...Basamos
nuestro punto de vista en la historia: el atentado de Oklahoma City dio
nacimiento a la ley antiterrorista firmada en 1996 por Clinton; ahora
bien, un aspecto siniestro de esta legislación llamada "ley para
una pena de muerte efectiva" ponía en práctica la erosión más
inquietante del intangible principio del habeas corpus por
primera vez en 200 años. Del mismo modo, 5 años después, las medidas
antiterroristas impuestas por George W. Bush son, desde ahora,
portadoras de consecuencias liberticidas para el universo carcelario
americano. Basamos, igualmente, nuestro punto de vista en hechos: ¿no
enviaba un alto funcionario británico una nota a uno de sus colegas
sugiriéndole que era preciso aprovecharse de la guerra para pasarse a
escondidas "las malas noticias"?. Desde el 23 de septiembre,
nosotros habíamos llamado la atención sobre los atentados contra los
derechos más elementales de nuestros prisioneros, escudándose en el
"estado de excepción" creado por la guerra y que llegaba
hasta el espectro de ejecuciones extrajudiciales. En fecha más
reciente, una parte, a la que se presta poca atención, de la
legislación antiterrorista, impuesta a América, prácticamente de modo
unilateral, por Bush, permite al FBI y al Departamento de Justicia
interceptar y leer el contenido del correo de todos los presos
americanos, incluida la correspondencia y sesiones de trabajo, hasta
ahora confidenciales, entre los presos y sus abogados.
En este deletéreo clima de censura,
de tentación de tortura y de militarización de la justicia (tribunales
militares que juzguen a los acusados de terrorismo), nos enteramos, sin
sorpresa, que la jueza Dembe del Tribunal Superior de Pennsylvania acaba
de rechazar definitivamente la petición de Mumia de un nuevo proceso,
bajo pretexto de que la declaración de Arnold Beverly - que se confiesa
autor del crimen imputado a Mumia - es sólo el producto de un fenómeno
de mitomanía o de fabulación frecuente en ciertos testigos de última
hora. Nosotros deseamos plantear aquí algunas cuestiones a la jueza
Dembe y al sistema judicial de los Estados americanos que practican la
pena de muerte.
- Si Beverly pretende "darse
autobombo", ¿cuál será su ganancia, salvo la silla eléctrica,
la cadena perpetua o una ejecución salvaje por obra de los que le han
encargado la faena? (Arnold Beverly, en efecto, se sirve de un contrato
mafioso que aceptó para asesinar al policía Faulkner, que investigaba
demasiado de cerca la corrupción policial en Filadelfia).
- Si Arnold Beverly fuera un caballo
de Troya o un provocador infiltrado en el dispositivo de la defensa para
hacer fracasar las pruebas de la inocencia de Mumia en toda la línea,
¿no tendría la acusación más bien interés en que aparezca en el
estrado?
- ¿Por qué el Estado de Pennsylvania,
sus jueces elegidos y su policía - la más corrompida de la nación,
después de la de Los Ángeles - tienen tanto miedo de Arnold Beverly y
de lo que sabe?
- ¿Cómo es posible que Beverly
testimonie de forma tan detallada sobre los hechos que él no habría
podido conocer sin haber estado físicamente implicado en la muerte por
bala del policía?
- ¿Cómo puede darse que los detalles
dados por Beverly cubran las lagunas existentes, corroboren los datos
balísticos y legistas, y aclaren, en fin, las contradicciones y las
inconsistencias de los testigos de cargo, sobre todo en lo que se
refiere a la utilización de prostitutas como confidentes, ya aun mucho
antes del caso Faulkner, para ayudar a la policía a poner trampas a
inocentes y enviarlos a la cárcel o a la muerte?
- ¿Cómo la Señora Jueza puede pasar
en silencio, en su enunciado de juicio, la carta que ella recibió, unos
días antes, de la Asociación Internacional de Juristas Demócratas,
donde se detallaban los tratados, cartas y convenciones internacionales
(a los que se supone que los USA están adheridos) que estipulan que no
puede haber acta de prescripción, cuando se trata de presentar a la
justicia las pruebas de la inocencia de un prisionero, y eso sin hablar
de la oposición de esas legislaciones internacionales a la pena de
muerte? ¿Se trata acaso del hecho de que ésta está firmada, entre
otros, por el abogado de Nelson Mandela, que incita a la Señora jueza a
pasar por alto la creciente dimensión internacional de este asunto?
- ¿Cómo esta Señora puede pasar por
alto la petición del equipo de defensa que solicita se incluya en el
dossier un brillante artículo sobre la suerte de los inmigrantes
italianos, Sacco y Vanzetti, ejecutados, a pesar de la confesión de un
tercer hombre y por obra del racismo y la xenofobia de esos jueces-
turbadora semejanza con el dossier de Mumia?
- ¿Cómo puede esta Señora obviar la
discusión de un célebre precedente jurídico que se impone por sí
misma: la ejecución de Herrera, cuya inocencia había sido, en fin,
demostrada con pruebas por su abogado, pero "fuera de plazo"?
(el Tribunal Supremo de los EE.UU. dictaminó entonces que una
ejecución es justa cuando las pruebas son examinadas dentro de los
plazos procesales requeridos. Hay, pues, un plazo fuera del cual
"la inocencia deja de ser una defensa").
Es cierto que la desestimación por el
Tribunal Superior del Estado deja a Mumia un margen muy estrecho: sólo
queda la decisión del juez federal Yohn en lo que queda del dossier de
Mumia, y Yohn ya en dos ocasiones manifestó que rechaza oir la
declaración de Beverly. Si la decisión de Yohn es negativa - y este
juez nunca dejó de dar pruebas de su hostilidad -, queda abierta la
vía a un tercer mandato de ejecución, sin otra esperanza de apelación
que ante un Tribunal Superior Federal, tradicionalmente muy conservador,
y ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que, hasta ahora, ha
rechazado todas las apelaciones de Mumia.
Y, sin embargo, el rechazo de Dembe
nos viene a nosotros, militantes, como pan bendito: la histeria ligada a
la guerra americana y cuidadosamente manipulada por el equipo de Bush,
había relegado a la sombra el grave problema de la pena de muerte en
los USA, causa de pérdidas civiles si la hay. El fin de la
no-aceptación de pruebas de la inocencia de Mumia por uno de los
Estados americanos más retrógrados en materia de política carcelaria
pone en primer plano de importancia los dossiers de nuestros prisioneros
políticos y de la pena de muerte de un país , cuyo presidente tuvo la
osadía de decir recientemente, en su alocución ante las Naciones
unidas: "Los talibanes son, a los ojos del mundo entero, culpables
de matanzas de inocentes".