Vida Confederal |
Al rescate de la memoria silenciada |
Carta abierta del secretario local de Madrid ante la agresión fascista
El martes 31 de julio cuando regresaba a mi casa, me dirigí a recoger el correo del buzón; entre distintos papeles publicitarios encontré un papel, tamaño cuartilla, donde se nos amenazaba de muerte a mí y a mi compañera. Entre otras estupideces, afirmaban con letra mayúscula: "muerte al rojo", "sabemos dónde vives, dónde trabajas, dónde encontrar a la puta de tu novia", "vigila tus espaldas","primer y último aviso". Firmado en la parte inferior con un "patria o muerte" sobre una bandera española, la nota estaba escrita con notables faltas de ortografía (lo que nos da una idea de lo tarugos que pueden ser estos tipos). A la mañana siguiente me dirigí al juzgado de guardia, y después de escribir la denuncia pregunté a la funcionaria si podía admitirla por trámite de urgencia ya que creía que era algo serio y que corría peligro; el juez de guardia respondió que hasta que no me agredieran, ellos no podían intervenir. La primera impresión es que las amenazas se trataban de una estupidez, pero después de hablar con algunos compañeros del sindicato decidí darle cierta importancia (aunque esa noche dormí estupendamente). El jueves 2 de agosto, cuando salía de casa a las 6.40 h y dentro del portal, un individuo se me echó encima por la espalda, dándome un golpe en la cabeza con una barra de hierro, como siempre voy en bicicleta se la dejé caer encima y quizás esto me libró de un segundo golpe. Aturdido intenté salir corriendo a la calle pero otro individuo, que estaba esperando fuera del portal, me propinó un fuerte golpe en las costillas, entonces caí al suelo, donde recibí una andanada de golpes en la cabeza con la barra de hierro, mientras otro me lanzaba patadas por todo el cuerpo. No sé si oyeron algún ruido, pero salieron corriendo y gritando "te vamos a matar, mañana mataremos a tu novia"; en ese momento agarré a uno de ellos por los pies lanzándole varios golpes, ellos cerraron brutalmente la puerta del portal pillándome el brazo derecho con ella... y ahí me quedé tirado, en el puñetero suelo, sangrando y con la cabeza aturdida, intentando saber qué había ocurrido. Estuve largo rato pensando qué podía hacer y me decidí por subir a casa, despertar a mi compañera para que me llevara al hospital. Que mi compañera me viera así me dolió mucho más que los golpes, pero pensé que si hubiéramos llamado a la policía aquello se hubiera convertido en un espectáculo dantesco (aparte de que ya sabemos cuán inteligentes son las fuerzas de seguridad y primero, me hubieran interrogado y luego, me hubieran llevado al hospital) aunque no sé qué hubiera sido peor, porque en el hospital tardaron 4 horas en atenderme y encima te atienden como si el que hubieras agredido a alguien fueras tú. En esa misma mañana me puse a intentar recordar detalles de lo ocurrido para poner la denuncia, recordé que los dos individuos llevaban la cabeza tapada con un pasamontañas de nylon, uno de ellos vestía pantalones azules de pinzas y unos zapatos de cuero negro con cordones y puntera redonda; el otro, sueter negro de manga larga, pantalones vaqueros negros y zapatos del mismo color. Estas tres denuncias han sido archivadas en otros tantos juzgados por autor desconocido. La primera en ser archivada sólo estuvo un día en un juzgado, las explicaciones eran bien fáciles: ellos no se van a molestar en buscar a los culpables, ESO YA LO SABÍA YO. No me parece que esto sea una típica agresión de un grupúsculo fascista, ya que necesitaron recabar demasiada información y vigilarme durante semanas, puesto que mi trabajo no me ata a un horario estricto. Además de que a las 6’40 de la mañana es demasiado temprano para un nazi descerebrado; más bien parece la obra de personas bien organizadas, con información (que parece sacada de un fichero policial) y con mucho tiempo libre. Ya sabemos que algunos tienen ciertos trabajos que les permiten dedicarse a estos menesteres ya sea durante o fuera de su trabajo. Asimismo, la ropa que estos dos individuos vestían no era la habitual de alguien que pudiéramos llamar skin o nazi; más bien parece la de unos matones "con dedicación exclusiva o a tiempo parcial". De momento, en el sindicato no descartamos ningún móvil: puede venir de mi trabajo, ya que soy delegado de la sección sindical desde hace un año; puede que venga de mi actividad dentro del movimiento antiglobalización; puede que venga por mi actitud de enfrentamiento constante contra las "fuerzas del orden"... En definitiva, estoy seguro de que esta agresión se debe a mi militancia en la CNT, ya que en la actualidad soy secretario general de la F.L. de Madrid. La verdad es que desde hace dos años la CNT sufre un particular acoso: varios atentados con bomba, un compañero asesinado mientras repartía panfletos en la Estación de Atocha, seguimientos policiales hasta la casa de varios/as compañeros/as. Algunos pensarán que esto nada tiene que ver, pero la campaña de acoso y derribo tiene varios frentes: uno, los medios de comunicación que se encargan de poner a la sociedad contra los movimientos sociales; otro, el Estado, a través de sus perros guardianes, ya sea infiltrándolos en nuestras organizaciones ya mandándolos a las calles a masacrarnos (Gotemburgo, Barcelona, Génova...). Tras 18 años de militancia en el movimiento libertario y anarcosindicalista, siempre he tenido la sensación de que un día me tocaría a mí. Ya he visto demasiada gente caer a mi alrededor pero siempre he estado aquí. Estos días creí que me tambaleaba; cuando te ocurre una cosa así te gustaría perder los nervios y salir a buscar unos cuantos de éstos desgraciados y arrasar todo Madrid, pero busqué la solidaridad de mis compañeros porque yo solo no puedo enfrentarme a una situación que puede hundirte en el miedo y la desesperación. Son este tipo de circunstancias las que me afianzan en la necesidad de organizarme con gente como yo, no sólo por el lado egoísta de salvar mi culo, sino por un sentimiento solidario de implicarme en las injusticias que sufren otros/as. Esta es una lucha muy larga, para cambiar este mundo necesitamos ser todos/as. El miedo es un sentimiento digno, pero no debe paralizarnos sino que nos debe llevar a la conclusión de que necesitamos de los demás para enfrentarnos a él y a quienes nos lo provocan. Esta carta la escribo desde la mesa del sindicato porque hoy estoy aquí y mañana también. Nunca he tenido ningún motivo para esconderme, mis compañeros/as y yo siempre hemos luchado a cielo abierto, sabiendo a qué nos arriesgábamos, sabiendo que vendrán a por nosotras/os pero que no se equivoquen, siempre hemos estado preparados/as. Por último, quiero agradecer a todas/os las/os compañeras/os que nos han apoyado. A tí te debo, compañera, estar hoy aquí sin que me tiemblen las piernas CNT de Madrid |
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