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n°294 octubre 2003
Internacional
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cubren aún la mayor parte del cuerpo con burkas,
en donde la producción de opio ha vuelto a ser el
principal mercado exportador del mundo, y donde
los habitantes perecen a razón de 100 cada ocho
días, incluidos soldados estadounidenses abatidos,
es un "éxito" del cual Bush y Rumsfeld siguen alar-
deando. Las cifras referentes al número contras-
tado de afganos muertos durante los bombardeos
y ocupación de Afganistán hasta hoy se mueve entre
un mínimo de 3070 y un máximo de 3590, según
los trabajos de Marc Herold, de la New Hampshire
University. Otra estadística macabra son las cifras
referentes al narcotráfico proporcionadas por
Naciones Unidas: según la United Nations Office
On Drugs And Crime (Oficina de las Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito), después de que
el régimen fundamentalista de los talibanes prohi-
bió el cultivo de la adormidera, en el año 2001
Afganistán produjo 185 toneladas de opio, en gene-
ral en las zonas ocupadas por la Alianza del Norte.
Tras la guerra, Afganistán volvió a convertirse en
el mayor productor mundial, la cosecha del año
2002 se elevó a 3400 toneladas, aproximada-
mente tres cuartas partes de la producción mun-
dial. Las previsiones de UNODC la producción de
opio para el año 2003 será un 20 por ciento supe-
rior a la de 2002. En un informe reciente, Antonio
María Costa, su director ejecutivo, estimó que la
producción de opio en Afganistán "sumió a la pobla-
ción rural en la pobreza y la dejó a merced de los
señores de la guerra y de los sindicatos del crimen
internacional". Todo ello con el silencio cómplice
del Gobierno de Estados Unidos y de la OTAN.
En síntesis, es evidente el desastre de las
guerras preventivas contra Afganistán e Irak y de
la ocupación de Palestina. Tras una guerra ilegal,
Bush quiere que el Congreso norteamericano le
proporcione 87 mil millones de dólares más para
que Irak siga funcionando, quiere que los países
que se opusieron a la guerra en la ONU le ayuden
a pagar los gastos; quiere el respaldo de la ONU
a la ocupación; quiere que decenas de ejércitos
extranjeros vayan a morir en ese país en lugar de
soldados norteamericanos, aunque se niega a que
participen en la toma de decisiones, la cual debe
seguir siendo territorio exclusivo de Washington;
quiere también el respaldo internacional a la
guerra colonial de Israel contra el pueblo pales-
tino. La "guerra contra el terror", la cruzada
cósmica de voluntarismo religioso que el presi-
dente Bush y sus secuaces han puesto en circu-
lación después del 11 de septiembre de 2001, es
hoy la mayor amenaza terrorista que vive el
mundo. Siguiendo esas pautas, el régimen neo-
franquista de José María Aznar, convertido en esbi-
rro fiel de la administración Bush, ha enviado tropas,
funcionarios y espías al matadero iraquí, en un
papel similar al de los mamelucos que trajo
Napoleón al invadir España en 1808. El nuevo "cen-
tinela de Occidente", ante las primeras bajas
españolas victimas de la resistencia iraquí pre-
tende culpar a las distintas fuerzas sociales y polí-
ticas opuestas a la guerra y ocupación de Irak de
los muertos españoles que ya han comenzado a
caer víctimas de la resistencia iraquí.
H
ay viejas palabras que parecen recu-
perar una plena vigencia y actualidad,
a pesar de cierta fraseología "pos-
colonial" académica puesta en cir-
culación en los últimos años: guerras
coloniales camufladas como guerras humanitarias
o preventivas; uso y abuso del término comodín
"terrorismo", para denominar a algunas guerrillas
o resistencias patrióticas a los crímenes legitimados
bajo el pendón de la civilización occidental; sus-
titución del término "llevar la cristiandad" en los
siglos XVI y XVII, o "llevar la civilización" en el siglo
XIX, por "llevar la democracia" en la época actual,
para camuflar una técnicas despiadadas de colo-
nización, ya sea en Palestina, Afganistán o Irak;
y finalmente, la evidencia malsana de un impe-
rialismo sin tapujos.
