AL SERVICIO DEL CRIMEN

Cristóbal Moya

Poco a poco la multinacionalización del crimen se ha ido asentado e imponiendo de tal manera que ya es prácticamente imposible no verla, no tocarla en cualquier gesto político, en cada noticia – interesada – que se nos da. Ese crimen no es otro que el del robo, la extorsión, la mentira y la exclusión que toma su forma más perfeccionada en la acumulación de capitales, en su más que libre circulación y en las leyes y reformas que gobiernos democráticos sancionan cada cierto tiempo para legitimar sus "profecías autocumplidas" sobre las bondades del mercado y todo lo que de ellas emane.

Mediante una rápida mirada, podríamos situar los comienzos, o más bien la eclosión, de este imperio en las reformas llevadas a cabo por los gobiernos conservadores - década de los ochenta - de Reagan y Thatcher, reformas que tuvieron como piedras angulares la captación y desregulación de capitales procedentes del narcotráfico y demás mafias, legislaciones que extremaban los procesos privatizadores hasta límites que rozaron y rozan la paranoia, así como la recreación por mil de paraísos fiscales con el único fin de hacer más fluida la circulación de capitales, vinieran de donde vinieran. Del mismo modo, se comenzaba a escribir en mayúsculas el nuevo credo político que habría de ser la máxima, a partir de entonces, de los parlamentos bipartidistas occidentales: "socialización de las pérdidas, privatización de los beneficios". Pero está claro que este proceso sólo podía darse bajo condiciones de connivencia entre el bipartidismo reinante (conservadores y socialdemócratas-conservadores, en Europa; republicanos y demócratas en USA, etc.) en el mundo conocido, cuyos mentores no fueron otros que la banca, el préstamo fácil y la fiscalización del discurso político, se imaginen los políticos lo que se imaginen y nos vendan lo que quieran vendernos. Por otro lado, y más que nunca, era necesaria una connivencia manifiesta y estrecha entre esos gobiernos social-conservadores y las centrales sindicales "mayoritarias" para sacralizar en ropaje obreril lo que iba a ser la pérdida sistemática y continuada de derechos y beneficios adquiridos a lo largo de décadas de luchas y enfrentamientos, de conquistas y sacrificios por parte de la clase trabajadora. Los "media" harían el resto. El proceso de subproletarización en el primer mundo estaba servido.

 

Sólo quedaba, pues, un pequeño detalle que los policías económicos internacionales (BM, FMI, OMC,...) se encargarían de llevar a cabo: la conversión de los países del Sur en países empobrecidos en virtud de políticas económicas de ajuste y pagos milmillonarios ya no sólo de la deuda externa, contraida, en su mayor parte, por oligarquías que siempre supieron escurrir el bulto y la responsabilidad, sino de los intereses que, por regla general, duplican y cuadruplican esa deuda. Pero por qué no vamos un poco más allá, se preguntan los detentadores del Mercado? Organicemos, pues, guerras en las zonas más ricas de Africa, por ejemplo, aprovechando la desestructuración de sus espacios politico-sociales (pensemos sólo en Sierra Leona, Angola, R.D.Congo). Y así lo hacen. Millardos y millardos de dólares, en forma de tráfico ilícito de diamantes, oro, petróleo, minerales radiactivos y estratégicos y otras perlas del subsuelo, están enriqueciendo actualmente y hasta límites insospechados a ciertas multinacionales que a cambio de sus beneficios en bolsa pagan absolutamente nada y casi siempre en armas, multinacionales que animan de paso al Banco Mundial a seguir practicando la usura, el préstamo, allá a donde ellas dirigen su mirada, su bota, sus espuelas.

