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La "anarquía" no es para los anarquistas

 

José Manuel Rodríguez Casanueva

...los/as anarquistas y anarcosindicalistas no estamos a la altura que las circunstancias actuales requieren de nosotros, y, por tanto, somos incapaces de cumplir nuestra misión histórica. Porque, eso sí, quienes piensen que no tenemos ninguna misión que realizar en el mundo se equivocan... 

Utopía e indiferencia


Utopía e indiferencia.- Juan Lázpita, camarero

...hay algo de lo que es difícil dudar es de la alta calidad moral del señor Thoreau, aunque mí amigo Antonio probablemente objetaría que el mentado no tenía tres churumbeles y una esposa a la que le sobraba el trabajo con los tres monstruos pero que, lo que era pagarle, nadie le pagaba...

Carta a un amigo

Federico Arcos

...El anarquismo debe ser la expresión máxima de la libertad en todos los sentidos, sin coartar la libertad ajena. Siempre respetando la libertad de los demás. Podría decirte también que, para mí, el Anarquismo está más allá de la libre asociación para la organización económica de la sociedad, donde el individuo es base funcional, como existió en muchas colectividades y pueblos de España durante el proceso revolucionario de 1936 a 1939...

     

La "anarquía" no es para los anarquistas

Ser o no ser de la CNT

José Manuel Rodríguez Casanueva

Es increíble lo que puede hacer el poder de la autosugestión y lo peligroso que puede acabar siendo el hecho de mirarnos continuamente nuestros elitistas ombligos "revolucionarios", actuando, para mayor vergüenza de la ética anarquista, como si ya lo hubiéramos conseguido todo, autoexcluyéndonos de la sociedad a la que pertenecemos -a la que pertenece el ser humano- y encerrándonos en nuestros apacibles locales sin intención de salir, igual que el oso lo hace para pasar el crudo invierno que le espera, satisfecho de saber que está bien alimentado hasta la llegada de la primavera próxima. Pero podría ser que esta vez la primavera no llegue nunca y el oso acabe sepultado en su propia cueva.

Desde que Fanelli pisó suelo ibero, mucho ha llovido. Tanto que muchísimo/as anarquistas y anarcosindicalistas se han ahogado en su propia sangre, derramada por los asesinatos y las innumerables represiones y torturas que les han infligido sus verdugos y que, en general, ha sufrido el movimiento obrero revolucionario desde los albores de su historia. Por ello, cuando me pongo a comparar el trabajo que desarrollaron lo/as anarquistas y anarcosindicalistas en un pasado para difundir la "idea" -incluso a riesgo de perder sus propias vidas- con el que se hace hoy en día, con unos medios que ya hubieran querido para sí nuestro/as abuelo/as, no puedo hacer otra cosa que lamentarme profundamente por la escasa incidencia y aceptación que, hoy día, tienen el anarquismo y el anarcosindicalismo en la sociedad, y, mucho menos, entre el proletariado del siglo XXI, si es que se puede utilizar el término, pues no son pocos lo/as "anarquistas" de salón (o de local) que van propagando la falsa idea de la inexistencia de la clase obrera y van encasillando al resto del movimiento anarquista organizado, e incluso al anarcosindicalismo como algo extemporáneo y anticuado. Eso sí, lo hacen armados de la mejores armas de destrucción masiva que ha creado el capitalismo para las asambleas de los "anarcoprogres" de salón y "buen rollo": el porrito y la litrona (por favor, que nadie confunda esto con el debate de la legalización de las drogas y con el de la libertad de cada individuo a consumirlas; eso es otro capítulo que habrá que tratar con más profundidad y desde otra perspectiva).

