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Cultura
cnt
n°324 junio 2006
2
244
J. Blasco
E
ste mes publicamos la receta que María, una
compañera de Madrid, nos ha hecho llegar y
donde nos explica cómo hacer pan y, ya de paso,
hilando el asunto, hablaremos de la cocción del
pan a lo largo de la historia.
Ya en el CNT del mes de mayo de 2005 hacia reseña del
primer pueblo en el que encontramos indicios de cocer el
pan, el pueblo egipcio, que ya había descubierto que la hari-
na más idónea para la panificación era la de trigo.
Sin embargo fueron los griegos quienes perfeccionaron
ese arte y desarrollar un sin fin de variedades, así, hornos
de adobe, ladrillo cocido, techado fijo y la tobera, todo ello
promovido por los primeros hornos industriales, permiten a
los griegos introducirse dentro del mercado romano y espe-
cializarse en la cocción de ese producto alimentario tan pre-
sente en nuestras comidas.
Los romanos aprenden de ello, aparecen los primeros hor-
nos públicos y el gremio de los panaderos a los que se les
concede ciertos privilegios (exención de impuestos) y se
convierte en una profesión que solo podía ser aprendida de
padres a hijos.
Pero el pueblo no degustaba el pan blanco (hecho a base
de trigo) tan preciado, sólo aquellos que ostentaban el poder
podían tomarlo junto a los copiosos manjares y fiestas pri-
vadas. El pueblo se alimentaba de pan negro o marrón, hecho
a partir de avena, salvado, centeno y cebada.
Pan y circo para el pueblo, parece ser que a los romanos
lo tenían muy claro para evitar sobresaltos.
Acabaremos por recordar una curiosa historia surgida
durante el reinado de Luis XVI:
Parmentier, farmacéutico militar y agrónomo francés fue
un entusiasta a la hora de intentar introducir la patata como
uno de los alimentos básicos del pueblo, que en esa época
no estaba en absoluto bien vista, ya que era utilizada para
dar de comer al ganado. Por otra parte, tampoco se conocí-
an todavía el sinfin de maneras actuales de cocinarla, lo que
provocaba un rechazo popular del alimento.
El agrónomo, con apoyo de Luis XVI, abre una academia
de panadería, e intenta introducir fécula de patata en el
pan, ganando numerosos premios además de publicar un
libro en el que exaltaba sus cualidades nutritivas.
En 1789, la naturaleza ha querido llevarse por delante las
cosechas de cereales, los meses secos de verano ayudan a
mantener los campos sin vida y el pueblo comienza a que-
darse sin pan, colas infinitas se agolpan en las panaderías,
y el hambre hace aparición. El gentío se dirige a reclamar lo
poco que le queda, pan.
Parmentier permanece encerrado en su academia, el pue-
blo se dirige hacia ella al grito de ¡que se trague él sus pata-
tas hasta que se ahogue! A Parmentier no le quedó más
remedio que ser custodiado por la guardia armada para evi-
tar males mayores.
PAN NATURAL
INGREDIENTES:
250 gr. de harina
1 cucharadita de sal fina
2 cucharaditas de levadura levadura química, no de
panadero
1 cucharada sopera de aceite
1 yogur natural
Especies según gusto: curry, jengibre o pimentón y tres
clavos molidos, etc.
Elaboración:
Tamizar la harina y la levadura en un cuenco.
Agregar la sal y las especies, remover.
Añadir el aceite y el yogur. Remover todos los
ingredientes hasta formar una masa homogénea.
Trabajar la masa durante 10 minutos. Echar aceite
en un molde, agregar la masa según la forma del
molde y dejar reposar la masa tapada con un trapo
limpio, hasta que doble de volumen. Cocer en horno
a 205° durante 35 minutos.
gastronomía
Germinal
R
aras veces una película deja de
parecer una construcción para
convertirse en algo parecido a la
vida misma. No es una cuestión
de que sea o no un "documental".
No, es asunto de que logre introducirte en su
interior y te haga partícipe de ella; de que no
se le vea ni las costuras del guión, ni de donde
está situada la cámara. Que sea una historia
que la vivas con tus propios ojos. Esto es lo
que me ocurrido con El cielito, el segundo lar-
gometraje de la argentina María Victoria Menis
que está pasando casi desapercibida por las
pantallas.