 

Tal vez por ello, sin salir de los márgenes de Europa, y a la luz de esas prácticas opacas que emergen con la privatización y la rentabilidad a toda costa, podamos explicarnos la locura de las vacas, la aftosa que asola a los cerdos, los trenes que sin cesar asesinan en Inglaterra, los "accidentes" medioambientales que asolaron Andalucía, el aumento de accidentes laborales y su progresión de muertos asesinados en este 2001 en España, el aumento del empobrecimiento de capas cada vez más densas de población en toda Europa, el perfeccionamiento de leyes contra la emigración, el papel ya descaradamente homicida de estructuras policiaco-militares como la OTAN, la alabanza sin contemplaciones a la Globalización del mercado y sus homicidios colaterales, la dictadura cada vez más férrea que ejercen los media, la criminalización paulatina y la condena al ostracismo de todo lo que huela a crítico y/o radical en sus pronunciamientos, el intento de liquidar la acción social de las políticas gubernamentales, las reformas continuas a favor de la flexibilización del "mercado laboral" que instrumentalizan, empobrecen y esclavizan al trabajador, la liquidación mediante la liberación de los pocos espacios públicos y sociales que iban por ahí quedando como son la educación, la sanidad, el medio ambiente, la cultura, sectores estos que no tardarán mucho tiempo – es "su" proyecto - en caer en manos de las transnacionales con el Acuerdo General de Comercio y Servicios (CGCS), impulsado por la OMC (Organización Mundial del Comercio) y su otro brazo ejecutor: la Unión Europea

 

Así la evolución que el neoliberalismo nos quiere imponer tiene mucho más que ver con la involución hacia la caverna y hacia la choza, en detrimento de la apertura y la comunicación, la solidaridad y el apoyo mutuo que el tiempo y las luchas colectivas han ido forjando. La desaparición paulatina de los movimientos sociales, su integración, su asimilación a los paradigmas que de Arriba emanan, subyugados por imaginarios políticos y las prebendas que nunca han faltado para convertirlos en puras correas de transmisión, han ido dejando al cuerpo social – a los trabajadores y trabajadoras, fundamentalmente – inermes y desarmados frente a toda una avalancha de falsas ideaciones neoliberales que sólo decretar muerte saben. Al mismo tiempo, los detentadores del Dinero han sabido ir perfilando fórmulas de gobierno basadas en el bipartidismo, que, a la postre, han demostrado no ser más que una unidad bicéfala cuyas cabezas pensantes no son más que la voz que del neoliberalismo único suena. Voces éstas que, a su vez, han ido comprando, atando, pacificando esas estructuras llamadas sindicatos de oficio cuya corresponsabilidad con el actual estado de cosas no escapa a nadie.

 

La situación, pues, en la que nos han hecho naufragar es difícil de ser superada, en primer lugar, porque el empobrecimiento moral que se ha operado en la clase trabajadora, única capaz de mover y transformar, no se ha basado sólo en su marginación y en su exclusión sistemáticas, sino también en un fuerte proceso de fragmentación y aparcelamiento con unos métodos tan fuertes y refinados de conductismo sicológico e individualización que hace que por todos lados se imponga la confusión, la anomia, la apatía y, en fin, la desesperanza de una interpretación colectiva de este diseño neoliberal al servicio del crimen en el que estamos sumidos y que, si una vez tuvo sus valedores en las políticas conservadoras, desde hace tiempo también los ha encontrado en los socialdemócratas de la "tercera vía" y en un sindicalismo oficializado, dócil e integrado. Unos y otros han hallado en la corrupción de la palabra – y los deseos - por la propaganda hegemónica la mejor vía de acceso, de supervivencia y, cómo no, de desarrollo endogámico, hasta tal punto que muchas cábalas habría que hacer para delimitar con una cierta precisión dónde comienzan los intereses de unos y dónde los intereses del Mercado y de sus mafias más o menos blanqueadas. Ahora bien, si es el beneficio – para unos pocos - únicamente lo que cuenta y si el neoliberalismo es práctica a la vez que ideología, la línea de puro delgada ya no da para más coartadas.