Iñaki Gil Uriarte
Secretario General de la CNT
M
uchas cosas que están pa-
sando nos indican que el
mundo está cambiando; más
que cambiar, está volviendo
a situaciones que parecían
superadas.
En Guantánamo se pudren desde hace tiem-
po muchas personas sin que haya estado nun-
ca claro el porqué fueron deportadas. En Grecia
ha hecho falta una movilización extensa y el
sacrificio de una huelga de hambre de los com-
pañeros para conseguir, no la libertad, sino
una espera más lógica ante un juicio, a todas
luces, aberrante y absurdo. El Gobierno de los
Estados Unidos anuncia que espiará y con-
trolará a los disidentes con su política. Las
compañías multinacionales aparecen detrás
de las convulsiones políticas (Bolivia, Georgia,
conflictos y guerras en África...). En Europa,
el llamado estado del bienestar es derrumba-
do por los mismos que lo levantaron... Estos
y muchos más ejemplos para obligarnos a pen-
sar que las relaciones sociales e internacio-
nales no son las mismas que hace, como
mucho, diez años; ejemplos para obligarnos a
recapacitar en la inmediata imposición de unas
sociedades totalitarias y controladoras; ejem-
plos para caer de las nubes del mundo que
creíamos consolidado y empezar a trabajar en
una lucha organizada e inteligente.
Si nos centramos en nuestro entorno ve-
mos el giro totalitario claramente; las leyes
se están cambiando y creando con una rapi-
dez pasmosa, para adecuar la legalidad vi-
gente a los intereses políticos y, sobre todo,
económicos; la misma interpretación judicial,
como se ve en los recientes casos de acciden-
tes laborales en los que la culpa recae en el
trabajador, se está haciendo cada vez mas re-
accionaria y alejada de los intereses sociales.
El mundo, repito nos lo están cambiando,
se está volviendo al liberalismo feroz, pero
con una sutil y muy importante diferencia.
Si antes el liberalismo permitía una cierta con-
frontación y correlación de fuerzas, si aboga-
ba por la escasa participación de los poderes
públicos, ahora se apoya en ellos y los con-
trola. Se está construyendo una maraña legal
y judicial que ampara los abusos y criminali-
za a las víctimas de esos abusos si se mani-
fiestan en contra. Se está creando un
monstruo burocrático y judicial que ahoga
cualquier disidencia.
El problema es que la rapidez de todos es-
tos procesos es tanta que es difícil percibirlos
siquiera, la sociedad está siendo tan agobia-
da que no tiene tiempo de asimilarlos, anali-
zarlos y darles respuesta. Tomando como
ejemplo la primera sentencia que culpabilizó
a un trabajador de su accidente laboral, lo que
creó alarma social pasó a lo cotidiano por dos
sentencias más que se expresaban en el mis-
mo sentido. En el plano internacional, las en
principio toleradas protestas antiglobalización
han pasado a ser duramente reprimidas y de-
monizadas. Una arbitrariedad, una injusticia,
un abuso... es inmediatamente tapado por
algo todavía más escandaloso sin tiempo a
responder ni asimilar lo anterior.
Tenemos que replantear las maneras de en-
frentarnos a esta situación, que a alguien le
puede parecer exagerada en mi análisis, pero
que considero muy real. Tenemos la herra-
mienta organizativa y, mas importante aún,
la herramienta ideológica, en esta época en
que las ideologías finalistas y amplias están
en decadencia; en que difusos planteamien-
tos voluntaristas de un mundo mejor son lo
que está de moda.
Editorial
cnt
n°296 diciembre 2003
3
3
Hacia una sociedad totalitaria
Redacción
E
sa es la ingeniosa frase que
se le ha ocurrido al PP. Uno
de sus adalides de la mo-
dernidad, Luis de Grandes,
calificó de este modo el
acto de Homenaje a los Represaliados
por el Franquismo. Ahora es progresis-
mo enseñar obligatoriamente religión
en las escuelas, ilegalizar partidos po-
líticos o implantar condenas como la
cadena perpetua. Recordar y homena-
jear a los presos políticos del franquis-
mo, a los familiares de los asesinados,
a los exiliados... eso está desfasado y
por si fuera poco no es glamuroso.
Ser moderno significa ser monárqui-
co, católico, hablar de la Unidad de Es-
paña o pedir más policía en la calle
-nunca son suficientes-. Para alguien
que no huela a naftalina, por ejemplo
Luis de Grandes, España, esa unidad de
destino en lo universal, es una de las
naciones más antiguas de Europa, fun-
dada por los Reyes Católicos y así lo en-
señan en sus colegios públicos, digo,
concertados. Eso no es anticuado para
ellos, se lo creen, incluso. Pero hacer
una reivindicación de los represaliados
por el franquismo, represaliados por los
padres de algunos de los que hoy go-
biernan, homenajear a personas que
son parte de la historia viva de este te-
rritorio es algo anacrónico y sinsentido.
El PP faltó al homenaje. Hizo bien.
No hubiera tenido ningún sentido su
presencia. Sería reírse de los que esta-
ban allí presentes, faltarles al respeto.
Pero deberían haberse callado, haber
bajado la cabeza con vergüenza ante lo
que hicieron sus familiares, sus amigos
y ellos mismos.
Y ya que viene a cuento, debería-
mos no perder nuestra propia historia
viva como organización. Represaliados
por el fascismo y el franquismo hubo
miles de la CNT. En aquel acto no se vio
ni una sola bandera confederal. Es
nuestra responsabilidad pedir a nues-
tros compañeros que nos transmitan
su historia y demostrarles nuestro
aprecio y reconocimiento. Y no dejar de
hacer las vindicaciones que sean preci-
sas, ya sea por represaliados por Fran-
co, por González, por Aznar o por el
empresario de turno.
Mutis
Revival de
naftalina
Si antes el liberalismo
permitía una cierta
confrontación y
correlación de fuerzas, si
abogaba por la escasa
participación de los
poderes públicos, ahora
se apoya en ellos y los
controla. Se está
construyendo una
maraña legal y judicial
que ampara los abusos y
criminaliza a las
víctimas de esos abusos
si se manifiestan en
contra. Se está creando
un monstruo burocrático
y judicial que ahoga
cualquier disidencia