Poco embrujo y ¡qué pena de trufas!

Germinal

Hay veces que los prejuicios, por más que queramos, no pueden desterrarse. Así al menos, le ocurre a este modesto plumífero. Es el caso de la última película de Fernando Trueba, El embrujo de Shangai. El guión adapta la novela de Juan Marsé sobre la que ya había estado Victor Erice durante más de un año. Finalmente, Erice y el productor, Andrés Vicente Gómez, no se pusieron de acuerdo y, fue entonces cuando la promesa del director vizcaíno se convirtió en el embrujo del madrileño. Hace unos meses el guión del autor de El espíritu de la colmena fue publicado. Ahora, la película del realizador de El sueño del mono loco ha llegado a las pantallas. Uno, que tiene sus preferencias, no ha podido dejar de pensar cómo hubiera sido el film que sólo he podido "leer" en forma de literatura y, para qué negarlo, me ha condicionado la visión de la película.

¿Tiene la obra de Trueba tantos defectos como me parece?, ¿es una película fallida? Quizás no lo sería, al menos con la intensidad con la que la percibo, si no creyera que Erice, quien mejor ha sabido trasplantar el complejo mundo infantil al cine, hubiera realizado una película mejor. Además, de pensar que, cómo es posible que la industria cinematográfica española sea tan pacata que prive a los espectadores del regreso al largometraje de uno de sus más brillantes autores. Los dieciocho minutos de diferencia en la duración, entre una y otra versión, no puede ser la causa real de que así haya sucedido. No hay color, insisto en mi opinión, entre la introspección que pudiera haber realizado Erice, y que se vislumbra en el guión editado, y el relato superficial, sin rumbo que ha hecho Trueba. Y que conste que se me saltan las lágrimas cada vez que recuerdo algunas escenas de Ópera Prima y La niña de tus ojos, o que me emociono con Belle Epoque, o que me inquieto con El sueño del mono loco.

Ni Dani ni Susana, ni mucho menos Finito Chacón, son más que personajes casi de comedia. Sobre todo en el caso de Aida Folch que parece más una "Lolita" que uno de los miles de casos de infancia y juventud truncadas por la abyecta sociedad española del primer franquismo. Ni el anarquista Forcat es un mago que, incluso en las peores condiciones, renuncia a crear mundos mejores. Da la impresión de que a Trueba le ha dado miedo entrar en caminos en los que se siente menos seguro que cuando habla de adultos o de jóvenes que están a punto de serlo; cuando retrata ambientes y juega entre la tragedia y la comedia. Pero la infancia, el paso a la adolescencia no es eso. Quizás también lo sea, pero, sobre todo, es algo más. Es ese "aquél" que ha fijado indeleblemente en la memoria a El espíritu de la colmena o El Sur.

Los titubeos del director se perciben en el rumbo de la película. Pero, además, en los actores. Ariadna Gil nunca es ni una convincente Anita, ni una misteriosa y seductora oriental capaz de llevar al asesinato. Como Fernando Fernán-Gómez, a pesar de que defiende con brío su capitán Blay, tampoco despierta las cotas de emoción que se espera. Ni siquiera en la escena de su muerte. Los niños deambulan sin creerse que ellos son lo más importante de la historia. Incluso, la narración del argumento se contagia y llega a ser confusa en algún momento. A pesar de la esmerada ambientación, mejor Shangai que la Gracia barcelonesa, el artificio se deja ver. Nos distancia como los adultos lo hacen de los niños a los que no entiende.

No sé si Victor Erice ha visto la película, cuál es su opinión sobre ella. Pero sí puedo asegurar que para quien escribe estas líneas ha sido como si, tras esperar una década la llegada de un regalo que se le lleva prometiendo desde hace cinco años, cuando abre el paquete se encuentra con que las deliciosas trufas han perdido su textura y sabor y se han convertido en un amasijo informe que, ni siquiera chupándose los dedos, gustan. El maltrato a la que han sido sometidas durante el viaje las ha reducido a ese lamentable estado. ¡Una pena!

Quizás sea esta decepción lo que provoca que, apenas una semana después de estrenada, en una importante capital de provincias del interior, en la sesión de noche, la amplia sala del cine sólo albergara a quien ha escrito estas líneas y su acompañante. ¡Lástima de trufas!

Arriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!