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n°293 septiembre 2003
Sindical-laboral
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Javier Ortiz
C
ándido Méndez voló para llegar cuan-
to antes a Puertollano y anunciar a
los cuatro vientos que Repsol YPF
cumple todas las normas de seguridad. ("Los
estándares de seguridad del sector", dicen él
y los suyos. Son así de finos los sindicalistas
de ahora.)
Fijada la línea correcta, los demás jefes
de los sindicatos mayoritarios que es como
se hacen llamar los que cuentan con una
burocracia más añeja y nutrida, por insig-
nificante que sea su afiliación insistieron
en la idea: puesto que Repsol ya se había
puesto de acuerdo con ellos para formar
una comisión conjunta de investigación,
todo estaba en las mejores manos posibles.
Pero llegaron los trabajadores de las sub-
contratas y los pusieron de vuelta y media.
Les dijeron de todo, de «vendidos» para
arriba. Hasta hubo quien los llamó «trai-
dores» (cosa que la verdad es que no enten-
dí muy bien a cuento de qué venía, porque
ellos siempre han sido así).
Incluso los zarandearon.
Vi imágenes de la refriega. Me llamó par-
ticularmente la atención con qué empeño
alguna gente próxima a Méndez y Fidalgo
gritaba «¡Unidad, unidad!».
¿A qué unidad se referían?
Es lógico reclamar la unidad de aquellos
que están en una posición similar y tienen
unos intereses comunes. Pero en el seno de
eso que algunos se empeñan en seguir lla-
mando «la clase obrera», hoy en día, en el
mundo capitalista desarrollado, existe tal
diversidad de intereses que bien puede
hablarse de auténticas diferencias de clase.
La realidad social del trabajador cualifica-
do y con un contrato indefinido de los de
antes tiene muy poco que ver con la del
obrero eventual, o con la del subcontrata-
do, o con la del inmigrante.
No se trata de diferencias circunstancia-
les. Son contradicciones. Porque la relativa
seguridad en la que vive una cierta franja
de la población trabajadora occidental se
asienta sobre la existencia de muy diversos
y muy numerosos colectivos que sopor-
tan regímenes laborales de inseguridad y
de sobreexplotación excepcionales.
He oído que las diferencias de estatuto
laboral existentes en la refinería de Repsol
YPF son enormes. En horario, en condicio-
nes de trabajo, en sueldo. Los subcontrata-
dos se han unido para reclamar. ¿Por qué?
Porque están muy mal. Y los jefes de los
sindicatos oficiales y quienes se sienten
identificados con ellos no los respaldan.
¿Por qué? Porque ellos no están tan mal,
ni mucho menos.
Antes solía decirse en plan pedante que
el ser social determina la conciencia. Puede
expresarse de manera mucho más llana y
directa: cada uno habla de la feria como le
va en ella.
Todavía hay clases. Comprendo que a
personajes como Méndez y Fidalgo les cues-
te entenderlo, pero es así de sencillo: lo
que vivieron el lunes en Puertollano fue un
episodio de lucha de clases.
Que se vayan haciendo a la idea de que
es imposible estar a la vez en misa y repi-
cando. O en la manifestación y poniendo
el cazo.
Extraído de la página web de Javier Ortiz
Martes, 19 de agosto de 2003
debió producirles la capacidad auto organi-
zativa de éstos. Así pues la actitud de
Comisiones es de zapa, y la CNT simplemen-
te se ha limitado a mostrar su solidaridad en
la medida de sus posibilidades y aplaudir los
esfuerzos de los trabajadores.
Esa misma tarde representantes de las sub-
contratas y de los trabajadores se reúnen y
los primeros tratan de convencer a los repre-
sentantes obreros para volver a trabajar,
pidiendo unos servicios mínimos. Finalmente
los representantes de los trabajadores se reti-
ran para hablar con sus compañeros.
El jueves por la mañana, tras la reunión
por empresas, se decide no entrar a trabajar
pese a la ilegalidad de esa huelga espontá-
nea y se decide un comité de huelga encar-
gado de legalizar la situación.
Pese a la decisión de los trabajadores la
información entre representantes y repre-
sentados es defectuosa y los delegados
comienzan a ser desbordados por los acon-
tecimientos. El alcalde se ofrece a mediar por
los trabajadores siempre y cuando estos uti-
licen sus "representantes legales".
Por la tarde trabajadores y patronal se
vuelven a reunir, pero ésta exige que la CNT
sea expulsada y así ocurre. Los empresarios
comienzan a enarbolar el despido como medi-
da intimidatoria.
El viernes veintidós de Agosto la Junta de
Castilla La Mancha reúne a todas las partes:
Plataforma de trabajadores, Ayuntamiento,
Repsol, Patronal de Puertollano y otras
empresas afectadas así como a UGT y CC.OO.
De los seis representantes elegidos sólo se
permite ir a tres de ellos (uno de UGT), y
desde CNT en previsión de problemas se insis-
te en que lo más importante es no firmar
nada sin contar con todos los demás, sin con-
sultarles. Tras cinco horas de reunión se firma
sin consultar un acuerdo, idéntico a otro
incumplido desde 1999, y se anuncia el fin
de la huelga.
El sábado veintitrés los trabajadores se
enterarán del fin de la huelga por la prensa.
Cunde el desánimo y se dan roces entre la pla-
taforma y los tres elegidos para la reunión del
día anterior. Pese a todo al final se decide
aceptar lo firmado sin consultar con las asam-
bleas.
En cualquier caso y pese al actual senti-
miento de derrota, las consecuencias a medio
y largo plazo están por ver.
Lucha
de clases
Los trabajadores de Puertollano se manifiestan para exigir más seguridad y denunciar las muertes.
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