Contraportada |
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Nuestra visita al planeta azul |
Títeres y peleles |
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Sus líderes saben más que el resto y se aprovechan de ello dejando a la población encantada, robotizada, ante miles de mensajes desviatorios para ver otra realidad que predican sus gobernantes. La gente no está preparada para que nos dejemos ver y sus líderes lo saben y tienen razones sobrantes para realizar una gran campaña mundial de concienciación. Adoptan actitudes estúpidas que no entendemos, como el odio que pueda generar un terrícola hacia otro terrícola sólo porque su color de piel es diferente. Con la capacidad mental tan enorme que tienen los terrícolas y lo salvajes que son, no aprovechan ni el 5% de su capacidad. Desde luego, esta raza hubiera podido ser de las más respetadas del universo conocido. Consiguen hacer adoptar actitudes ilógicas al resto de la población consiguiendo su lenta autodestrucción. Nos volvemos desilusionados y con bastante pena para los terrícolas, verdaderos esclavos manipuladamente egoístas. No damos muchos siglos de esperanza de vida a los terrícolas. La cuenta atrás está en marcha y no hay retroceso. Una especie interesante y mal aprovechada. Galaxia Alfa-Centauri Extraído de am-ba-fa-da nº 21k |
Seamos realistas, pidamos lo imposible. Este viejo, aunque no obsoleto, axioma del vilipendiado mayo del 68, tiene hoy tanta o más vigencia que ayer. La política es, dicen los políticos, el arte de lo posible, y lo posible es para los políticos lo que hay, un territorio limitado y acotado, estrecho y contrahecho, que no delimitan ellos sino sus amos, que siguen siendo los de siempre, aunque se camuflen y enmascaren con las más diversas coartadas, aunque ya no se atrevan a invocar ni la gracia de Dios, ni el derecho divino, ni la sangre, ni la fuerza, para imponer sus privilegios y sus dictados. La libertad ya no se confunde con el libertinaje sino con el liberalismo y la democracia formal no es más que farsa farisaica, paripé, ritual degradado y trucado que no admite más cambios que los que tienen como objeto dejar las cosas como estaban. El que esta burda parodia, este simulacro de trampa y cartón, siga vigente y pimpante, no es fruto de la reflexión sino de la resignación. Los votantes, por ingenuos que sean, no creen en un mundo mejor sino en un mal menor que es el único bien que sus mediocres representantes pueden ofrecerles tras ganar unas elecciones. Cambian las siglas pero el escenario permanece, cambian los nombres pero no los hechos. En el marco de la democracia formal, más virtual que nunca, las ideologías, pero también las ideas, son un lastre más o menos decorativo a la hora de los mítines que no de los hechos. Ya ni siquiera respetan las apariencias que es lo único que les queda. Después de los últimos comicios estadounidenses la democracia en el gran Imperio americano ha mostrado su insignificancia, su inanidad, su carácter puramente superfluo. Los recuentos manuales, las papeletas defectuosas y las trifulcas judiciales, las demoras y las trampas proporcionaron a medio mundo una imagen propia de unas elecciones en Guinea Ecuatorial, pero en el fondo no importa mucho porque tal y como están las cosas, incluso un pelele como Teodoro Obiang, antiguo cipayo "educado" militarmente en Zaragoza que fue el último de su promoción podría llegar a ser presidente de los Estados Unidos, sin que sus súbditos, que somos casi todos, notáramos la diferencia. Tampoco la notaríamos si en vez de Bush hubiera salido elegido Gore, o si en Gran Bretaña, hoy sucursal del infierno gobernara la señora Thatcher y no Tony Blair. El poder político es un poder vicario, sometido y cómplice de los grandes intereses económicos de las grandes corporaciones. Siempre fue así pero hoy lo es más porque ya se ha descorrido el último velo del pudor. Hace unos días, un alto ejecutivo hablaba de la multinacional para la que trabajaba como la nación Nestlé. Ya lo saben si alguién necesita una bandera, una causa y una nómina que trate de enrolarse como mercenario en las tropas de Mc Donalds, en las legiones de Mitsubishi, o en las mesnadas de Microsoft. Así viene el medieval futuro que nos espera. Moncho Alpuente
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