Esos usos y abusos mediáticos y falaces del fan-
tasma del terrorismo, desde el poder y desde los
medios de comunicación, no amenazan sólo a los
árabes, a los integristas musulmanes, a los negros,
a los "otros", sino a todos nosotros, a nuestras socie-
dades, amenazadas por un creciente totalitaris-
mo. Como en los años de entreguerras del siglo XX,
se asiste a un vaciamiento de contenidos, de
garantías y de libertades, incluso formales, en las
democracias realmente existentes. Sobre esas
tendencias totalitarias cada vez más visibles, a modo
de anécdota podría decirse cómo en España se asis-
te cada año a una especie de inauguración del lla-
mado año político bajo la advocación de la iglesia
y el fascismo: el presidente José María Aznar, cum-
pliendo la vieja fraseología falangista de lo de "mitad
monje, mitad soldado", iniciaba su rentrée polí-
tica comiendo con los frailes del monasterio de
Silos, y esa misma tarde, celebrando un sucedá-
neo de acto laico de simbólico sabor fascista en
Quintanilla de Abajo, un pueblo que no ha recu-
perado aún su nombre después de 25 años de res-
tauración borbónica y sigue llamándose Quintanilla
de Onésimo, en homenaje de uno de los jefes del
fascismo español, Onésimo Redondo.
En una onda similar, en Italia, su colega
Berlusconi ha defendido ya abiertamente las
bondades del duce fascista: «Mussolini non ha mai
ammazzato nessuno, Mussolini mandava la gente
a fare vacanza al confino» (Mussolini nunca
mató a nadie. Mandaba a la gente de vacaciones
al exterior"), olvidando los miles de etíopes, libios
o yugoslavos muertos por sus tropas o los miles de
judíos enviados a morir en los campos de concen-
tración.
En Estados Unidos, el presidente Bush y su
banda de neoconservadores y cristianos sionistas
van más lejos, cultivando el terror sobre su pobla-
ción con la ayuda de grandes medios de comuni-
cación controlados en su inmensa mayoría por
corporaciones pertenecientes al complejo militar
industrial. Sobre los atentados de las Torres Gemelas
crecen las dudas, al menos sobre el papel y cono-
cimiento de los servicios secretos norteamericanos
en torno a lo que iba a suceder. También sobre el
por qué el Gobierno Bush se sigue negando a que
se lleve a cabo una investigación independiente.
Del ataque posterior al 11-S con "ántrax", que ate-
rrorizó a la sociedad norteamericana, sólo se sabe
su proveniencia: una base militar norteamericana,
Fort Detrick y que desapareció de los medios de comu-
nicación norteamericanos al día siguiente de la apro-
bación por el Congreso de la legislación represiva
llamada USA Patriot Act a finales de noviembre de
2001. La administración Bush impidió además
que el asunto se investigase internacionalmente.
El pasado septiembre The New York Times
denunciaba silencios suyos anteriores: "durante dos
años, desde los atentados del 11 de septiembre de
2001, el gobierno de George W. Bush ha detenido
a miles de personas, ha ampliado con mucho los pode-
res de seguridad pública y vigilancia doméstica y
ha elevado la escala de secretos gubernamentales,
pero el pueblo estadounidense no se siente más segu-
ro que antes y hay pocas pruebas de que lo esté. Dos
tercios de los neoyorquinos están hoy más preocupados
por la posibilidad de un atentado "terrorista" que
hace un año".
Jim Cason y David Brooks, corresponsales de La
Jornada en Estados Unidos, puntualizaban aún más
la situación: "Primero por decreto presidencial y poco
después utilizando los nuevos poderes de la llamada
Acta Patriota, el gobierno esencialmente logró
etiquetar a todos los hombres jóvenes árabes en este
país como sospechosos, interrogó a miles y arres-
tó a cientos durante largos periodos sin acusación
formal ni el derecho de aparecer ante un tribunal
público. Así, por primera vez en la historia esta-
dounidense, el gobierno de Bush consolidó la
vasta estructura de seguridad pública interna den-
tro de una nueva supersecretaría con el nombre de
Departamento de Seguridad de la Patria, con 170
mil empleados y un presupuesto inicial de 38 mil
millones de dólares. El Departamento de Justicia
desempolvó viejas listas de "opositores" e integró
otras más, obtuvo permisos para realizar careos secre-
tos, intervenir comunicaciones y otras invasiones
a la privacidad, y solicitó documentos a bibliote-
cas que registraban a lectores de determinados libros".