Su argumento es tan simple, o complicado,
como la vida de millones de jóvenes. Un mar-
ginado llega a un pequeño pueblo de la pampa
argentina. En él comienza a trabajar en un
pequeño rancho propiedad de una pareja que
tiene un hijo de meses. No es una vida idíli-
ca. Apenas hay algo más que mucho trabajo,
malos tratos y machismo. La estancia del pro-
tagonista finaliza en tragedia. Pero, al partir
no lo hace sólo, lo hace con el bebé con el que
ha establecido una especial relación. La socie-
dad actual hace a muchos de sus miembros
huérfanos. Sobre todo a los más pobres, a los
que viven en el filo de la navaja de la margi-
nalidad. Como Félix y Chango, tan perdidos
como un caracol detrás de un espejo. Tanto lo
están que se convierten en pasto fácil de esa
selva en la que el capital convierte todo cuan-
to toca. En especial, una de sus grandes crea-
ciones: las grandes urbes. Son explotados y
robados. Hasta que uno de ellos pierde la vida.
No quiero destripar del todo el sorprendente
final.
El cielito está rodada de una forma auste-
ra hasta llegar a un desolador minimalismo,
como ha escrito un crítico. No hay la menor
concesión estética, ni en los diálogos, ni en la
interpretación. Es como un golpe directo al
espectador que ve pasar ante él imágenes que,
en la mayoría de los casos, apenas vislumbra
en su vida diaria como escenas fugaces que lee
en las secciones de sucesos de los diarios, ve
en los telediarios o se le aparecen en las calles.
En raras ocasiones alcanza a su trasfondo.
Como la historia de amor y solidaridad que
cuenta María Victoria Menis. Una obra especial
entre las numerosas que está creando el cine
argentino. Muy cercana a las del finlandés Aki
Kaurismaki o a la Luna de Avellaneda de
Campanella aunque muy alejada, a la vez, de
la "magia" de ésta última.
Suele ocurrir que en sociedades fuerte-
mente convulsionadas, con graves problemas
y, todavía, con capacidad de respuesta, se pro-
duce una eclosión del mundo cultural. No sólo
tiene cosas qué decir sino, lo que es más
importante, para qué decirlas. El cielito es el
resultado de un proyecto presentado a "Cine
en construcción". Una iniciativa impulsada por
festivales de cine españoles y franceses con la
finalidad de facilitar la conclusión y distribu-
ción de películas que han podido ser rodados
pero que tienen dificultades en la post-pro-
ducción. En demasiadas ocasiones, este tipo de
ayudas no terminan de cuajar y uno se pre-
gunta para qué sirven. No es este el caso. Si
gracias a ella hemos podido ver esta película,
su existencia está más que justificada. No hay
tantas ocasiones para que a un espectador
español se le recuerde dónde está. Que en esta
aparente sociedad de la abundancia, donde a
poco más se puede aspirar, necesita para vivir
la marginalidad y explotación no sólo de per-
sonas y territorios alejados, sino de una gran
parte de su propia población.
A primera vista parece que se nos da un
mensaje de desesperanza. Pero no es así. En
la historia de Félix y el bebé Chango hay una
gran historia de amor y supervivencia en
medio de la más absoluta miseria económica
y mental. Eso sí, sin azucarillos que nos
endulcen la visión de la vida en los mundos
rural o urbano. Enseñándonos con dureza que
es en la vida misma en donde podemos encon-
trar la inspiración que justifique la existencia
del arte que no tiene un fin en sí mismo.
Independientemente de la opción estética que
se escoja.
La vida
En recuerdo de Félix que vive su tercera vida
cine
Hornos y pan
El cielito
Drama
Dirección: María Victoria Menis
Guión: María Victoria Menis, Alejandro Fernández
Murray
Intérpretes: Leonardo Ramírez, Darío Levy, Rodrigo
Silva, Mónica Lairana
Montaje: Alejandro Brodersohn
Fotografía: Marcelo Iaccarino
Producción: Héctor Menis, Sophie Dulac, Michel
Zana
Argentina, Francia, 2004
1 h 38 min
Una obra especial entre las numerosas que está
creando el cine argentino. Muy cercana a las del
finlandés Aki Kaurismaki o a la
Luna de Avellaneda
de Campanella