerra
Manuel Romero
Librepensador
E
xcelente utilidad para designar
enemigos a combatir y preparar
la moral de combate. En este sen-
tido es notorio el ejemplo, por
doctrina expresa, de la vocación
atacante del mahometanismo con su guerra
santa al infiel. Y esta potencial agresividad exis-
te igualmente en la práctica cristiana. La Edad
Media europea está poblada de casos en los
que el discurso incendiario de monjes provo-
ca matanzas de infieles. Considérese como
ejemplo todo el asunto de las Cruzadas.
Las religiones, pues, concitan a la movili-
zación de sus creyentes. Es un primer paso
necesario para las campañas bélicas. Pero aun
en periodo de paz exterior y a modo de cru-
zada interna, se ejerce la violencia guerrera con-
tra la población, véase las actividades de la
Inquisición. El celo con que se fomenta y man-
tiene el dogma religioso, el rigor con que se
exige a los fieles su interiorización y su exte-
riorización ritual se corresponde con los bene-
ficios que aporta a los gobernantes. Mantiene
a la población sojuzgada en una unidad de
identidades tanto por lo que creen en común
como por lo que practican. El poder de con-
vocatoria es evidente y previo a la manipula-
ción de conciencias, a su vez previa a la acción
bélica contra quien el poderoso considere.
Esta estructura de dominio y uso de los
dominados se mantiene aún hoy en dos
nuevas manifestaciones pararreligiosas: el
partido político con su doctrina política y
el estado moderno con su doctrina racional-
cientifista.
Desde el periodo ilustrado, el enciclope-
dismo, la religión a su antigua usanza va
cediendo terreno a la nueva creencia. En ésta
se cambia el dogma bíblico por los conteni-
dos de la ciencia. En adelante decrece la reli-
gión clásica como causa belli y surge con
fuerza su sucesora: la racionalidad aplicada
a los intereses de los gobernantes y capita-
listas. Acontece un relevo paulatino de cla-
ses dirigentes y gestoras: ahora administran
los burgueses y no los curas o monjes. Pero
la guerra permanece, incluso más sangrien-
ta. Pero ahora las excusas las brindan las ide-
ologías, las nuevas doctrinas o religiones. Se
sigue atacando al infiel, "al que no cree lo
mismo que nosotros", como antes. Mas ahora
el origen del dogma no es celestial, sino terre-
no y humano: la ciencia aporta la patente
de verdad y el dirigente es su sumo sacerdo-
te. Obsérvese la vocación científica de la revo-
lución rusa, la del nazismo alemán, la
adoración generalizada de todo gobierno por
la tecnología. El nuevo discurso, con caras
viejas, se materializa, cómo no, en la gue-
rra, las más devastadoras y cruentas guerras.
Las nuevas religiones incitan, como las
anteriores, al odio y la conquista, ya no es en
nombre de ningún dios ultraterreno sino de
dioses terrenales: la libertad, el nivel de vida,
el bienestar económico..., el terrorismo..., o
esas enigmáticas razones de estado.
Estas nuevas religiones racionalizan sus
recursos y perfeccionan el uso de los súbditos:
"Se configura un universo militar que
vertebra la vida ciudadana". Soldados (pro-
fesionales y reservistas) y civiles, la inten-
dencia. Las dos guerras mundiales y la
amenazante posguerra han consolidado este
modelo de ritual religioso, pero claro está,
para la guerra. Al igual que antaño, toda la
parafernalia social se organiza para hacer la
guerra donde y cuando convenga. Los nue-
vos monjes llevan el hábito blanco de bata
y se congregan en los laboratorios, para fabri-
car artefactos bélicos. Al igual que antaño
se montan las cruzadas contra los infieles,
creados, identificados desde la propaganda
del estado y las multinacionales. Al igual
que antaño se instaura la inquisición en los
propios territorios, policía, orden público,
censuras, presiones, para condicionar lo polí-
ticamente correcto. Al igual que antaño se
simplifica la arenga militar: "nosotros somos
el bien y ellos son el mal, ¡que hay que des-
truir!". Antes, el discurso religioso se mani-
festaba en iconos, estatuas, pinturas, edificios.
Hoy es audiovisual y descarnadamente béli-
co: videojuegos y películas. Y si este influ-
jo no es suficiente se recurre al teatro (símil
de procesión), macroteatro de multitudes.
Véase si no la esperpéntica e increíble repre-
sentación de "Las Torres Gemelas". En este
caso todos los forzados espectadores salie-
ron de la representación convencidos de que
la guerra era más necesaria que nunca.
De este esbozo de ensayo destilo una con-
clusión muy evidente:
La religión, como concreción de expe-
riencias y hechos religiosos, no tiene nada
que ver con las religiones oficiales. Puede
existir en personas singulares o pequeños
grupos. Muy probablemente existiera allen-
de los tiempos entre diversas comunidades y
gentes. Pero desde hace muchísimo tiempo
lo que se nos muestra como religión no es
sino un artificio de esclavitud para condicio-
nar el comportamiento de una sociedad y lle-
varla a hacer lo que más teme: la guerra.
Navarra, 9 de noviembre de 2002
Las guerras con un trasfondo
religioso han estado fatalmente
presentes en el pasado
histórico. Judíos contra
vecinos, moros contra
cristianos, católicos contra
protestantes, hindúes contra
musulmanes. La religión ha
sido la causa y excusa del
conflicto. En esta perspectiva el
hecho religioso aparece como
una de las mejores
herramientas para fomentar
odio y destrucción.