"Economía de mercado y triunfo"

Javier Vallet

"El deber del economista es informar de que el derecho a la vida no puede estar siempre garantizado por razones de coste", declaraba Gérard Debreu, el Premio Nobel de Economía de 1983.

Sin embargo, y con una eficacia formidable, el capitalismo ha triunfado en todos los frentes, y con él las razones de coste...

Alguien dijo en una ocasión que el capital lo ha comprado todo, también nuestro silencio. También un ingeniero agrónomo de Haití preguntaba si era posible hablar de un capitalismo triunfador en su país, cuando las desigualdades entre una minoría y la inmensa mayoría eran tan flagrantes.

Pues bien, ¡claro que en Haití también ha triunfado!, ¿o acaso el capitalismo no es el latrocinio más absoluto y la explotación más salvaje? Sí, señor, se lo prometo, el capital ha ganado la batalla; ha arramblado con todo.

Ni siquiera cifras, números, palabras, tienen significado hoy día. Hagamos la prueba: cada 2 segundos muere un transeúnte en el mundo, la ONU estima que con 40 mi millones de dólares se podrían satisfacer las necesidades básicas de toda la población mundial, tan sólo el 4% de las 200 mayores fortunas del mundo...¿no es esto suficiente para decirle al mundo: ¡basta!? Parece que no. También ha comprado las palabras, la verdad, la evidencia, la vida.

Bajo mi punto de vista, el mayor detonante que ha provocado que el capitalismo esté en el trono de los vencedores, sin ningún tipo de competidor (¿ven?, hasta un profundo anticapitalista emplea sus términos), ha sido el hecho de su hiperintegración de todos los elementos del sistema, haciéndonos creer que se pueden hacer muchas cosas, se puede incluso ser libre, pero eso sí, dentro de "nuestro circo"; ¡no permitimos circos alternativos! Ésta es, por decirlo de algún modo, la cara amable del capital. En relación con esto, el economista Serge Latouche, habla de las "redes de seguridad" creadas por el sistema ( rentas mínimas, subsidios...objetivo: dominar a los disconformes, amoldarlos a su gusto) para perpetuarse sin adversario claro, mediante lo que él llama la "colonización de lo imaginario" o, peor aún, "lo imaginario social compartido", es decir, que el proletario actual se ha capitalizado, hasta tal punto de que se siente seguro en un sistema que le niega, por definición, su libertad. Las disidencias, por desgracia, han sido popularizadas por el propio régimen.

En las primigenias sociedades prehistóricas, también llamadas "sociedades de la abundancia" (nunca antes se ha tenido tanto trabajando tan poco), el mecanismo era simple: el trueque regulaba las relaciones económicas de los individuos y grupos. Después, se impuso el dinero como valor de cambio. Actualmente, el dinero se convierte en fetiche, en el objetivo mismo de la transacción. La gran mayoría de las transacciones que tienen lugar en el mundo se producen para producir beneficio, excedente, no para satisfacer las necesidades...el tráfico de capitales a nivel mundial es incesante, la mercancía pierde su valor inherente, y pasa a convertirse en un mero valor de cambio. El dinero, por tanto, pasa a ser capital. Resumamos sintéticamente esta evolución: Mercancía-Mercancía, Mercancía-Dinero-Mercancía, Dinero-Mercancía-Dinero

No hace falta ser un ducho sociólogo para percatarse de que para que haya lucha de clases tiene que haber un hecho social. Es decir, ha de producirse el hecho social del antagonismo entre clases. Es lógico, por tanto, que no estemos inmersos en la lucha de clases.

La relación entre los grandes capitalistas y sus ejecutantes ha pasado de ser antagónica a ser, y no siempre, contradictoria solamente. Esto es, el obrero del siglo XXI, ya no se plantea el que pueda darle un vuelco radical a su situación concreta, sino que se conforma con el mero de hecho de poder subsistir, es decir, obtener un trabajo medianamente aceptable (dicho sea de paso, es incompatible con la propia lógica del sistema capitalista aspirar a una creciente subida de salarios, sino que éstos, cada vez más, tienden al mínimo vital posible, pues la fuerza de trabajo está profundamente mercantilizada). Pues bien, este régimen de terror- y su muy conseguida justificación moral- es lo que hace que la clase trabajadora se encuentre temerosa, hipotecada y, por tanto, aletargada. Es, por tanto, imposible que exista lucha de clases, mientras exista el "imaginario social compartido".