Así, hoy en día, podemos observar fácilmente cómo no pocas personas que se reconocen como anarquistas están más por la labor antianarquista de realizar actividades endogámicas que hacen que muchos locales se conviertan en una especie de clubs selectos para "auténticos" anarquistas y "verdaderos" anarcosindicalistas, o en una peña de amigos y amigas de la anarquía, la "birra" y la "maría", en vez de ser centros de información, divulgación y formación del ideal anarquista y de su expresión obrera revolucionaria , el anarcosindicalismo, que, como su nombre indica, es algo más que el sindicalismo estricto que entienden alguno/as compañero/as, equivocadamente, o bien, desviados hacia un peligroso reformismo tan dañino para la emancipación de la clase obrera como cualquier otra influencia burguesa creada por el Capital.

Por todo ello, no es muy complicado llegar a la conclusión de que lo/as anarquistas y anarcosindicalistas no estamos a la altura que las circunstancias actuales requieren de nosotros, y, por tanto, somos incapaces de cumplir nuestra misión histórica. Porque, eso sí, quienes piensen que no tenemos ninguna misión que realizar en el mundo se equivocan y, por este motivo, estaría mejor que siguieran en las faldas de sus respectivas madres o en los pantalones de sus "papás" -si es que no empiezan a plantearse mejor el ser compañeros o compañeras de Méndez o de Fidalgo- antes que seguir estorbando. Por supuesto que, enfrentados a estos planteamientos, no podemos encontrar otro resultado que una auténtica falta de actividad anarquista no endogámica, empeorada por un alarmante descenso de la militancia y una creciente desconfianza y desencanto entre lo/as activistas que aún tienen fuerzas para seguir adelante. Porque, cuando entre supuesto/as compañero/as, en vez de existir unos lazos de hermandad, prima el egoísmo, el afán de protagonismo, la envidia, los personalismos infantiles y la más absoluta falta de respeto hacia otro/as compañero/as, podemos afirmar, categóricamente y sin temor a equivocarnos, que hemos asesinado el anarquismo; lo hemos barrido de nuestro entorno y lo hemos arrinconado en las estanterías, que son, quizá, los únicos lugares donde quisieran verlos tanto el Sistema como su aliado, el Reformismo, ambos unidos de la mano, como en los mejores tiempos de la escisión y de la creación de la CGT.

Por otro lado, la CNT, la única organización anarcosindicalista en el Estado español, también tiene su propia misión histórica, alejada por cierto de cualquier intento reformista de hacer neosindicalismo al estilo cegetero. La ética anarcosindicalista que emana de la CNT permite que su militancia deba saber que el anarcosindicalismo tiene la misión de subvertir al proletariado rural y urbano; formarlo e integrarlo en su seno, con el fin de sembrar los vientos revolucionarios que, en un futuro, darían su fruto en forma de sociedad libre, sin clases y organizada en forma de comunismo libertario. Tal es el papel de la CNT, y no el de contentarse con aceptar el lugar al que lo/as reformistas y lo/as pseudoanarquistas antiorganización quieren relegarla por diferentes motivos, que bien podrían ser explotados por el Sistema -con sus servicios secretos o su Ministerio del Interior- para dividirnos y crear guerras intestinas, cuyo resultado lógico sería la desaparición de la única organización anarcosindicalista, y, por tanto, revolucionaria del estado español.

Por lo tanto y desde una óptica que yo definiría lógica o científica, resulta sencillo entender que, si un planteamiento, una idea, una acción o un hecho determinados nos resultan perjudiciales, por ser ajenos a nuestros principios o, simplemente, opuestos a nuestra forma de entender las cosas, la respuesta más razonable que deberíamos dar no sería otra que la de evitar tomar esos hechos como modelo a seguir o, si ya se han dado los primeros pasos erróneos encaminados hacia una perniciosa inflexión que nos dirigiría al suicidio colectivo, la de cambiar honestamente de posición y retomar el testigo de nuestras bases ideológicas originales, aplicando nuestras propias tácticas y no las de los advenedizos del club del buen rollito o los del reformismo temeroso de la praxis anarquista o anarcosindicalista.

Todo lo anteriormente expuesto hace necesario el debate interno, un debate sincero, sin prejuicios, sin cesuras, sin tabúes ni tapujos. Del mismo modo, este supuesto debate no sería comprensible si no se le diera respuesta coherente a unas preguntas que, creo, que deberían ser consideradas claves para llegar a alcanzar siquiera un mínimo grado de entendimiento de la cuestión.

