Los
terroristas de la buena sociedad tal vez no tengan que esperar mucho
para el segundo round. El vicepresidente de EE.UU., Dick Cheney,
advirtió la semana pasada que EE.UU. podría entrar en acción contra
40 y 50 países. Somalia, supuestamente un "refugio" para Al
Qaeda, está junto a Irak, a la cabeza de una lista de potenciales
objetivos. Animado por haber reemplazado a los terroristas malos de
Afganistán por los terroristas buenos de EE.UU., el secretario de
defensa, Donald Rumsfeld, ha solicitado al Pentágono que 'piense lo
impensable', después de haber rechazado sus 'opciones pos-Afganistán'
por ser 'insuficientemente radicales'.
Un ataque estadounidense contra
Somalia, escribió el contacto del Guardian en el Ministerio de
Relaciones Exteriores [de Gran Bretaña], 'ofrecería la oportunidad de
ajustar una cuenta antigua: 18 soldados estadounidenses fueron
brutalmente muertos allí en 1993... ' Omitió mencionar que los
infantes de marina dejaron entre 7.000 y 10.000 muertos somalíes,
según la CIA. Dieciocho vidas estadounidenses merecen que se salden las
cuentas pendientes: lo que no vale para miles de vidas somalíes.
Somalia podría constituir una sesión
de entrenamiento ideal para la destrucción final de Irak. Sin embargo,
como informa el Wall Street Journal, Irak presenta un 'dilema',
porque 'quedan pocos objetivos'. 'Nos queda el último cobertizo,' dijo
un funcionario estadounidense, refiriéndose a los bombardeos casi
cotidianos, que ya no constituyen noticias. Tras haber sobrevivido a la
guerra del Golfo de 1991, el control de Sadam Husein sobre Irak ha sido
reforzado desde entonces por uno de los bloqueos más despiadados de los
tiempos modernos, vigilado por sus antiguos amores y proveedores de
armas en Washington y Londres. A salvo en sus búnkeres construidos por
británicos, Sadam sobrevivirá un nuevo bombardeo - pero no el pueblo
iraquí, el verdadero rehén para el cumplimiento de las continuamente
cambiantes exigencias de EE.UU.
En este país, la propaganda
disfrazada jugará su acostumbrado papel desorientador. Dado que una
parte tan inmensa de los medios de comunicación anglo-estadounidenses
está en manos de diversos guardianes de las verdades aprobadas, se
informará y se discutirá sobre el destino tanto del pueblo iraquí
como del somalí, bajo la estricta premisa de que los gobiernos de
EE.UU. y de Gran Bretaña están contra el terrorismo. Como en el ataque
contra Afganistán, el tema central será el cómo 'nosotros' podemos
manejar mejor el problema de las sociedades 'incivilizadas'.
La verdad más evidente seguirá
siendo tabú. Y es que la longevidad de EE.UU. como estado terrorista y
refugio de terroristas sobrepasa todo. Que EE.UU. es el único estado
conocido que ha sido condenado por la por terrorismo internacional por
la Corte Mundial, y que ha vetado una resolución del Consejo de
Seguridad de la ONU apelando a los gobiernos a que respeten la ley
internacional, no puede ser mencionado.
Recientemente, Denis Halliday, el ex
secretario general adjunto de la ONU, quien renunció antes de seguir
administrando lo que describió como "una política genocida de
sanciones" contra Irak, provocó la indignación de Michael Buerk,
de la BBC. "No es posible que alguien haga una comparación moral
entre Sadam Husein y George Bush padre, ¿no es cierto?" dijo Buerk.
Halliday estaba participando en uno de los programas sobre decisiones
morales que presenta Buerk, y se había referido a la innecesaria
matanza de decenas de miles de iraquíes, sobre todo civiles, por los
estadounidenses durante la guerra del Golfo. Señaló que muchos fueron
enterrados vivos, y que se utilizó ampliamente el uranio empobrecido,
una causa casi segura de una epidemia de cáncer en Irak meridional.
