¿Ralentización o recesión económica?

Redacción


La "nueva economía", esa novedosa invención de los cerebros del capitalismo, ha resultado un fiasco mayúsculo. Sus pretensiones de hacer compatible un crecimiento recalentado con una inflación contenida y controlada se han venido abajo. La consecuencia fue una caída en picado del PIB a niveles mundiales en términos que rozan ya el crecimiento cero. El capitalismo ha venido haciendo su agosto en demasía, sufre una indigestión, entra en via de abstinencia, pero, como sus mecanismos externos deben seguir funcionando para que el sistema no se venga abajo, los Estados y Superestados proceden a tratar a aquéllos de forma artificial, con respiración asistida: baja de los tipos de interés e inyecciones oficiales de dinero extra mercado. El pato, sin embargo, lo pagan siempre los de abajo: contención de salarios, incluso recesión de los mismos, cierres patronales, despidos masivos, paro temporal, intermitente en algún grado y paro estacionario en un grado mucho mayor, supresión de prestaciones sociales etc.

Los instrumentos mediáticos, a los que el Sistema tiene encomendada la tarea de crear o impedir alarmas según conveniencia, no aciertan, sin embargo, a dar con la fórmula y, cuando tratan de esconder los senos, enseñan el trasero o viceversa. La guerra viene, por un lado, bien, pues, siempre en este caso, ante la percepción de los síntomas o efectos negativos por la gente puede recurrirse a su justificación bajo el epígrafe de "economía de guerra". Pero, por otro lado, el estado de inseguridad que la situación supone determina siempre una mentalidad conservadora respecto del consumo, lo que quiere decir que decrece la demanda con su negativa incidencia sobre la oferta (producción), de modo que la crisis no sólo no disminuye, sino que se retroalimenta.

Los datos no hacen sino corroborar este diagnóstico: en el mes de septiembre, y ya es el segundo mes consecutivo, el paro aumentó más del doble del año pasado, y el empeoramiento es manifiesto en todos los sectores productivos; el número de contratos en ese mes ha bajado en un siete por ciento, y estos aumentos del paro han afectado a todas las comunidades, salvo, levemente, a Cataluña, Levante y la Rioja. Los contratos indefinidos, que fueron 98.000, son sólo un ocho y medio por ciento del total, lo que habla igualmente de la intensificación del carácter precario del trabajo.

Esta, en el caso de España, todavía ralentización de la economía se refleja de manera muy negativa en los datos de la Seguridad Social, donde el número de trabajadores afiliados al sistema público ha descendido en el mes de agosto en 170.000 personas. Todas las actividades económicas experimentan una caída de cotizantes, pero el descenso se concentra sobre todo en construcción, industria, hostelería y comercio. Desde el mes de julio se acumula una bajada de 324.000 afiliados.

Pero, como más arriba dijimos, los paganini siempre son los trabajadores que han de soportar todos los efectos negativos indicados, porque las empresas que colaboran con la Central de Balances del Banco de España han mejorado, en el primer semestre del año, su rentabilidad en más de un 10%, aunque hayan reducido su actividad y la creación de empleo.

La ralentización-recesión es de fondo y de carácter universal, habilitándose fórmulas diversas como paliativo según los países. Así, mientras en naciones como Estados Unidos la oleada de despidos está siendo de carácter inmediato, y sobre todo tras el atentado de las Torres, en otras, como Holanda, se recurre a leyes de más de 50 años atrás para paliar los despidos por el expediente de hacer el trabajo intermitente con la consabida reducción de los salarios.

Como un indicador fiable de la marcha global de la economía, basta con prestar atención a la evolución del comportamiento de las grandes compañías productoras de petróleo, pues, en razón de la ley de la oferta y la demanda, cuando ésta es grande, la producción ha de subir y con ella el precio, como al igual ocurre con todas las materias primas. Y es claro entonces que esa mayor demanda es un signo patente de una economía en crecimiento, o, al menos, en buen estado de salud. Pues bien, la OPEP, que produce el 40% del crudo del mundo, recortó su producción tres veces en lo que va de año, de 26,7 millones de barriles diarios a 23,2 millones, y a punto estuvo de hacerlo por cuarta vez para salvar el precio, de no haber sido por la presión de USA tras el atentado de las Torres Gemelas y ante la guerra que se avecinaba. Hoy la cesta de todos los tipos de petróleo está en su nivel más bajo, inferior a los 22 dólares por barril. Sólo ese dato ya es suficiente indicador del estado de la economía planetaria.