¿Por qué existen colectivos que se autodenominan anarquistas y que, al mismo tiempo, realizan comentarios o críticas destructivas con la clara intencionalidad de desprestigiar a la CNT, al anarcosindicalismo, en general, y al anarquismo organizado, en particular? ¿Por qué, sabiendo el daño que hacen o pueden hacer, se permiten las relaciones tan alegremente con estos grupúsculos que, incluso, se les ha dejado utilizar parte de las infraestructuras confederales y, por este mismo motivo, se ha terminado por adoptar, por parte de éstos, una actitud de relación parasitaria respecto de la CNT? ¿Qué favor le hacemos al anarcosindicalismo ibérico, yendo de la mano con la antianarcosindicalista CGT, o secundando huelgas "generales" destinadas a fracasar, como la pasada del día 10 de abril contra la guerra de ocupación de Iraq? ¿A qué estamos jugando, cuando, desde nuestra organización anarcosindicalista, se plantea el hecho de participar en las elecciones sindicales -aunque sean propuestas minoritarias-, sabiendo perfectamente qué son los comités de empresa y conociendo también cómo están de desacreditados entre la mismísima clase trabajadora no organizada (al parecer, son lo/as trabajador/as quienes conocen mejor a quiénes sirven los comités de empresa, más que alguno/as compañero/as de la CNT)?. ¿Acaso tiene que venir la CNT a dignificar a los comités de empresa, en contra de lo que pueda pensar el resto de los trabajadores y en contra de nuestros propios principios? ¿Por qué, desde la CNT, salen algunas voces posicionándose a favor de ir junto a organizaciones políticas y reformistas en pro de una pretendida causa "común", y a modo de "plataformas", sabiendo cómo son sus métodos de instrumentalización de las cosas y cuáles son sus fines y objetivos? ¿Por qué no hacemos causa "común" toda la militancia de la CNT, a favor de luchar por el anarcosindicalismo de la única manera que cabe en una organización sindical revolucionaria con fines anarquistas como la nuestra? ¿Por qué, en esta última cuestión, no toda la militancia lo tiene claro o no lo quiere tener claro?

La única conclusión a la que podemos llegar, por ahora, es la de saber con certeza que, si el anarquismo organizado y su expresión sindical revolucionaria no ha llegado a calar en la sociedad civil actual ha sido porque, evidentemente, no se ha sabido llegar a esa sociedad a la que se debería subvertir contra el sistema capitalista. Sí, es verdad que, históricamente, ha habido muchos complots del Estado y de sus servicios secretos - y seguirá habiéndolos cada vez que volvamos a levantar cabeza- que nos han partido en mil pedazos, pero siempre estará en nosotro/as el saber dar la respuesta adecuada en cada momento. Por ello, no debemos obviar que, ahora, es el momento de la UNIDAD, pero no de la unidad con otras organizaciones, sino la de nosotro/as mismo/as, para, de esta manera, mantenernos como un cuerpo compacto de ideas claras con el doble objetivo de detectar-marginar cualquier atisbo reformista que, a la larga, (o a la corta), pueda contribuir a la desaparición de la CNT como la hemos conocido hasta el presente.

