Carlo Giuliani asesinado en Génova

Quien no conozca las profundas razones del poderoso movimiento popular que se opone a la Globalización con la que el capitalismo pretende sellar la clave de bóveda de un inmediato milenio de dominio y explotación, es que no vive en este mundo. Quien no comprenda que es fundamentalmente la juventud la que se siente directamente concernida por esa milenaria amenaza, y que es por ello por lo que está en la primera línea de la lucha, es que tampoco tiene los pies sobre la tierra. Quien no entienda, por lo tanto, que en esa confrontación se trata de una lucha de sociedades sin fronteras contra estados o alevines de superestado es que es ciego o que tiene los ojos enceguecidos por circunstancias. Se trata entonces de una confrontación civil, violenta porque no puede ser de otra manera, pero civil, planteada por elementos civiles y con medios civiles. Pues bien, haciendo caso omiso de ese carácter civil, es ahora cuando los estados y alevines de superestado, identificados con el capitalismo globalizador, muestran su verdadera faz, la que subyace bajo la máscara de "orden pacífico" con la que se encubren, y emplean sin tapujos ya sus medios y métodos de aniquilación. Otro joven más, muerto de disparos policiales en Génova. Otra víctima más de entre esa juventud que se resiste a soportar el papel pasivo del precario, del parado, del marginado, del "entretenido", del fagocitador de tele-basura, del anclado en el gueto del "bacalao"... Frente a esta tragedia, y para desvirtuar su sentido, el oficialismo, "profundamente dolorido por el hecho", dispuso en un alarde de cínica y cruel hipocresía una manifestación pacífica, destinada a separar los "buenos" de los "malos" y a expresar su tácito o codificado mensaje: "¡Seguirán cayendo jóvenes!" Vae victis, ¡Ay de los vencidos!

Sin embargo, ¡ay, sin embargo!, no se le pueden poner puertas al campo, ni se puede saltar sobre la propia sombra, ni tampoco hubo jamás nadie en la historia que pudiera detener la marcha de los tiempos.