Última etapa del Capitalismo hacia la Victoria Final

Oscar Grácia

 

Desde que se inició el proceso de recorte de los derechos y libertades mínimas a la población con que el Capital quería parapetarse de revueltas populares, éste ha seguido sucesivas fases para conseguir que el cambio no fuera traumático.

Es la llamada estrategia de la rana, que dice así: Si lanzas una rana a una olla con agua hirviendo se retorcerá de dolor, sufrirá y luchará por su vida hasta que finalmente muera. En cambio si esa misma rana entra en agua tibia a la que se le va aumentando gradualmente la temperatura, se acostumbra más fácilmente al calor sin luchar aunque su destino final es el mismo.

Es así como la reestructuración del sistema capitalista en un estado del bienestar para ricos necesitaba de sucesivas 'reformas' laborales o fiscales , 'liberalización' del capital y creación de leyes fascistas para controlar a la cada vez mayor parte de la población que o bien protestaba o bien delinquía como consecuencia de la socialización de la precariedad y pobreza. No tenían ninguna prisa porque sabían que era necesario avanzar paso a paso.

Este camino era inviable de todas formas si la chusma se activaba por la acción e información de los canales tradicionales de sindicatos y partidos mayoritarios de izquierda. Hacia ellos se dirigió el control de sus cúpulas para así desmovilizar el activismo de las bases y dejarlas en la confusión que se producía entre las consignas de sus líderes y la pesadilla en que se estaban convirtiendo sus vidas.

Esa mezcla de desengaño, fatalidad y loca competitividad entre trabajadores ha producido una sociedad individualista, descoordinada y tan preocupada por lo complicado de su presente que no puede ni plantearse cambiar un sistema que parece inamovible.

Los sindicatos mayoritarios han tenido seguramente el papel más importante en el control de la clase trabajadora mediante pactos y firmas de reformas laborales dictadas por la patronal y a las que se le añadían retoques para que el plato fuera digerible. Sus cúpulas son responsables de colaboración en esas estrategias esclavistas y no merecen otro nombre que el de funcionarios de sindicatos verticales. Es el llamado 'diálogo social' en el que supuestamente los acuerdos alcanzados en 'negociación' representan intereses de una y otra parte sin perjuicios elevados para los trabajadores.

¿Es esta estrategia pactista indefinida en el tiempo?

Como para todo, existe un cierto mínimo innegociable sobre el que ni los sindicatos mayoritarios cederán nunca (en principio). Ese mínimo afecta a recortes sobre el sistema de desempleo, precarización del funcionariado público o pérdidas en programas de formación del que tanto dependen algunos.

Si leemos el comunicado conjunto de CCOO-UGT sobre el proyecto de reforma del seguro de desempleo vemos que listan las pérdidas concretas en dinero, tiempo de cotización u obligación de aceptar empleos 'adecuados' alejándose del objetivo real que persigue la aplicación de estas medidas por el que no parecen excesivamente interesados en entrar (debe de ser que al Mercado se le tiene que dejar tranquilo).

Ese objetivo no es otro que el aumento de la capacidad de presión del empresario sobre el trabajador, sobretodo en el momento de presentar una oferta de trabajo de la que está pendiente el subsidio por el que se mantiene su familia.Se intenta generalizar el gran éxito logrado con la presión que por ejemplo patronos del campo hacían sobre los trabajadores inmigrantes sin papeles, ofreciendo sueldos y condiciones miserables al aprovecharse de su falta de derechos. Esta gran cantidad de oferta precaria ha hecho que la mano invisible baje el precio de mano de obra al resto de los trabajadores 'legales' que tienen que rebajar sus pretensiones si quieren trabajar.

Esta es la situación que la masa de trabajadores parados con miedo a quedarse sin nada reproducirían sobre las condiciones laborales y económicas de todos.

Pero las cúpulas dirigentes sindicales no están interesadas en ningún planteamiento de lucha, simplemente no aceptarán renuncias en la línea que han marcado con tiza en el suelo. Si las consecuencias buscadas se produjeran por otro medio (¿quizás en su momento los contratos basura?) harían la farsa acostumbrada para firmar finalmente un acuerdo 'digno'.

¿Cederá entonces el Capital al rechazo sindical a esas medidas (incluyendo posible huelga general)? No parece que sea así. Cuando una parte cruza la línea es perfectamente consciente de lo que está haciendo, y la cruza para ganar.

El último gran terreno donde avanzar en la construcción del perfecto sistema capitalista está precisamente en esos puntos que se dejaron para el final, se consigue lo máximo por las buenas .Y que el resto quede como sea. No importa la confrontación social porque sólo los "demócratas" tienen la razón y la voz del pueblo.Manifestaciones de centenares de miles de personas no son nada porque al gobierno de turno siempre habrá mucha más gente que les haya votado en la farsa montada cada 4 años para "legitimarse". Se sienten fuertes, pues, de otra forma, no actuarían con la arrogancia con que lo hacen. En Italia, después de la manifestación de millones de trabajadores contra el despido libre (presión sobre el trabajador con método diferente al español) y la masiva huelga general posterior, Berlusconi lo tenía bastante claro, comentando todo eso en una reunión de empresarios italianos: "Pararán el país, pero no las reformas".

Entramos pues en una nueva etapa en la que los trabajadores deberán aceptar los últimos recortes o enfrentarse contra el Estado consiguiendo, quizás, alguna pequeña victoria que camufle nuevas cesiones. También está la posibilidad, claro está, de que la rana salte imprevisiblemente de la olla caliente y muerda en la yugular al hideputa que, confiado, la asfixiaba.

Extraído de La HaineArriba lucha antifascista