Del mismo modo y para no romper con los lazos históricos que tradicionalmente nos han identificado, ahora también es el momento de difundir nuestra "idea" entre la clase trabajadora, y no sólo mediante la creación de Secciones Sindicales (que está muy bien, y como algo más que hay que hacer, sólo entre las plantillas de trabajadores fijos), sino también saliendo a la calle, yendo a los barrios obreros y realizando actividades que nos acerquen a la tan alejada clase obrera; preocupándonos un poco más de los problemas que verdaderamente afectan al proletariado del siglo XXI -el paro estructural, la vivienda, la pobreza, la marginación y la exclusión social-, sin olvidarnos de otros temas sociales y económicos (machismo, racismo, inmigración, militarismo, imperialismo, especulación capitalista etc...); difundiendo cultura anarquista; predicando con el ejemplo y siendo coherentes o, al menos, intentando serlo, con las ideas que defendemos, mediante una praxis libertaria aceptable, teniendo en cuenta las continuas contradicciones a las que nos enfrentamos desde dentro del modelo de vida capitalista que el sistema nos impone diariamente. En definitiva, la única vía permisible dentro de nuestro anarco-sindicato y desde un punto de vista completamente objetivo, es la que hace que no seamos sólo una estructura estrictamente sindical, como reivindican algunas voces, tímidamente, desde dentro de entre nosotros y con clara intención de querer influir sobre una parte importante de nuestra militancia. Eso, al menos, es lo que se puede llegar a deducir, teniendo en cuenta la defensa reiterativa de sus tímidos planteamientos y la veteranía de algunos de sus paladines, que se apoyan, por cierto, en parte de una juventud inexperta pero, paradójicamente, coincidente en este aspecto; factores todos ellos que nos hacen pensar que pueden obedecer a una especie de estrategia para acallar la conciencia y la voz anarquistas de la CNT, o lo que es lo mismo, el sindicalismo revolucionario o anarcosindicalismo.

Hoy, más que nunca, necesitamos tener los pies y la cabeza en tierra, para recordar a quienes lo hayan olvidado que la revolución no es otra cosa que el producto de una actitud en la vida: la del pensamiento revolucionario aplicado a las fórmulas de organización y de acción, unido a otros elementos o factores externos que, por motivos de espacio, no vamos a analizar en el presente trabajo. También necesitamos ser una militancia no hipócrita; que no nos escabullamos ante cualquier contratiempo -o, simplemente, por comodidad-, y que no traicionemos el compromiso, que nuestra militancia requiere, en base a un concepto falso y/o equivocado de lo que es la libertad y de lo que supone la disciplina anarquista. Del mismo modo, necesitamos bajar de esa nube aparentemente revolucionaria que nos hemos construido mentalmente, una especie de "paraiso" de la revolución, de cielo anarquista, que no podremos disfrutar porque sólo es un espejismo creado como un pasatiempo para el deleite elitista de la "quinta del porro", al menos, esa es la impresión que dan, desde fuera, ciertas actitudes muy generalizadas que emanan desde parte del ambiente ácrata. Asimismo y para quienes todavía se crean que el anarquismo es una cuestión exclusiva de lo/as que se reconocen como anarquistas, como si se tratara de una propiedad privada para el goce de una aristocracia revolucionaria, o de una secta mesiánica elegida por un dedo divino que sólo sería visible con una buena dosis de THC, tendríamos que recordarles que el "paraíso" al que aspiramos tendríamos que construirlo en la tierra y demostrar nuestro nivel revolucionario en la calle y no en los locales; acercarnos al proletariado y no convertirnos en ninguna casta sacerdotal con claras pretensiones de mantenerse impoluta y de no corromperse con el resto de los mortales.

Mientras sigamos manteniendo una postura endogámica, mientras no hagamos una tarea auténticamente revolucionaria y sin apartarnos de las aspiraciones históricas del proletariado, jamás podremos desembarazarnos de esas ligaduras puramente burguesas que nos alejan, cada día más, de la anarquía y del comunismo libertario, aunque luego, en los pasillos y en los locales, sigamos recurriendo a ese maravilloso poder de autosugestión que nos caracteriza y, a base de entonar cansinas letanías de autocomplacencia que se repetirían hasta el infinito, terminemos convencido/as de que nuestro trabajo lo estamos desarrollando inmejorablemente y que sólo faltaría abrirle la cabeza al policía de turno y romper el primer escaparate que veamos para sentirnos mejor que nunca. Esto último bien podría ser, en un momento dado, un acto de justicia necesaria, pero nunca definiría a la acción revolucionaria.

Los hielos se están derritiendo, pero el letargo del oso se está prolongando... demasiado.

Jerez de la Frontera a 15 de mayo de 2003

 Arriba lucha antifascista

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