EDITORIAL

La guerra actual y sus modos

Redacción

 

En los procesos que se vienen sucediendo desde el 11 de septiembre del 2001, va estando cada vez más claro, hasta para los bienpensantes más recalcitrantes, que el capítulo de las "Torres Gemelas" fue su detonador o casus belli sólo de una manera fortuita. Cualquiera otro pudiera haber servido para disparar los acontecimientos, lo mismo que un simple telegrama provocativo dirigido por Bismarck a Napoleón III llegó a servir para el lanzamiento de la guerra francoprusiana de 1870, o el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, en junio de 1914, para promover la primera Gran Guerra. Las razones reales de las guerras, subyacentes y anteriores a la superficialidad de hechos concretos, por muy espectaculares que éstos sean, radican siempre en exigencias estructurales de los sistemas de que se trate. Y ya vimos en editoriales anteriores que , en lo que atañe a la actual guerra, desatada por los EEUU, coreada por el occidente capitalista y asentida por los países excomunistas, se trata de "un paso avanzado, y técnicamente obligado, en la estructuración de los resortes políticos requeridos por la globalización". Y que esto es así lo afirma, entre otras cosas, también la singularidad de esta forma de guerra en su comparación con las precedentes o tradicionales. En primer lugar, se trata de una guerra sí y no declarada al mismo tiempo. Sí, porque fue la forma de poner en marcha alguno de los puntos del articulado de la OTAN para obtener el apoyo activo de todos sus componentes y la complacencia general. No, porque, si lo fuera, debería atenerse a las reglas del derecho internacional y a la Convención de Ginebra, cosa indeseable para sus promotores, porque, de haberlo hecho, no habrían podido permitirse, en un enfrentamiento totalmente desigual en términos absolutos, tomar en vivo a una nación entera y a su pueblo para utilizarlos como campo de experimentación de sus armas más novedosas, de ensayo de estrategias inéditas, y de puesta en escena viva de un generalizado potencial mortífero asombroso que hiciera tentarse los machos a cualquier posible competidor u oponente externo que incurriera en la veleidad de toserle o de discutirle el argumento de la fábula quia nominor leo, "porque me llamo león". No habrían podido, alegremente, servirse de grupos criminales autóctonos como carne de cañón para ahorro de vidas americanas, a cambio de cerrar los ojos a sus asesinatos, expolios , violaciones y tropelías de toda laya, dando, con ello, lugar a un hecho comparativo terrible, y es que, imgerencia por ingerencia, ésta americana, inglesa y occidental, en general, en Afganistán, con su monstruosidad, hace casi santa la criminal ingerencia de los nazis alemanes y fascistas italianos en la guerra civil española. No habrían podido masacrar impunemente a una inhumanamente desamparada e inerme población civil, ante el silencio hipócrita y culpable del mundo entero. No habrían podido proceder al exterminio genocida de prisioneros ni a darles un trato criminal en sí mismo, con absoluta negación de su condición de personas físicas y morales, encadenándolos, sometiéndolos, vejándolos, humillándolos, privándolos de la visión y de la más mínima y elemental comunicación, impidiéndoles incluso el más pequeño desplazamiento para hacer sus necesidades fisiológicas, negándoles, en fin, toda posibilidad de defensa y asistencia letrada... Habría que retroceder en la historia bastante tiempo para encontrar tamaños ejemplos de tratamiento inhumano, y el Alcatraz cubano de Guantánamo, ya como hecho, y los futuros lugares de internamiento, como proyecto ya en marcha, para prisioneros "terroristas" en espera de que tribunales marciales los sentencien a muerte sin apelación, dan lugar a pensar que, con Auschwitz y Mauthausen, no se había llegado todavía a la fórmula suprema de sometimiento, abuso y negación de la condición humana...

Otra de las novedosas características de esta guerra es su absoluta negritud o negrura, más que pura opacidad, como una muestra más de su carácter excepcionalmente criminal, no porque las demás guerras no sean criminales, todas lo son, sino porque ésta, al privarse de toda contención de cualquier clase y permitírselo todo, lleva sus acciones criminales a un extremo difícilmente soportable por conciencias civiles medias. Por ello, el alto mando dio a sus huestes y aliados, desde el principio mismo, la consigna taxativa: ninguna transparencia en absoluto sobre las acciones de guerra y sus procedimientos, opacidad total, la guerra es cosa de militares y su seguimiento debe depender totalmente de los partes de guerra y comunicados que ellos solos provean. Ninguna versión más, ninguna inspección civil directa en el proceso. Prohibición absoluta de presencia de reporteros y corresponsales de guerra en el frente de los hechos. El campo de la comunicación debe estar mediado todo él por los filtros del alto mando, sumamente hipersensible en cualquier matiz que ataña a la guerra psicológica, lo cual es comprensible, ya que, en el terreno de la guerra psicológica, los medios de comunicación juegan un papel fundamental ... Así, podrían empezar a entenderse hechos verdaderamente curiosos y envueltos en un gran opacidad, a saber, que, en un momento determinado del proceso bélico, haya habido más periodistas muertos que soldados, y llama sobre todo la atención la insistencia y premura con que, por parte de los promotores de la guerra y sus aliados, siempre se quiso endosar estos muertos a los talibanes, sin ninguna clase de prueba, en medio de las explicaciones más peregrinamente confusas, y ello a pesar de que la única periodista declaradamente retenida en el campo talibán, una profesional francesa, fue liberada por los talibanes sin ninguna clase de daño personal ni precio de rescate...

Este tipo de guerras ya han sido tipificadas como "guerras terroristas" por alguno de esos bienpensantes que medio empiezan a ver. Quieren decir, con ello, guerras en que los "demócratas" ofrecen el espectáculo manifiesto de la "pérdida de las buenas maneras", por no decir abiertamente que se trata de una conculcación escandalosa del derecho internacional y de gentes. La pura realidad es que se actúa descaradamente contra el propio derecho burgués vigente porque nos encontramos en los prolegómenos de una mutación legislativa fundamental de la democracia "formal" hacia una "reformalización", que, a los ojos de los bienpensantes, no muestre las "formas" de manera tan descaradamente contradictoria. Es la estructura legislativa que requiere la globalización en los últimos tramos de su culminación, camino de cubrir invasiones de liquidación militar en Yemen, Irak, Somalia, Colombia, Bolivia..., o invasiones de liquidación económica, siguiendo los pasos de Extremo Oriente o de la Argentina... En medio de todo ello, la intelligentsia internacional, muda ella y bien arropadita en su confortable pasar, escucha lánguida los dulcísimos valses de los Strauss.

Arriba lucha antifascista