La gravedad y la dramaticidad de los acontecimientos que estamos viviendo imponen a todo antiautoritarismo puntos de vista claros carentes de superficialidad y aproximación.

En los llamados países ricos, la sociedad actual, gracias al robo y al despilfarro de los recursos de la humanidad entera, permitiendo el acceso a los "bienes de consumo" a estratos de la población cada vez mez más amplios y concediendo una apariencia de derechos sociales, encuentra una base de masa para su propia autolegitimación económica, política y social, y obtiene además un debilitamiento de la conciencia y de la voluntad de pensar y obrar en la dirección de un cambio radical de lo existente.

En los movimientos que actualmente se oponen al diseño del dominio planetario promovido por unos cuantos potentados, está anclada la derivación reformista. Los reformistas sostienen como posible una redistribución más equitativa de la riqueza, reivindican la aplicación de métodos transversales de democracia para la sociedad, entienden como aplicable la práctica de la confrontación, de la contaminación (palabra muy querida a los reformistas) sobre bases igualitarias entre culturas, religiones y etnias diversas. Sin preocuparse ya mucho del fondo han creado tales diversidades. Concretar en estos planteamientos la ilusoriedad de la solución al drama de una humanidad constantemente dividida entre explotados y explotadores, debería ser para cualquier anarquista extremamente simple. Corresponde al anarquismo, antes que nada, suscitar en el individuo el rechazo de la explotación, así como la voluntad de no dominar a los otros.

El anarquismo y el momento actual

Fabio Razzi

 

 

 Los desarrollos sociales, políticos, económicos que están modificando rápidamente el planeta (y que están en marcha desde hace varios lustros) no pueden y no deben reducir el anarquismo a una entidad política. El antiautoritarismo, que es lo irrecuperable por el sistema dominante, no es aquello de las consignas de las que se apropia una manifestación más o menos numerosa, sino aquello que, practicado individual y colectivamente, adopta comportamientos cotidianos de rechazo total de las imposiciones, explícitas y engañosas del sistema, al mismo tiempo que rehuye la tentación de dominar a los otros. Si ello puede y debe tener su raíz en la cotidianidad, puede y debe ser capaz de desengancharse también de todo aquello que la cotidianidad actual, dominada por el criminal proyecto de unos cuantos potentados, impone a cada uno. Nosotros hemos perdido de vista a nuestro vecino columpiándose en la ilusión de poder afirmar nuestro rechazo de lo existente, oponiendo palabras a palabras, imágenes a imágenes en el revoltijo planetario de los medios y el espectáculo. Nos engañamos contrastando la ventolera de locura que allana y turba el planeta, y quizá no nos damos cuenta de que nuestro compañero de trabajo, explotado, a veces invoca la pena de muerte contra la "creciente criminalidad", o mejor, lo consideramos sin influencia en la economía del pensamiento revolucionario, sin considerar que es gracias a ello por lo que los estados pueden disponer sin problemas de la suerte de cada uno. Nada es más peligroso para la libertad que el esclavo que piensa con la cabeza del patrón y que actúa como él.

Es hora ya de que, además de manifestar nuestro desacuerdo en las confrontaciones con el sistema, obremos denunciando cuánta complicidad hay entre el soldado que acepta absolutamente matar, y los generales mismos. Entre el obrero que por su salario acepta fabricar armas, y los señores de la guerra. Entre el docente que acepta enseñar a sus estudiantes la obediencia pasiva, y el sistema de las jerarquías y de los privilegios. Entre el científico que vende su saber, y el poder económico que lo emplea para acumular riquezas y destruir todo recurso. Y así sucesivamente en todos los grados de la pirámide social.

Si la tensión libertaria, por un mundo liberado de la desgraciada práctica de atropello que está destruyendo hombres y cosas, no atraviesa la humanidad reducida a masa de mano de obra en los planes de los dominadores, el pensamiento antiautoritario y su movimiento corren el riesgo de una marginalidad de la que será extremamente difícil salir. Privados continuamente de la posibilidad de comunicar directa y emotivamente con el propio vecino, el peligro de ser tragados en un remolino de ilusiones revolucionarias virtuales está al acecho. Del mismo modo que es improbable una vida individual y social antiautoritaria, como no sea a través de la adhesión voluntaria y consciente de cada uno, es improbable -reduciéndose a simple representación espectacular- una oposición consciente, radical e irrecuperable a los dominadores, si no recuperamos el arranque de la relación directa entre los explotados producida definitivamente en los últimos decenios. Arranque que, inevitablemente, aunque involuntariamente, genera tentaciones de delegación y de "profesionalidad revolucionaria" que no tienen nada que ver con la práctica antiautoritaria.

Por tanto, sólo abandonando ilusiones de protagonismo político, si alguna vez las habíamos tenido, y encontrando la capacidad de suscitar en todo explotado la repulsión del estado mismo y la voluntad de autodeterminar la propia existencia, con instrumentos que ya contengan gérmenes de libertad y autonomía desde lo existente, el anarquismo puede avanzar. Una vez más, como siempre, la liberación de cada uno está en sus propias manos.

Tomado de Seme Anarchico.

Traducción Redacción.Arriba lucha antifascista