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Entrevista
cnt
n°293 septiembre 2003
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M. G. Blázquez y M. Cobo
Redacción
A
mediados del pasado mes de agos-
to, los portavoces del gobierno
español asentían una vez más a
las explicaciones de "defensa pro-
pia" esgrimidas por EEUU para dar
por cerrado el caso de esta muerte que no pare-
ce haber conmovido al gobierno de Aznar. Al
cierre de esta edición, la familia sigue espe-
rando una respuesta a las muchas preguntas
que se les plantean para pedir responsabilida-
des de lo que califican como crimen de guerra.
Javier y David Couso, hermanos de José, se
han significado en los últimos meses para man-
tener encendida la llama de las reivindicacio-
nes, para que no se olviden los crímenes
cometidos contra su hermano y otras muchas
personas durante el acoso, derribo del régimen
de Sadam Husseín y la posterior conquista del
territorio. Javier Couso nos recibe unos días
después de que, ante la embajada de EEUU en
Madrid, intentaran hacer una entrega simbóli-
ca de tres medallas con las que se condecora
como criminales de guerra al sargento Gibson,
capitán Philiph Wolford y al teniente coronel
Philiph de Camp, los tres militares de la terce-
ra División de Infantería que directamente inter-
vinieron en la muerte de Couso. Pero hubo
muchos más en la toma de decisiones. Y toda
una legión de justificantes del hecho en la que
han estado muy a la cabeza el propio presi-
dente Aznar y la ministra de Asuntos Exteriores,
Ana Palacio, quien, según muchos y la propia
familia, mejor hubiera estado callándose la boca.
Vamos camino de medio año desde la muer-
te de José Couso y seguís reclamando una
respuesta. ¿No ha existido ningún resulta-
do a vuestras peticiones?
Varios días después del asesinato hicimos un
escrito al Ministerio de Asuntos Exteriores con
varios puntos: qué acciones iba a iniciar el
gobierno español, que si conocían que el hotel
Palestina era objetivo militar y que quién se lo
había comunicado; cuál era la dotación del tan-
que y bajo qué mando estaba. Habían pasado
muy pocos días y era la petición de una fami-
lia para que el gobierno del país la amparara
ante un problema ocurrido en el exterior. Hubo
algún tímido acercamiento para mantener con-
versaciones, pensamos que para marearnos,
porque después no ha habido absolutamente
nada.
¿Os sentís despreciados, entonces?
Despreciados y desamparados. Si en teoría los
gobiernos sirven para este tipo de cosas, para
darte algo de dignidad frente a otras naciones,
cuando te atacan o tienes un problema en otros
países, pues a nosotros ni caso. Hay diferencia
en el comportamiento con el Gobierno ucranio
respecto a la muerte del periodista de aquel
país, Taras Protsyuk, que murió en el mismo
hotel. Este Gobierno presentó una reclamación
y sigue sin estar conforme con las explicacio-
nes de EEUU. Además, concedió la medalla de
trabajo a Taras, lo que supone una pensión para
la familia, además del apoyo moral que supone.
¿Vuestra reclamación es económica?
Nosotros no nos movemos por dinero.
Evidentemente, mi hermano José tenía un tra-
bajo con el que podía mantener a sus hijos y
de repente la familia se ha quedado sin nada.
Nuestro primer objetivo era ese, que no podí-
an dejar desamparada a la familia, se lo decía-
mos a la Televisión y al Gobierno. Tele 5, al
menos a nivel económico y moral, no ha deja-
do desamparada a la familia. Quizá entre otras
cosas porque quedaban con el culo al aire. Lo
de mi hermano es un caso excepcional pero es
un exponente de cómo está todo el mundo, de
las condiciones en las que se trabaja. Se han
retrocedido dos siglos.
¿Cuál era la relación laboral de tu hermano
con Tele 5?
Mi hermano era como la mayoría de los de Tele
5 y otras televisiones, su propia productora. Te
obligan a crear tu propia productora y ellos sólo
contratan a la productora. Así la relación labo-
ral es de empresa a empresa.