El que la historia reciente de los
verdaderos crímenes de Occidente, haga aparecer a Sadam Husein, como
'un aficionado', según Halliday, es lo que no se puede decir; y porque
no hay una respuesta racional a semejante verdad los que la mencionan
son tachados de 'anti-estadounidenses'. Richard Falk, profesor de
política internacional en Princeton, ha explicado este tema. La
política exterior occidental, dice, es difundida en los medios "a
través de una pantalla moral y legal farisaica, de sentido único, con
imágenes positivas de los valores y de la inocencia occidentales
retratados como si estuvieran amenazados, dando así validez a una
campaña de violencia política irrestricta".
La supremacía de Rumsfeld, de su
representante, Paul Wolfowitz, y de sus asociados Richard Perle y Elliot
Abrams, significa que gran parte del mundo está ahora amenazada
abiertamente por un fascismo geopolítico, que se ha estado
desarrollando desde 1945 y que se ha acelerado desde el 11 de
septiembre.
Los participantes de la actual
pandilla de Washington son auténticos fundamentalistas estadounidenses.
Son los herederos de John Foster Dulles y de Alan Dulles, los fanáticos
bautistas que dirigieron en los años 50,el Departamento de Estado y la
CIA, respectivamente, aplastando gobiernos reformistas de país en país
- Irán, Irak, Guatemala - desgarrando acuerdos internacionales, tales
como los acuerdos de Ginebra sobre Indochina de 1954, cuyo sabotaje a
manos de John Foster Dulles condujo directamente a la guerra de Vietnam
y a cinco millones de muertos. Archivos desclasificados nos informan
ahora que EE.UU. estuvo dos veces a punto de utilizar armas nucleares.
Los paralelos están ahí, en la
amenaza de Cheney contra 40 a 50 países, y de una guerra 'que no
terminará durante nuestras vidas'. El vocabulario de justificación
para este militarismo, ha sido suministrado desde hace tiempo en ambos
lados del Atlántico por esos 'eruditos' producidos en masa que han
apartado a la humanidad del estudio de las naciones y la han congelado
en una jerigonza que sirve al poder dominante. Los países pobres son
'estados fracasados'; aquellos que se oponen a EE.UU. son 'estados
delincuentes'; un ataque realizado por Occidente es una 'intervención
humanitaria'. (Uno de los bombarderos más entusiastas, Michael
Ignatieff, es ahora 'profesor de derechos humanos' en Harvard.) Y al
igual que en los tiempos de Dulles, las Naciones Unidas son reducidas al
papel de limpiar los escombros de los bombardeos y de organizar
'protectorados' coloniales.
El ataque a las torres gemelas
suministró al Washington de Bush tanto un gatillo como una coincidencia
extraordinaria. El antiguo ministro de relaciones exteriores de
Pakistán, Niaz Naik, ha revelado que funcionarios importantes de EE.UU.
le dijeron, a mitad de julio, que a mediados de octubre se emprendería
una acción militar contra Afganistán. El secretario de estado de
EE.UU., Colin Powell, estaba en esos días viajando por Asia Central,
consiguiendo, desde ya, apoyo para la 'coalición' en una guerra contra
Afganistán. Para Washington, el verdadero problema con los talibán no
eran los derechos humanos, eso era irrelevante. Simplemente, el problema
era que el régimen talibán no tenía un control total sobre
Afganistán, hecho que disuadía a los inversionistas de financiar óleo
y gaseoductos desde el Mar Caspio, cuya posición estratégica con
relación a Rusia y China, y sus reservas de combustibles fósiles, en
su mayor parte sin explotar, son de vital interés para los
estadounidenses.
En 1998, Dick Cheney declaró a
ejecutivos de la industria petrolera: "No puedo pensar en ninguna
otra época en la que hayamos tenido una región que emerja tan
repentinamente para convertirse en algo tan importante desde el punto de
vista estratégico, como el área del Caspio."
