Luchador íntegro, corazón libertario

La última enciclopedia del anarquismo español dedica un destacado espacio al mirandés Félix Padín, protagonista de una densa e intachable historia de compromiso social y con la CNT

Esta semana ha participado en tres reuniones y en un par de concentraciones. Ha sido uno de los promotores de la plataforma por la liberalización de la N-1, la del 061 y contra la guerra en Afganistán. Navegó hace un par de meses en una endeble almadía de poliespán y participó en primera fila en la manifestación contra Garoña. A sus vigorosos y provocadores 85 años, con sonotone y pastillas para el corazón en el bolsillo, vive la urgencia de intervenir, de movilizarse, tanto a nivel personal como social, como referencias esenciales para que las cosas funcionen y, en todo caso, «porque hay que morir al pie del cañón». Pero siempre va unido a tres siglas y dos colores, con nombre anarquista y sentimiento libertario: la CNT.

Así ha sido desde que a los 14 años se integró en su Bilbao natal en las Juventudes Libertarias y así se refleja detalladamente en un voluminoso libro de 651 páginas, ahora publicado. ‘Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español’, de Miguel Íñiguez, editado por la Fundación de Estudios libertarios Anselmo Lorenzo y publicado este año, recupera referencias esenciales para entender la historia de este mirandés de adopción desde 1954.

«Nacido en Bilbao el 9 de septiembre de 1916 en el seno de una familia numerosa y pobre, con apenas 12 años tuvo que trabajar en una tienda de ultramarinos y con 15 en la construcción, su definitiva profesión. Militante de CNT, al caer la dictadura de Primo de Ribera, con 14 años, y también de Juventudes Libertarias. Formó un grupo de acción con Porfidio Ruiz, Alberto Lucarini y Severiano Montes. Muy activo en lo cultural, propaganda, huelgas y sabotajes y hasta aprovisionamiento de armas y dinamita, que se emplearon en julio de 1936», recoge su biografía.

Padín reconoce que fueron tiempos difíciles, pero gloriosos. «Aquellos años vivíamos más felices e ilusionados que ahora. Mucho más -subraya con sonrisa socarrona y nostágica-. Nos preparábamos para enfrentarnos al poder y se trabajaba en todos los campos, con la información, con las armas y con explosivos. Además, veíamos que no sólo nosotros en la CNT, sino que las demás juventudes, como la socialista, tenían un ideal, luchaban por algo y aunque había diferentes planteamientos coincidíamos en la lucha común. Al final, todos queríamos cambiar las cosas».

Los logros y transformaciones conseguidas por el movimiento libertario en aquellos años convulsos y menesterosos fueron muy importantes; además, «sin que el pueblo estuviera todavía preparado del todo». Por eso mantiene el convencimiento de que hoy podría suceder igual si los trabajadores tomaran conciencia. Pero lamenta que «hoy no hay conciencia de trabajador, ni de sindicato ni de casi nada. Hoy hay conciencia de vivir la vida en la poltrona, sin hacer esfuerzos, preocupaciones, sin solidaridad y sin tener ideas ni nada».

Pero él sigue trabajando en ese empeño. «Y sigo con 85 años ejerciendo el cargo de tesorero de la CNT, porque tenemos una vocación, un sentimiento de la vida». La CNT, explica, camina hacia una transformación de la sociedad para construir una democracia pluralista, en la que todo lo organizarían los trabajadores, sin gobernantes ni mandos. «Eso es a lo que yo aspiro», asegura con el aplomo y el convencimiento de 71 años de fidelidad ideológica y activa a los principios libertarios. «Eso se llama constancia, tener un ideal y no andar, como vemos a muchos que hoy están en un partido y mañana en otro. Una persona consciente de la existencia, tiene que ser fiel a un mismo pensamiento que sea sano y bueno. Para mí, ser anarquista es tener una conciencia y un pensamiento tan libre que quiere al hombre independiente completamente. Es trabajar para cambiar la sociedad y que sea cada día más justa. Con este fin sigo colaborando».

En todo caso deja claro que «libertario no es hacer cada uno lo que le da la gana. Muchos entienden como acción directa, el pegar un tiro al patrón. Pero no es eso, sino una relación directa entre ambas partes sin intermediarios y sin imposiciones».

Pero lo cierto es que a lo largo de su dilatada existencia ha tenido que sufrir muchas imposiciones, desde aquel 1936 que sigue fijado en su retina no sólo por los logros sociales y sindicales, sino también por el estruendo de las armas. «Fue detenido en octubre de 1934. Iniciada la sublevación fascista luchó en los batallones Isaac Puente y Durruti con el rango de sargento y teniente, hasta su detención en junio de 1937. Pasó seis años en diversas cárceles, campo de concentración de Miranda y batallones disciplinarios. Detenido de nuevo en mayo de 1947 con motivo de la famosa huelga de Bilbao. Muerto Franco reactivó su militancia, convertido en el alma de la CNT de Miranda de Ebro», se añade en el libro.

47 años mirandeses

Su intensa relación con Miranda comienza el 8 de diciembre de 1937, siete meses después de ser hecho preso en la localidad vizcaína de Burgui. Escoltado por un soldado armado, tomó cerca de Vitoria el tren Correo de las 3 de la tarde y llegó a Miranda a las 5. «Llovía a cántaros y hacía mucho frío y pasé una hora en la puerta del campo porque estaban de farra por ser la fiesta de Infantería», detalla con impecable memoria.

Su estancia en el campo de concentración mirandés fue breve y se repitió por tres veces, en sus traslados a Guadalajara, Elizondo y Peñaranda de Bracamonte. En esta localidad se licencia en 1939, y regresa a Bilbao. Pero, al mes, vuelve a Miranda y a otro batallón disciplinario por otros tres años. En 1943 se licencia de nuevo y regresa a Bilbao, donde disfrutó de una relativa calma hasta 1947, en que volvió a ser detenido varios días, tras ser delatado por un compañero albañil que era nacionalista, y un «pelotillero con el jefe», precisa.

Por fin, el día de San José de 1954, «que era sábado, llegué a Miranda con 38 años, cambiando de aires y buscando trabajo, de la mano del contratista Eloy Sánchez, que estaba en la Fefasa, donde trabajé nueve años». Aquí fijó su definitiva residencia y aquí es donde reconoce que ha vivido «la mejor parte de mi existencia. He trabajado mucho, me han apreciado y no tengo quejas, y prefiero estar en Miranda que en Bilbao», apunta sonriendo de nuevo.

Después de 47 años mirandeses reconoce que la ciudad ha tenido «una evolución buena y bonita. Veo toda su expansión moderna». Pero reitera que «si hubiera un municipio libre con concejales elegidos por barrios, sin partidos, el vecindario tendría sus representantes y eso se llevaría de otra forma. Hoy cada uno tira a lo suyo».

Extraído de El Correo

Miguel Sánchez MirandaArriba. ¡LUCHA ANTIFASCISTA!