Julio A. Parrado y la precarización del periodismo

El periodista Julio A. Parrado tuvo la premonición de que iba a morir en Iraq. Se lo comentó a su compañera del grupo Correo, corresponsal del diario La Voz, y le dijo que si eso ocurría que Pedro J. no fuese a su entierro por la precarización laboral en la que se encontraba

 

Ayer mismo entraba en directo dicha periodista en el programa de Maria Teresa Campos en Telecinco y denunciaba la situación laboral de Julio A. Parrado y las razones que él esgrimió para solicitar que, si moría, Pedro J. no acudiese a su entierro.

Como anexo a lo que dijo la corresponsal del grupo Correo esto es lo que me ha mandado un amigo que vive en NY, que es corresponsal de prensa y era un gran amigo de este periodista muerto en Bagdad:

"Yo sé por qué Julio Anguita Parrado no quería que Pedro J. Ramírez asistiera a su entierro. Te lo explico e indirectamente desentierro un antiguo debate que mantuve.

Días antes de marchar a Kuwait, donde se uniría al ejército norteamericano, Julio viajó a Madrid para arreglar papeles y gestionar un seguro de guerra con su diario. Hoy a través de personas próximas a él supe que esas negociaciones con El Mundo no habían ido bien. El periódico no quiso pagar ese seguro. Y luego descubrí más.

Duele al leer en El Mundo que había trabajado durante diez años en la empresa y que era corresponsal en Nueva York. El Mundo lo tenía en excedencia para pagarle en bruto, y su estabilidad laboral era más bien su inestabilidad laboral. De hecho Julio quería volver a Europa, pues desde hacía ya mucho tiempo se rumoreaba que su plaza en Nueva York estaba adjudicada a la hija de Pedrojota. Un poco más tarde otro amigo de Julio con experiencia como corresponsal de guerra me explica que los seguros para este tipo de conflictos sólo se consiguen con un contrato de trabajo de por medio, algo que Julio no tenía con El Mundo. También nos cuenta que Julio lo llamó para asesorarse sobre qué chaleco antibalas debía comprar, pues el diario no se lo iba a facilitar. Este colega le aconsejó el mejor, uno con placas de cerámica, "porque con estas cosas no se juega", le dijo. En la tienda a la que había ido Julio no tenían ese chaleco, y además resulta muy caro. Quizás por ese motivo, compró uno de calidad inferior. Precisamente el día de su muerte no pudo avanzar con las tropas porque no se lo permitieron debido al chaleco que llevaba. Los norteamericanos le dijeron que no era el reglamentario y no podían garantizar su seguridad. La fatalidad quiso que el lugar atacado fuera el centro de comunicaciones donde se quedó por precaución.

La otra periodista española que acompaña a las tropas, y a la que podéis leer en La Voz, llamó a algunos de sus compañeros en Nueva York y les dijo que Julio tenía un mal presentimiento y que le había pedido que si pasaba algo hiciéramos saber por qué no quería que Pedrojota asistiera a su entierro y el motivo de esa negativa.

Quizás Julio se aventuró demasiado para conseguir su ilusión de ser corresponsal de guerra, y descuidó tanto su seguridad personal al no llevar un chaleco adecuado, como sus condiciones laborales, al aceptar trabajar en unas condiciones de alta peligrosidad sin el apoyo necesario por parte de su medio de comunicación. Pero ello no quita culpa al medio en cuestión, que vende el ejemplar de hoy a costa de una persona a la que había puteado durante mucho tiempo.

No leáis esto como una simple acusación a El Mundo; sólo quiero señalar con el dedo a todas las empresas -de todo tipo, no sólo medios de comunicación, por supuesto- que ahorran unas pesetas e incluso sacan cazo gracias a las numerosas trampas que se pueden hacer a la legalidad en materia laboral: ETT´s, contratos basura, etc etc." Enviado por Cristina

Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!