Por cierto, cuando los talibán
llegaron al poder en 1996, no fueron sólo saludados por Washington,
sino que además sus dirigentes fueron llevados en avión a Texas,
gobernado entonces por George W. Bush, y agasajados por ejecutivos de la
compañía petrolera Unocal. Se les ofreció una parte de los beneficios
de los oleoductos; se mencionó un 15 por ciento. Un funcionario
estadounidense señaló que una vez que fluyera el petróleo y el gas
del Caspio, Afganistán se convertiría 'como Arabia Saudita', en una
colonia petrolera, sin democracia y con persecución legal de las
mujeres. 'Podemos vivir con eso,' dijo. El convenio fracasó cuando
fueron bombardeadas dos embajadas estadounidenses en el este de África
y se acusó a Al Qaeda.
Los talibán ascendieron, como era de
esperar, al primer lugar en la liga de demonios establecida por los
medios, con las excepciones de rigor. Por ejemplo, el régimen de
Vladimir Putin en Moscú, los asesinos de por lo menos 20.000 personas
en Chechenia, está exento. La semana pasada, Putin fue recibido por su
nuevo 'buen amigo', George W. Bush, en el rancho de Bush en Texas.
Bush y Blair están exentos de por
vida - aunque el número de niños iraquíes que mueren cada mes, sobre
todo como resultado del embargo anglo-estadounidense, sea mayor que el
número total de muertos en las torres gemelas, una verdad que no se
permite que acceda a la conciencia del público. El asesinato de niños
iraquíes, así como la muerte de chechenios, o la de civiles afganos,
son considerados menos abominables desde un punto de vista moral que la
muerte de estadounidenses.
Habiendo presenciado muchos
bombardeos, me impresiona la capacidad de los que gustan de llamarse
'liberales' y 'progresistas' para tolerar de buenas ganas el sufrimiento
de inocentes en Afganistán. ¿Qué tienen para decirles estos
comentaristas llenos de amor propio, que no ven casi nada de las luchas
del mundo exterior, a las familias de los refugiados bombardeados y
asesinados en el polvoriento pueblo de Gardez, el otro día, mucho
después de caer en manos de las fuerzas anti-talibán? ¿Qué les dicen
a los padres de niños muertos, cuyos cadáveres yacían en las calles
de Kunduz, el domingo pasado? "Murieron 40 personas," dijo
Zumeray, un refugiado. "Algunos fueron quemados por las bombas,
otros fueron aplastados por los muros y los techos de sus casas, que se
derrumbaron por la explosión." ¿Qué les dice Polly Toynbee del
Guardian: "¿No ve que los bombardeos funcionan?" ¿Lo
llamará anti-estadounidense? ¿Qué les dirán los 'intervencionistas
humanitarios' a aquellos que morirán o serán lisiados por las 70.000
bombas de racimo que han quedado sin estallar?
Durante varias semanas, el Observer,
un periódico liberal, ha publicado informes, sin base real, que han
tratado de relacionar a Irak con el 11 de septiembre y la histeria del
ántrax. "Fuentes de Whitehall" y "fuentes de la
inteligencia" son los narradores principales de estas historias.
"La evidencia crece..." decía uno de los artículos. La suma
de la 'evidencia' es cero, simplemente combustible para gente como
Wolfowitz y Perle y probablemente Blair, de quien se puede esperar que
apoye el ataque. En su ensayo "La banalidad de la maldad", el
gran disidente estadounidense Edward Herman describió la división del
trabajo entre aquellos que diseñan y producen armas como las bombas de
racimo y las bombas "cortadoras de margaritas," los que toman
las decisiones políticas de utilizarlas y aquellos que crean las
ilusiones que justifican su uso. "Es la función de los expertos, y
de los medios oficiales," escribió, "normalizar lo impensable
para el público en general." Es hora de que los periodistas
reflexionen al respecto, y que se arriesguen a decir la verdad sobre una
desmesurada amenaza contra gran parte de la humanidad, amenaza que no
proviene de sitios remotos, sino que de cerca de casa.
Znetmagazine