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cnt
n°294 octubre 2003
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Evolución o fosilización
Desde Murcia, Aldebarán.
¿Cuánt@s de nosotr@s sabemos cómo fun-
ciona realmente una economía? ¿Y una
empresa? ¿Cómo se analiza un puesto de
trabajo? ¿Cómo se mejora un método de
trabajo, haciéndolo más agradable y cómo-
do sin que ello suponga una merma en la
eficacia o en la eficiencia (hacer lo más
posible con el menor coste posible)? ¿Cómo
se prepara un plan de negocio? ¿Cómo se
reducen los costes de calidad? Estas, entre
otras muchas, son preguntas que much@s
de nosotr@s somos incapaces de responder
acertadamente. La pregunta es: ¿Por
qué?Puede que se deba a nuestro poco
interés histórico por las cuestiones econó-
micas, por todo lo relativo al dinero, consi-
derándolo un mal de la sociedad de libre
mercado. O como un camino al aburguesa-
miento. Tal vez hemos asimilado el binomio
empresa = patrón. O bien hemos caído en el
razonamiento kantiano: por creer que con
la revolución todo está solucionado, es que
lo estará.Sea cual fuere la razón, lo cierto
es que las publicaciones libertarias relativas
a la economía o a la empresa, desde una
perspectiva de alternativa viable HOY, pre-
cisa y científica -en la medida de lo posi-
ble-, son casi inexistentes. Nos guste o no,
esta es la realidad, y no es precisamente
algo de lo que haya que enorgullecerse,
porque quien no se adapta al paso del
tiempo, desaparece.
Cuando hablo con personas que han cre-
ado una colectividad de trabajo, veo el
ejemplo. No me hace falta esperar a una
revolución por venir, porque la revolución
ya está siendo. Un viejo militante me decía
una vez que "la revolución, primero se la
hace uno dentro, y luego la saca. Jamás al
revés".En estos momentos, es nuestro ene-
migo natural el que tiene los conocimientos
para manejar la máquina-empresa. Ellos
dominan nuestro mundo económico, por-
que los hemos dejado que sepan.
Estudiamos filosofía, biología, derecho, tra-
bajo social, y más pero, ¿cuantos aprende-
mos a manejar la máquina? Ganar dinero
no es malo, depende de cómo lo ganes y de
cómo lo emplees. No obstante, no reco-
miendo a nadie que pretenda ser rico y
anarquista a la vez... no hay convergencia
posible.
Hemos de crear más colectividades con
fachada de empresa (todo legal), capaces de
competir abiertamente con empresas ges-
tionadas a la manera "tradicional". Pero
para ello necesitamos saber de contabili-
dad, de costes, personas, optimizaciones de
beneficios y de reinversiones, de fiscalidad,
marketing, calidad total, comercio electró-
nico y así. Se trata de hacer alternativas
factibles, no de buscar la supervivencia
como minoría de élite, vanguardia del pen-
samiento, siempre contra todo y contra
todos, considerándose poseedores de una
verdad absoluta que l@s hace despreciar a
quienes no piensan como ell@s. Much@s
de l@s que así piensan, agitando banderas
quieren ser Cristo y sus clavos, pero suelen
convertirse en Judas o en Herodes en cuan-
to brilla la plata. Ningun@ lo dice, pero el
tufo l@s delata: son anarquistas de salón,
unos fantasmas.
A las pruebas me remito: la mayoría de
nosotr@s somos asalariados. O en otras
palabras, dependemos de Ellos.
El ejemplo es nuestra arma más fuerte,
siempre lo ha sido. Ellos controlan la infor-
mación y la propaganda, y ahí tenemos las
de perder. No se trata de que la revolución
va a ser muy pronto; de que viene sola
(porque otr@s la han iniciado); o de que
mis ideas son el copón de buenas. Las
ideas, cuando no se ponen en práctica, y de
tanto darles vueltas, se pudren y echan
peste. Y de ahí a la comunión con el siste-
ma, un paso y medio.
El anarquismo es, sobre todo, una filoso-
fía de vida, pero no podemos atenernos a
viejos patrones ni a darle vueltas a los
hechos de un pasado épico, porque olvida-
mos las causas y las circunstancias que pro-
piciaron su aparición: un mundo industrial
de capitalismo salvaje por un lado, efecto
en parte de una revolución agraria que dis-
paró el número de pobres absolutos. Eso ya
pasó. Hoy, el capitalismo se llama neolibe-
ralismo, y ya no parte el bacalao el bur-
gués, término este, y por otro lado,
completamente obsoleto, sino la corpora-
ción. ¿Dónde creemos que vivimos?
