ECOLOGÍA ACTITUDES ÉTICAS ANTE LA VIVISECCIÓN

Las áreas en las que maltratamos a ese colectivo zoológico ficticio al que denominamos "animales" son innumerables, y la agresión se lleva a cabo en terrenos tan dispares como el ocio, la alimentación, la moda, los espectáculos, el deporte o la investigación. Centrándonos en el área de la experimentación con animales, lo cierto es que mucha gente, incluso ajena a la filosofía animalista, asumiría que la prohibición de los zoos, la industria peletera, las corridas de toros o las carreras de galgos no afectaría en gran medida a nuestro bienestar, y que por tanto podríamos prescindir de esas "ofertas". Pero, ¿qué sucede con la vivisección? ¿Tenemos que aceptar el trabajo de los investigadores como un deber desagradable pero necesario para nuestra salud? Lo cierto es que podemos aceptar dócilmente los mensajes amenazantes y al mismo tiempo esperanzadores de la industria de la investigación, o analizar el fenómeno de manera global y más crítica.

 

El primer error que suele cometer el gran público a la hora de abordar esta compleja realidad consiste en creer que la experimentación con animales tiene lugar única y exclusivamente en el área de la medicina y la farmacología. Pero la cruda realidad nos muestra que una parte significativa de los animales a los que se maltrata en pruebas de laboratorio se llevan a cabo en campos como el militar, el espacial, el de la cosmética o el industrial.

 

Pero incluso cuando entramos en el terreno de la investigación médica, nos encontramos con numerosas situaciones tan absurdas como obscenas. Las pruebas sobre drogodependencias o las que se realizan en el campo de la psicología son tan sólo algunos de los ejemplos más inmorales. ¿Qué información podemos obtener de convertir roedores sanos en alcohólicos, o de obligar a monos a inhalar humo hasta provocarles cáncer, que no obtengamos de la ingente cantidad de datos que nos ofrecen a diario los miles de personas aquejadas de estas dolencias en la consulta del doctor? ¿Qué nos puede enseñar el hecho de inducir conscientemente a la depresión a un bebé mandril que es arrebatado a su la madre? ¿Acaso no hay ya suficientes enfermos mentales humanos de los que obtener conocimientos realmente valiosos? Estas realidades son tan delirantes y obscenas como parecen.

 

Como otros muchos fenómenos de violencia humana unilateral, éste puede abordarse desde un prisma ético o científico-técnico. Si bien, en pura teoría, podemos hacerlo exclusivamente desde éste último, los animalistas creemos que tener en cuenta el primero es no solo imprescindible, sino prioritario. Entre otras muchas, la ideología animalista se inspira en la idea de que no existe lo que podríamos llamar un sufrimiento "humano" y otro "animal". Tan sólo existe el sufrimiento. La terrible experiencia del dolor. Y esta percepción resulta tan indeseable para unos como para otros. Aquí la especie poco tiene que ver. Aceptando este hecho incuestionable, debe entenderse que el mismo grado de padecimiento ajeno debería tener por nuestra parte la misma consideración teórica. Aceptar como más deseable el dolor de un conejo que el de un ser humano, es tan injusto como aceptar lo mismo entre personas negras y blancas, niños y adultos, pobres y ricos, o mujeres y varones. Podemos poner en práctica la discriminación que deseemos, pero cualquiera de ellas será injusta. Por ello, entendemos que, analizado moralmente, la salud y el bienestar individual es tan importante para nosotros como pueda serlo para un perro, un pez, o una rana. No debemos olvidar que aún en el hipotético caso de una cierta eficacia de la vivisección, estaríamos ante un mero intercambio de "dolor por dolor". Pasando al terreno de lo científico-técnico, y prescindiendo de cuestiones ético-morales, incluso el más entusiasta vivisector aceptará como válida la teoría de que, si queremos obtener datos realmente significativos sobre una enfermedad concreta, deberemos estudiar los modelos más próximos al hecho que nos interesa. Esperar obtener informaciones válidas de inocular artificialmente cáncer de próstata a mujeres esperando averiguar algo con lo que poder curar esta dolencia en los hombres, es tan absurdo como anticientífico.

 

Las variables que entran en juego en el desarrollo de una patología incluyen factores ambientales, sociales, y en gran medida individuales, de manera que ante una situación idéntica, los resultados son muy diferentes, cosa que ya sabíamos porque todos conocemos personas ancianas fumadoras que gozan de excelente salud, mientras otras fallecen de cáncer de pulmón en plena juventud.

 

El secreto de la buena salud no está tanto en los asépticos laboratorios, sino en aplicar un elemental sentido común y utilizar de forma eficaz toda la información obtenida de la observación y la experiencia de siglos, y que no requieren el sufrimiento de seres inocentes. Tan sólo una pequeña parte de los medicamentos comercializados (tras causar un gran daño a seres inocentes) son realmente importantes para nosotros. Y la realidad es tozuda respecto a las causas de la mayoría de nuestros problemas de salud: unos hábitos de vida incorrectos, que además sabemos cómo corregir. Una alimentación mas racional, hacer ejercicio, evitar el estrés, no ingerir sustancias nocivas conscientemente y otros pequeños secretos por todos conocidos son más efectivos que cualquier otra cosa. Sirva como ejemplo especialmente revelador que el tabaquismo causa más sufrimiento y número de muertes que el SIDA o que algunos tipos de cáncer. Tras conocer estas evidencias, resulta egoísta e injusto que queramos obtener lo mejor de nuestros vicios y actitudes irresponsables, mientras involucramos a seres inocentes para tratar de contrarrestar los efectos nocivos de nuestra conducta. La vivisección es hoy una manifestación más, sólo una más, del estado de sometimiento masivo a individuos indefensos (animales no humanos) que jamás haya existido.

 

Vitoria-Gasteiz, 24 de abril de 2001 Para más información: 656-77 29 50 y 656-75 47 20 atea@wanadoo.es

 

COMUNICADO DE ATEA