25 AÑOS POETIZANDO EL ANARQUISMO

Iván Darío Álvarez, titiritero

Rafael Uzcátegui


 

 

Iván Darío Álvarez, titiritero

 

"Cuando hice mi primer títere, fruto del azar y la imaginación torpe, el pequeño fantoche de papel descolorido y grotesco fluyó ante mi sorpresa como viento huracanado. Poseyó mi mano y al depositar en mí su destino me condenó a ser el ojo secreto que vigilaba y dirigía todos sus actos. ¡Es extraña la sensación de ser un Dios tutelar! Desde entonces comprendí por qué el titiritero ocupa una misteriosa parcela de lo sagrado, pero con la sonrisa oculta del bufón" Iván Darío Álvarez. El titiritero y su doble

 

La Libélula Dorada es un grupo de teatro de títeres que, enclavado en el corazón de Bogotá, se ha vestido de gala este año para celebrar sus 25 primaveras de existencia. Maquillado y gesticulando con manos y voces, detrás de su biombo se encuentra desde siempre Iván Darío Álvarez, uno de los hermanos corazón y cerebro del proyecto. Si bien La Libélula no es un colectivo anarquista, la presencia de Iván ha impregnado el trabajo, y, en especial, la incansable búsqueda y experimentación de y para la libertad.

 

La rebeldía innata de Iván Darío contra las injusticias y los autoritarismos datan de su adolescencia. Inició su idilio con el pensamiento libertario en Galicia, España, en donde Iván se encontraba tras una convivencia de dos años y medio con "El circo de los muchachos" y la comunidad de Benposta. La experiencia le sirvió para aprender en carne viva la vida colectiva en sociedad, pero también para cuestionar los dogmas religiosos, la organización vertical y la falta de coherencia entre el discurso y la acción.

 

Una lluviosa y reciente noche de marzo nos acercamos a casa de Iván en Bogotá, para compartir el aroma de un "tinto" y conversar un poco de sus 25 años dentro del teatro y el anarquismo.

 

P (Pregunta): ¿De cuando data tu acercamiento al arte?, ¿fue complementario con tu formación política?

R (Respuesta): De antes de partir a España. Hay cosas a las que uno llega sin darse cuenta. En la escuela donde me formé, aquí en el Parque Nacional, había un grupo de teatro llamado "El Acto Latino". Eran teatreros y dirigían el parque. Pasaron del marxismo y el troskismo al anarquismo. Estando en Pedagogía Artística, otra escuela después de los títeres,  seguí en la formación a través del arte. Curiosamente, cuando estábamos en esa escuela, nos la iban a cerrar. Había un profesor de pintura llamado Antonio Camacho Rugeles y organizamos con él una semana cultural para que no la cerraran. Él se confeso a nosotros como anarquista y eso creó un vínculo muy fuerte..

P: - ¿La Libélula Dorada ha sido tu grupo de toda la vida?

R: - Fui uno de los fundadores con mi hermano y ambos, de alguna manera, fuimos metiéndonos mucho en el terreno de las artes escénicas y compartíamos el espíritu del anarquismo. Tu lo ves dentro del repertorio de la Libélula. En el año 1979 yo escribí "El dulce encanto de la isla acracia", que era como un homenaje muy sutil a las ideas. En ese momento tuvo mucho éxito y ahora la volvimos a reprogramar. Una vez hicimos una función en la Universidad Nacional, eran 2.000 personas y fue una ovación espectacular. Desde ahí hacemos una labor interesante, poetizando de alguna manera la anarquía.

P: - ¿Son el grupo colombiano más antiguo de títeres en la actualidad?

R: - Hay otros. La Libélula surge en un momento en el que otros grupos nacen también. El ejemplo de nosotros se convierte en una referencia importante, lo que hace que otros permanezcan. Hay otro grupo interesante en Medellín que se llama La Fanfarria. Ambos tenemos un espacio importante en la historia de los títeres en Colombia en los últimos 30 años.

P: - ¿Cuántas personas están dentro de La Libélula y como es su dinámica particular?

R: - Inicialmente, intentamos hacer un cuento muy comunitario, pero, desgraciadamente, la gente que se metía no tenían el mismo grado de compromiso. Compartíamos y socializábamos todo, y nos dimos cuenta que muchos sí querían socializar los beneficios pero no la parte del deber y la responsabilidad. Así que la carga del trabajo se recargaba en nosotros y empezamos a convertirnos en una compañía, que contrataba a la gente y la empleaba. En ese sentido, se perdió el espíritu libertario del grupo. 5 obras han sido publicadas de la larga lista de creaciones de Iván . En "Los espíritus lúdicos", por ejemplo, dos hermanos hacen un viaje por el mundo de la imaginación. En "El dulce encanto de la isla acracia", un trío de forajidos, entre ellos el pirata Malatesta, hacen una travesía para rescatar el tesoro de la libertad. La Libélula Dorada tiene como proyecto inmediato el convertirse en una escuela de títeres, asi como consolidar su espacio como un ateneo para la confluencia de las expresiones artísticas no comerciales.

P: - ¿No son las marionetas dentro del medio teatral el patito feo de las artes?