No es cuestión de habitar caseríos aban-
donados y de crear una pequeña explota-
ción agraria, que está bastante bien pero
no deja de ser anecdótico, sino de entrar en
los servicios: la agricultura y la industria
son posesión de los grandes, y no se puede
competir en costes con ellos con intención
de ganar dinero. A no ser que un grupo de
colectividades se unan e implanten un sis-
tema de calidad total, claro... eso competi-
ría con cualquiera. Por el contrario, en los
servicios hay muchas opciones en las que
progresar a menor coste.
En cuanto al dinero es bueno recordar
que las revoluciones necesitan financiación,
y el anarquismo tiene lo que aportan sus
militantes y simpatizantes, porque hay que
crear ateneos donde se den conferencias
que aporten alternativas económicas (hazte
tu puesto de trabajo), entre otras; generar
propaganda; y sobre todo apoyar nuevas
iniciativas de colectivización. Las necesida-
des nos las creamos nosotros (la revolución,
primero, se la hace uno dentro), pero el
dinero en sí no es malo. Un ejemplo prosai-
co pero ilustrativo: porque los ricos usen
un retrete, yo no tengo que hacer un hoyo
en el suelo cuando quiera cagar... por lo
menos si no tengo una imagen de la reali-
dad posible tan bucólica como absurda. Esa
es una vía eugenésica que a Ellos les viene
muy bien.
Es triste pero cada vez el anarquismo, el
viejo anarquismo y quienes a él se aferran,
tiene un papel más testimonial. Esto se
debe a la necedad de much@s que se
adhieren a los viejos esquemas, no siendo
capaces de ver más allá de sus narices ni de
pensar por sí mismos: ya no existen en
Europa las grandes minas con niños traba-
jando en ellas, ni doce horas de trabajo en
la industria del acero por un salario de
hambre. Las necesidades varían porque,
entre otras cosas, los frigoríficos están lle-
nos; y la clase obrera es cada vez menor, al
contrario que la clase media, cada vez más
abultada, y compra acciones si puede, y
aspira a tener un Mercedes y una casa en la
playa y una TV más grande para ver el
Hotel Glam y el fútbol.
El anarquismo creció porque daba res-
puesta a unas necesidades. Acabadas estas,
o evoluciona o lo acabamos transformando
en una procesión al más rancio estilo cató-
lico: un huevo vacío.
En mi opinión, carece de sentido la lec-
tura de viejos manuales filosóficos si no se
sabe coger lo que sirve y desechar lo que
no, ya que proporcionan una visión de la
realidad totalmente sesgada. Como muchos
de los artículos de periódico que leo. El
mundo ha cambiado y tenemos que rehacer
los mapas, hacer el nuevo camino desde el
hoy, no desde una visión institucionalizada
y arcaica, casi religiosa, del anarquismo de
hace más de sesenta años: aquello fue
bueno, pero ahora hemos de dar opciones a
una sociedad imbuida de unos principios
individualistas, profundamente consumista,
y a la vez bastante amargada.
Hoy se mantienen más que nunca los
principios básicos de el antiautoritarismo,
venga de donde venga (Dios, patria o amo),
y del apoyo mutuo como factor de evolu-
ción, tal y como vemos en el enorme movi-
miento antiglobalización. El resto de
disquisiciones sobre las ideas, si no tienen
más fin que la observación del propio ombli-
go, no son sino una morralla perniciosa.
Aunque trabajemos, debemos de formar-
nos continuamente, ser capaces de abrir
nuestras miras, estrechas y anquilosadas,
heredadas. Aprender a manejar esas máqui-
nas, porque no son otra cosa... la clave está
en qué hagamos con ellas. El capitalismo,
en cualquiera de sus formas o aspectos, es
inhumano e inviable, pero está en nuestras
manos salirnos de su círculo vicioso y dar-
nos, con mucho trabajo y más paciencia,
con un ejemplo que pueda generar ilusión
y que retroalimente al movimiento liberta-
rio, tanto directa como indirectamente.
Para evitar ser tachado de anarco-capita-
lista, que es lo último de que he sido acu-
sado por decir más o menos esto, quiero
explicar un término que puede ser polémi-
co: competir. Cuando hablo de la necesidad
de competir no lo hago desde la concepción
neoliberal de hacerse más rico, sino desde
la necesidad de sobrevivir, de hacer un tra-
bajo para vivir. Por ejemplo, quien no com-
pite en costes (costes por error, por
ejemplo), y por tanto no los baja, no tarda-
rá en cerrar, porque no resultará rentable el
negocio.
¿Cómo puede combatirse a una colectivi-
dad libertaria, que cumpla con la legalidad
(quien a estas alturas desprecie este punto,
es mejor que vuelva a la caverna), en su
mundo de libre empresa? ¿Cómo se le hace
comprar a quien no tiene una necesidad y
no se la puedes generar? ¿Cómo se gobierna
a la inteligencia que no juega a la política
y que no tolera la autoridad? ¿Seremos
capaces de dejar pasar el tren de la evolu-
ción por venerar los oropeles del pasado,
los fósiles, sin visión de futuro?
Salud y libertad.
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