Toda esa maraña represiva, a la que habría que
incorporar los presos, muchos asesinados en
Afganistán, o los retenidos monstruosamente en
un limbo jurídico en Guantánamo, entre ellos
algunos menores de edad, por no decir los miles de
prisioneros, entre 5000 y 8000, actualmente en Irak,
resulta insuficiente. El propio presidente Bush
aprovechó los actos del pasado 11 de septiembre para
anunciar nuevas medidas totalitarias, el llamado
Patriot Act II, que prevé la ampliación de motivos
para aplicar la pena de muerte, la supresión de con-
troles judiciales para interrogar, intervenir teléfo-
nos y correo y legalizar las detenciones sin cargos
por tiempo indefinido, medidas totalitarias justi-
ficadas con la consigna de reforzamiento de la
lucha contra el terrorismo.
Al igual que sucedió con la antigua Sociedad de
Naciones, que zozobró entre la política de hechos
consumados del fascismo italiano en Etiopía, o del
colonialismo británico y francés en Oriente Medio,
se asiste hoy a la progresiva degradación de la ONU,
reducida al papel de una ONG incapaz de romper su
sometimiento a los intereses de Estados Unidos. En
su debe está su complicidad en el terrorífico blo-
queo del pueblo iraquí durante los años noventa,
decretado por los gobiernos anglonorteamericanos,
que supuso un coste que supera el millón de muer-
tos, en su gran mayoría niños, como ha constata-
do la propia Unicef.
Vivimos unos malos tiempos y conviene repe-
tirlo. La humanidad está abocada a una degenera-
ción democrática que apenas oculta un creciente
totalitarismo. Algunos quieren ver incluso simili-
tudes y analogías entre el asesinato del diputado
Matteotti en Roma, en 1924, o el incendio del
Reichstag en Berlín, en 1933, que supusieron la rup-
tura democrática del fascismo italiano y del nazis-
mo alemán, hasta entonces en la legalidad democrática,
con el derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York
en septiembre del 2001 y su utilización por los neo-
conservadores, "cristianos sionistas", que forman
el entorno del presidente Bush. Hoy, el modelo tota-
litario que se va gestando no parece necesitar el recur-
so a las parafernalias de aquellos años, desfiles,
uniformes, radio, y se basta y sobra con el recurso
a la creciente oligopolización de los medios de for-
mación de masas, ligados al complejo industrial mili-
tar en Estados Unidos y a las grandes corporaciones
en el resto del mundo. Ejemplos cercanos es el
caso italiano, con todas las cadenas de televisión,
públicas o privadas, controladas por Berlusconi, o
el caso español, en una situación similar, con todas
las televisiones públicas controladas por el gobier-
no Aznar, así como Antena 3, de Telefónica, y en parte
Tele 5, propiedad hoy de Berlusconi.
Las dudas sobre lo que sucedió el 11 de septiembre,
sus implicaciones, ocultaciones y complicidades, han
empezado a traspasar la zona de los sectores críti-
cos radicales para alcanzar a personalidades como el
ya citado ex ministro laborista británico Michael Meacher
sobre "el cuento de la guerra contra el terrorismo".
Ese modelo informativo es el soporte básico para
la fabricación de un nuevo modelo totalitario
más próximo al "mundo feliz" de Aldous Huxley.
Crecen las legislaciones represivas. Se predica
desde hace tiempo un liberalismo salvaje, ati-
zando el consumismo e internalizando el terror y
las crecientes necesidades securitarias en unas socie-
dades cada vez más inermes y pasivizadas, ate-
morizadas con el miedo al otro, al árabe, al
palestino, al talibán, al iraquí, al terrorista...
Manuel Revuelta es periodista. En los años setenta traba-
jó en Posible y Cuadernos para el Diálogo, fue también
corresponsal de la emisión española de Radio Baviera. En
los ochenta fue Redactor Jefe de Internacional durante la
corta vida del periódico Liberación. En los noventa fue
redactor de Le Monde diplomatique, edición española. En
el año 2003 ha dirigido la revista Resistencias. En su últi-
mo libro Repensar la prensa (Debate, 2002) ha analizado
desde el punto de vista mediático los pormenores de las
guerras y agresiones llevadas a cabo por Estados Unidos
y sus aliados desde el final de la guerra de Vietnam.
Vivimos unos malos
tiempos y conviene
repetirlo. La humanidad
está siendo abocada a una
degeneración democrática
que apenas oculta un
creciente totalitarismo.
La Legión forma parte ya de las fuerzas ocupantes de Irak.
/ AGENCIAS
"El patriotismo es el último refugio de los
canallas".
Samuel Johnson, (1709-1784)