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Iñaki Gil Uriarte
Secretario General de la CNT
L
as peores cadenas son las que se
aceptan y asumen sin ser cons-
cientes; las cadenas que se llevan
como parte de uno mismo, como
adornos, sin ser conscientes de que
pesan, aprisionan e impiden ir mas lejos.
En un pasado, no tan lejano, la clase
obrera tenía, valga la redundancia, con-
ciencia de clase, se sabía parte de un colec-
tivo humano explotado, mermado en su
capacidad de influencia social, mercancia
en un mundo de intereses económicos. La
clase obrera era consciente de sus cadenas,
prescindiendo de si las quisiera romper o
no; podía ser servil, revolucionaria, acomo-
dada, reformista, desesperada, traidora...
pero sabedora de sus limitaciones humanas
y sociales.
En un pasado más lejano, las cadenas de
la clase obrera eran tan pesadas e inhuma-
nas que dieron lugar a las grandes organi-
zaciones obreras, a las grandes ideas de
cambio social.
Hoy, la clase obrera nos preguntamos
dónde está, porque casi nadie se declara per-
teneciente a ella, todo el mundo dice que es
clase media. Parece que hemos conseguido
abolir las cadenas, somos felices producto-
res prosperando en un mundo de oportuni-
dades. Nada mas lejos de la realidad; ahora,
mas que nunca, las cadenas son gravosas y
limitantes porque se han instalado en lo más
profundo del ser humano, se han hecho parte
de uno mismo y no se es consciente de su
existencia; se está perdiendo el sentido de
realidad: eso tan tópico de ¿quién soy?, ¿de
dónde vengo?
La clase obrera reniega de sí misma y
admite sus cadenas, empieza a asumir los
valores e inquietudes de su opresor: la com-
petitividad, el egoísmo, la insolidaridad;
busca parecerse a su opresor y se sumerge
en el consumismo y la apariencia. Según
datos de las entidades bancarias, el nivel
de endeudamiento de la población empie-
za a ser preocupante. Recordemos aquella
época de las empresas madre que ofrecían
a sus trabajadores casa, educación para los
hijos, vacaciones... hasta que en el primer
conflicto laboral, estos trabajadores des-
cubrieron que estaban atados de pies y
manos, que dependían para todo de la
empresa. Hoy esto se consigue gratis, el
trabajador se entrampa hasta las cejas por
voluntad propia.
Y qué decir del interés con que se partici-
pa en las peleas de salón de las burguesías
nacionalistas. En un País Vasco que ha sufri-
do una reconversión industrial, en franca
decadencia en su sector agrícola y con unos
desastres ecológicos y urbanísticos llamati-
vos, asistimos emocionados a los dimes y
diretes de poderes luchando entre sí para
mantener sus privilegios; y encima parece
contagioso.
No se quiere asumir que para el capital
nada ha cambiado, ni siquiera las formas.
La cara amable que parecìó adoptar, la está
perdiendo a pasos agigantados.
No son buenos tiempos pero,como se dice,
quien tuvo retuvo, y estamos convencidos de
que la clase obrera recuperará su ser y su
esencia. Ya estamos viendo pequeños des-
tellos que nos demuestran que no todo se ha
perdido, que con trabajo y tesón podremos
reconstruir lo que un día fue el mayor motor
de progreso y transformación social.
Editorial
cnt
n°294 octubre 2003
3
3
Conciencia de clase
Redacción
Asistimos en los últimos tiempos a una ola
extremadamente conservadora, incluso
reaccionaria, empeñada en ocupar todos
los ámbitos de nuestra vida. El gobierno
de la mayoría absoluta del PP deja ya caer
sus últimas caretas y nos ofrece, bajo un dis-
curso ultra demócrata, lo que no es sino
una versión remozada de las más clásicas
concepciones franquistas.
Da igual que una inmensa mayoría de
la ciudadanía se haya manifestado en con-
tra de la guerra y de la implicación de
España en una ocupación infame, que haya
mostrado su repulsa ante la ruptura de la
tradicional neutralidad de nuestro país,
Aznar está empeñado en una cruzada per-
sonal por recuperar protagonismo inter-
nacional por ir de la mano del hermano
imperial del norte. Poco importa que sigan
sin aparecer las armas de destrucción masi-
va y que Irak se encuentre mucho peor que
antes de la invasión. Puede haber desapa-
recido el sátrapa pero como espléndida-
mente nos narra Manuel Revuelta en el
informe preparado para este número del
cnt, el país se ha convertido en una cloa-
ca de odio guerrillero, resentimiento popu-
lar e incipiente guerra civil. Todo un éxito
que nuestros gobernantes están empeña-
dos en vender como una restauración demo-
crática de un pueblo que nunca pidió
nuestra intervención.
Embarcado en la citada gesta imperial
no es extraño, por tanto, que nuestro país
realice el mayor desembolso en armamen-
to nunca visto y que aumente el presu-
puesto de Defensa, -6.744 millones de euros
este año- a la vez que nos lanza globos
sonda sobre la necesidad de recortar las
pensiones o de flexibilizar el mercado labo-
ral.
Y ya puestos, junto al ardor guerrero y
la gesta militar no podía faltar, de puertas
adentro, la enseñanza católica. España
puede ser un país en teoría laico, pero este
gobierno, enemigo de las ideas y la cien-
cia, de la razón, necesita ciudadanos sumi-
sos y obedientes ajenos a cualquier capacidad
crítica y, que mejor manera de adoctrinar
a la prole que desempolvar aquellas delicias
de la educación nacional católica que sufrió
toda una generación al dictado del caudi-
llo por la gracia de Dios. Con la LOCE, finan-
ciada con nuestro dinero para más INRI,
no sólo se nos impone la asignatura de reli-
gión sino que, además, bajo ella subyace una
clara intención de aumentar la influencia
y poder del tándem Iglesia-clase dominante.
En esa senda imperial hacia Dios, al PP
ya sólo le quedará reprimir y criminalizar
las voces contestatarias que vayan sur-
giendo, -algo a lo que ya se ha puesto con
inusitada efectividad- y el círculo irá cerrán-
dose. La pregunta que surge es si todavía
estamos a tiempo de parar esa avalancha.
La campaña que hemos comenzado contra
la educación religiosa en los centros edu-
cativos puede ser un primer paso, la cons-
tante repulsa al sistema militar e
intervencionista puede ser otro. Como decía
el poeta... se hace camino al andar.
Por sendas
imperiales
hacia Dios
Mutis
La clase obrera
reniega de sí misma y
admite sus cadenas,
empieza a asumir los
valores e inquietudes
de su opresor: la
competitividad, el
egoísmo, la
insolidaridad; busca
parecerse a su
opresor y se sumerge
en el consumismo y la
apariencia.
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