La memoria periodística nos contaba lo bien que se comía en los hospitales Txagorritxu y Santiago: habla croquetas hechas a mano, salsillas preparadas con cariño, chuletas con pimientillos eta abar, eta abar.

Se desató un conflicto que terminó con todo pichi escaldao: se tuvo que pedir ayuda a una asesoría jurídica pero no se pudo parar la privatización de la cocina.

Y ahora le toca a la lavandería: una labor fundamental dentro de un hospital. La razón que se aduce es el ahorro, pero ese no es un argumento de peso.

¿Cómo es posible que se ahorre más dinero llevando la ropa a lavarla a Bilbao que lavándola en el mismo hospital?.

Lo único que se nos ocurre es que los puestos de trabajo dignos que habla antes se van a convertir en sueldos de miseria para unos y dinero a repartir entre algunos prebostes.