Desde Bolivia
No olvidemos, no perdonemos
Estel Negre
Desde la selva boliviana llega la denuncia de un personaje de nuestra historia reciente, Antonio García Barón, que con 14 años se incorpora, en el 36, a la Columna Durruti para luchar contra el fascismo, y tres años más tarde, después de luchar contra los nazis y conocer los campos de concentración franceses, es detenido y recluido en el campo de exterminio de Mathaussen. Mientras estuvo secuestrado, observó como la actitud de los anarquistas sorprendía a Bachmayer, el comandante del campo de exterminio, con lo que García Barón tuvo acceso a información privilegiada que ahora siente la necesidad de explicar al mundo, cumpliendo la promesa que se hicieron en aquellos duros tiempos, "si alguno sale vivo, que lo cuente todo, el mundo ha de saber". En abril de 1941 Himmler, el máximo responsable de las SS visitó Mathaussen y en un corto intercambio de pareceres, éste confirmó que era cierto que Franco había solicitado por medio de Serrano Súñer, el exterminio en Mathaussen de los "rojos españoles" que detuvieran en el exilio: "España y la Iglesia no os quieren, os odian más que nosotros mismos. Han elegido el campo más terrible, el más especial, de donde no sale nadie vivo. La Iglesia os odia, no olvidemos que Serrano Súñer es jesuita".
En septiembre de 1944 la guerra se les había complicado a los alemanes, que entonces ya habían reducido a 4,5 millones de personas a cenizas en el crematorio de Mathaussen, almacenados en pequeños botes de los que una cucharada de café suponía los restos de diez personas. Entonces sometieron a Antonio a la "operación Z", un tiro en la nuca con un arma descargada, para que todo el mundo le diera por muerto, y cuando él le preguntó al comandante por qué, éste le respondió "España (así le llamaba) desde ahora estarás en posesión del secreto mejor guardado de las SS. Sabrás lo que se ha ordenado hacer con el campo, con los informes, con todo"; le condujo a los subterráneos, y mostrándoles los botes de ceniza, siguió largando: "mira con tus ojos, porque todo esto desaparecerá". Antonio le preguntó por el número de españoles que estaban metidos en esos botes (una buena parte de anarquistas que habían luchado en el 36 contra Franco): "unos cuantos más de 100.000, entre 120 y 130 mil, no tengo las cifras exactas porque algunos se han quedado sin censar". Las cifras oficiales (la graciosa majestad de España llevó flores a Mathaussen) calculan entre 4000 y 6000 los españoles ejecutados, pero Antonio asegura que los documentos que encontraron las tropas aliadas habían sido manipulados por los nazis para ocultar la magnitud de la tragedia.
Desde su autoexilio en la selva, Antonio recibe con agrado las visitas de turistas, y con no tanto agrado, la de la guardia civil y los Geos y hasta un sacerdote, de los que asegura haber recibido amenazas, porque este antifa no descansa: ha redactado un informe en donde se detalla toda la responsabilidad del gobierno español y de la Iglesia católica en el affaire de Mathaussen que ha sido enviado a asociaciones de Derechos Humanos, y está dispuesto a comparecer ante un tribunal internacional que estudie los hechos. Incluso fue invitado por TVE a ser entrevistado, le pagaban los gastos, le arreglaban el papeleo... Antonio sólo puso una condición: hablar en directo y sin interrupciones. No se volvió a tratar el tema.
A Antonio, a pesar de su lejanía de la civilización no se le escapa detalle en cuanto a los intentos de reorganización de los nazis aprovechando el olvido: "en España, los cabezas rapadas hacen lo mismo que los nazis en los años 30: amenazan y atacan teniendo consideraciones por parte de la fuerza pública, que les protege para que el pueblo no los corrija. Los nazis siguen teniendo mucho dinero, robaron muchísimo, y aunque se les haya descubierto una parte en Suiza, hay mucho más con el que viven y publican propaganda. La costa levantina española está llena, viven en bonitos chalets, y desde España sacan la propaganda al exterior, eso es de dominio público. Aquí tengo una foto de Heribert Heim, el que fue comandante médico de Mathaussen y del que se asegura que es el nazi número uno buscado por los cazanazis israelíes (este tipo solía tener una calavera humana en su despacho, que iba cambiando así que encontraba una más bonita) ¿Quién lo escondió, quién le dió papeles nuevos? ¿A cuantos miles de nazis acogieron? Todo esto sigue a la orden del día, el pueblo ha de ir muy alerta con esta gentuza. Las jóvenes generaciones ignoran lo ocurrido, a veces lo juzgan inconcebible, pero estamos hablando de monstruos, aunque ese adjetivo suena como un cumplido al referirnos a ellos".