En esta nueva economía virtual, se produce la truculenta paradoja de que mientras más virtuales son los beneficios, mayor es la necesidad de demostrar su existencia: economía-espectáculo, fusiones orgiásticas, sed de poder, de dominación...y mientras escribo esto el Presidente de la General Motors (el gigante mundial de los automóviles y de otras actividades no demasiado lícitas como venta de armas al Tercer Mundo) aprieta sonriente la mano de su homólogo de Daewoo, firmando la adhesión de la empresa surcoreana al gigante-monstruo. ¡Es la victoria del progreso! Un error que ha provocado la fulminante victoria de este sistema feudal/no libre y opaco/no transparente, ha sido la idea de creer que el mercado surgió para satisfacer las necesidades humanas, y no la de sostener que éste surgió para satisfacer las necesidades de la demanda, esto es, las necesidades solventes, con la exclusión flagrante de todos los que no entren dentro del aparato productivo. La economía capitalista, a diferencia de lo que algunos demagogos puedan decir, está completamente al servicio del capital, no del hombre, de tal forma que la megalomanía del capital es tan evidente que un mísero billete verde (que no tiene valor en sí, recuerden) tiene más libertad de desplazamiento que un ser humano. El crecimiento económico es el progreso, ya lo decían los economistas políticos; por tanto, el progreso ha de estar subordinado al crecimiento económico. ¡Vaya que si han ganado la batalla de las palabras!.

Ecuación falaz, básica e interdependiente del neoliberlismo: Crecimiento económico=Progreso.

La ley de la oferta y la demanda es, sin duda, el epicentro de la economía de mercado. La idea de que todo tiene un precio (incluso el aire, el genoma, el agua, las semillas, etc.) es la que ha hecho que el mundo se haya vendido por un puñado de dólares. Hay que poner a cada cual en su sitio, y gritar sin que nos tiemble la voz ¡no a la economía política! Los economistas políticos fueron los inventores de la idea de mercado como regulador de las relaciones sociales, de los desequilibrios naturales que se puedan dar; es, en definitiva, el tan smithiano laissez faire, esto es, dejar hacer, dejar que "la mano invisible", sin ningún tipo de escollo, regule la economía. Palmariamente, otra vil y orquestada falacia histórica, cuando es precisamente la historia la que nos demuestra que, en cuanto surge el mercado ( ya sea el del gas natural, el del petróleo, o el de los automóviles), tras producirse los inevitables desequilibrios de su impacto social, son agentes externos- que no invisibles- los que tienen que regular e intervenir ( ya sea el Estado o la sociedad) para que no se produzca el caos social; es el make yourself norteamericano el que debe juzgar a las personas y colocarlas en su correspondiente y justo lugar. Debe haber, como en todo, ganadores y perdedores...A esto lo llamaría yo ominosa omnipresencia del mercado.

Hoy, donde todo conato de discusión, de reflexión, de vuelta atrás, son sistemáticamente aparcados, surge un nuevo agente desplazado: el Estado. Éste, aunque aún sigue teniendo el monopolio de la dominación a la sociedad, se ha visto restituido en muchos casos, por la no menos cruel tiranía de los grandes grupos financieros, las transnacionales y sus instituciones anti-democráticas.

¿Qué fue de la comunicación?, ¿de las relaciones humanas gratuitas? El capital, con su suprema inteligencia, las engulló, tragándose consigo el aspecto más genuino de la humanidad: su sociabilidad. En las sociedades capitalistas, las relaciones humanas son esencialmente comerciales, motivadas por ese fetiche hipersugestionable llamado dinero. Sin embargo, como bien dice Latouche, ha habido épocas en la historia en que el factor económico no ha sido el motor de las relaciones humanas, al igual que en muchas sociedades o grupos no occidentales el factor económico es considerado secundario.

"El mayor error de todos aquellos que se han opuesto al sistema capitalista durante más de 200 años, ha sido luchar desde la certeza de la Historia. En mi opinión, hay que luchar desde la incertidumbre", decía el sociólogo Immanuel Wallerstein. Pensar, analizar y luchar deben ser nuestros lemas fundamentales, conscientes de que el capitalismo no es ni inevitable, ni eterno.

Con todo, los vítores y jolgorios del capitalismo son constantes. Pero, amigos y amigas, recuerden una cosa: nada es eterno e indestructible, ni siquiera el totalitarismo del capital...Arriba lucha antifascista