R: - Si, de alguna manera y eso ha sido una de las cosas interesantes de La Libélula. Incluso en el medio teatral, la gente de los grandes grupos consideraban que para los festivales no deberían participar los títeres porque éstos no eran teatro. Un poco a partir de grupos como nosotros esa imagen empezó a cambiar, ya no somos el hermanito menor, o algo peor, el hermanito bobo del teatro. Empezamos a subvertir eso y a presentar obras que no eran exclusivamente para los niños, sino para adultos, demostrando que los títeres que son un lenguaje tan interesante o más como el del mismo teatro. El títere, para nosotros, es una metáfora y un actor no tiene a veces esa capacidad de convertirse en símbolo. A veces, el títere puede llegar a ser muy dramático y plásticamente puede llegar a tener unos niveles muy interesantes, de llegar a construir un lenguaje muy abstracto.

P: - Al ver sus presentaciones pareciera que han incluido cosas que no eran propias del teatro de títeres, por ejemplo, cuando ustedes mismos se incluyen como personajes

R: - Nosotros no veíamos esa frontera entre el teatro de actores y el de títeres. De alguna manera pensamos que éste puede enriquecer el teatro de actores. Inicialmente queríamos hacer era teatro. Eramos asiduos espectadores y fuimos influenciados por ese movimiento que existió en los años 70´s: grupos de teatro muy contestatarios que nos llamaron mucho la atención. Cuando surgió la escuela de títeres, queríamos hacerlos como un complemento de nuestra formación, pero terminamos más enamorados de los títeres que incluso del mismo teatro de actores.

P: - Sus personajes aparecen en escena en distintos tamaños, cosa que pareciera caracterizar el estilo de La Libélula. ¿Existen otros elementos propios de su trabajo?

R: - Una de las cosas es la concepción del espacio. En el momento en que empezamos, el titiritero estaba encerrado en su teatrino, éste lo ocultaba y no era un elemento de la puesta en escena. Con obras como "El dulce encanto de la isla acracia" fue una de las cosas que cambiamos: transformar el biombo en un barco, convertir de alguna manera el teatrino en un espacio escénico que formaba parte integral de la obra siendo él mismo un personaje también. En "Ese chivo es puro cuento" también jugamos con eso, dándole mucha movilidad al biombo. El "otro" es el lenguaje. Había antes como un tratamiento del niño como si éste fuera un retrasado mental y se referían a ellos de una manera muy paternalista a través de diminutivos. Los titiriteros tenían esa intención de formar moralmente a los pequeños, pero a través de unos patrones muy maniqueístas. En La Libélula empezamos a cuestionar esa concepción de las historias y aunque no nos planteamos como absolutamente destructores de los valores en términos de personajes buenos y malos, empezamos a mirar que hay muchas maneras de serlo, y es el niño a través de los personajes quien tiene que sacar sus conclusiones. En "Los espíritus lúdicos", empezamos a cuestionar la linealidad de las historias, a romper la lógica, muy inspirados en Lewis Carrol, quien creo era un anarquista del lenguaje por su ruptura del tiempo y del espacio.

P:- ¿Todas las obras representadas son propias?

R: - Eso también puede ser una característica, y es que somos creadores de nuestra propia dramaturgia. Hemos hecho también adaptaciones de cuentos de tradición oral.

P: - Tienes alguna obra de la que te sientas particularmente orgulloso?

R: - La obra que más éxito ha tenido del grupo ha sido "Los espíritus lúdicos" y eso fue muy importante porque nos invitaron a participar en un festival internacional de teatro en Manizales y fuimos considerados uno de los mejores. Nadie en la historia del teatro de títeres había logrado ese reconocimiento. Con esa obra estuvimos en el Festival Servantino de México, en el Festival Internacional de las Naciones en Santiago de Chile,  nos invitaron recientemente a Caracas.

P: - ¿Iván Darío se refleja en sus personajes o los muñecos se parecen a él?

R: - Hay unos personajes que lo delatan a uno. A veces siento que en "Los espíritus lúdicos", inconscientemente, hay como una historia muy personal. Es la relación de dos hermanos, Tito y Tato, que es en buena medida la relación entre mi hermano y yo. Los personajes que en las obras tienen un grado de maldad a mi me gustan por que son el reverso de lo que soy. Es mi manera de proyectar el lado oscuro que tengo.

P:- ¿Qué tan difícil es mantener una postura disidente dentro de un espacio de confrontación tan polarizado como lo es el colombiano?

R: - Nos ha tocado una lucha difícil. Por un lado contra esa concepción burguesa de la cultura, que es muy elitista y antipopular y que se expresa a través de las instituciones que tienen el control burocrático de los presupuestos culturales. Por el otro lado, luchar contra organizaciones que desde la izquierda han sido hegemónicas en el discurso cultural y que han tenido expresión en los partidos políticos, por ejemplo el PC. Eso nos ha traído problemas, pues ellos han desarrollado una relación mucho más política con el Estado y a pesar de mostrarse críticos y quejarse por las políticas culturales son los que más se han beneficiado de ello. En este momento, la guerra no nos ha afectado en nuestra libertad de expresión, hemos podido decir lo que queremos, pero sí en algún momento nos tocó ser víctimas de sus circunstancias. Hace unos diez años nos allanaron en  un momento en que estaban buscando armas de las FARC, y en la cacería de brujas allanaron una serie de grupos de teatro. Como se están desarrollando las cosas en Colombia, tengo el presentimiento y el miedo de que en algún momento, si el fascismo sigue creciendo, van a terminar metiéndose con la gente que está, digamos, desde la izquierda con una posición disidente.

 

rafaeluzcategui @hotmail.com