En vuestros argumentos de amparo hacéis
alusión a que en el Estado español hay casos,
como el de terrorismo, en el que se ayuda a
las víctimas. ¿Consideráis que la muerte de
José Couso es un acto terrorista?
Bueno, qué complicado (silencio).
Evidentemente, sí. Lo de Estados Unidos es un
acto terrorista, nosotros creemos que sí. No
enjuiciamos moralmente lo de unos o de otros,
Javier Couso, hermano del cámara español asesinado por las tropas de Estados Unidos en Bagdad
"Aznar es el asesino
moral de mi hermano"
S
e esfuerzan Javier Couso y los porta-
voces de la familia en afirmar que su
hermano no es el único asesinado. Es
simplemente una víctima injusta más de las
miles de muertes provocadas en la pobla-
ción civil y en otros trabajadores de la infor-
mación. De ahí que el movimiento de
protesta pidiendo responsabilidades por la
muerte de José trascienda ya de las reivin-
dicaciones iniciales. Es una pelea más con-
tra todas las guerras, contra todos los
asesinatos que provocan. Pocos días después
de que EEUU justificara la muerte de José
Couso como la respuesta acertada al "fuego
enemigo" que nadie vio, las tropas de este
país asesinaban a tiros al cámara palestino,
Mazen Dana, quien se acababa de identifi-
car unos segundos antes ante las mismas
tropas que lo mataron. El hecho ocurrió en
los alrededores de la principal cárcel de
Bagdad, después de ser atacada. Durante los
días cruciales en la toma de Bagdad por las
tropas atacantes se palpaba en el ambiente
que la multitud de informadores que no for-
maban parte del contingente acreditado ante
el Ejército de EEUU estaban siendo o podí-
an resultar muy incómodos para las previ-
siones de desinformación necesaria para que
por televisiones, radios y periódicos el públi-
co sólo se enterara de lo que quería el inva-
sor. De ahí que la muerte de Couso se
enmarque dentro de un premeditado plan
de acallar a los que hablan, de cerrar bien
cerrados los ojos de los que miran. En el
Informe del Comité para la Protección de los
Periodistas publicado en EEUU el 25 de junio
de 2003 se comprueban las multiples con-
tradicciones de los militares y la certeza de
que desde el Hotel Palestina nadie atacaba
a las tropas estadounidenses. También se
hace alusión a cómo una de las primeras
cosas que enseñan a los tanquistas es a ata-
car o acabar con el vigía. Hecho esto, des-
pués todo es mucho más fácil. Los vigías en
aquellos momentos resultaron ser los muchos
"Josés Cousos" de todo el mundo que con sus
trabajos estaban demostrando la falacia de
una guerra que, si es que una guerra lo nece-
sita, pasados tantos meses sigue sin tener su
justificación. Unas horas antes de disparar al
hotel Palestina, el ejército de los EEUU ata-
caba la sedes de las televisiones Al Jazeera y
la de Abu Dhabi. Algo similar hicieron en
Afganistán y la OTAN tuvo su "equivocación"
correspondiente contra la televisión yugoslava
mientras bombardeaban Serbia. Demasiadas
coincidencias para sumarlas a la lista de las
equivocaciones. Afirma Javier Couso que su
hermano llevaba en la cámara, como otros
muchos informadores, pegatinas de "No a la
guerra". La misma guerra en la que se empe-
ñaron los que le mataron, los que montaban
en tanques tan precisos que nunca se equi-
vocan. La tecnología punta al servicio de la
muerte. Tampoco se equivocaban, según
Javier Couso, los que ordenaron el disparo.
"Que se inventen cuantas teorías quieran, el
hecho es que todo el mundo sabía quiénes
estaban allí: fue un disparo intencionado".
Disparo intencionado
A veces hay que sufrir la muerte dos veces. O tres, si se sigue negando la evidencia y
justificando el asesinato de los inocentes. Algo así está ocurriendo con la reiterada
justificación del asesinato de José Couso por tropas de Estados Unidos en Bagdad.
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