Opinión 

Un apunte a la problemática de la idea marxista-leninista del poder político

Un acontecimiento histórico del que creo, no se han sacado todas las importantes consecuencias teóricas y prácticas implicadas en él para nuestro presente y futuro político, es la clásica diatriba sobre el poder político entre el socialismo marxista y el socialismo libertario. En este artículo se trata de profundizar un poco en ella desde un prisma crítico con la doctrina marxista-leninista.

En el pensamiento de K. Marx, y su partenaire F. Engels, todo poder político, con su eticidad y mecanismos propios, "no es más" que el resultado, el reflejo, la derivación lógica, de unas relaciones sociales de producción específicas. Según Marx, el conjunto de las relaciones sociales de producción forma la "estructura económica de la sociedad". Infiriéndose que, "al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella". La tesis de Marx decreta, por tanto, una unidireccionalidad en la relación economía-política en la realización de todo cambio social del modo de producción. El proletariado, clase social oprimida y explotada -y exclusivo agente del cambio social socialista, según las reflexiones marxianas- ha de seguir la estrategia de conquistar los medios sociales de producción para establecer las relaciones de producción que anhela -a saber, las que le permitan el disfrute y el desarrollo de sus capacidades espirituales autónomamente-, y tras ello, se procedería a crear una superestructura coherente con tales relaciones de producción. El proletariado, como es sabido, y siguiendo al discurso marxista, necesita de un Estado para materializar su utopía, por lo que el establecimiento de las relaciones de producción comunistas, y con ellas de una sociedad libre, ha de pasar por la conquista del poder político, un poder político que dejaría de ser un instrumento de la clase burguesa para defender los intereses socialistas del proletariado. El cual, una vez pasado un período necesario de evolución material y espiritual de la sociedad, se haría irracional, y, por consiguiente, se "extinguiría". Pero ¿cómo se ejercería dicho poder mediador? En cuanto a la forma política del Estado proletario, Marx y Engels se decantaron por el modelo de la Comuna de París de 1871, tal y como en algunas ocasiones afirmaron. Este modelo, siguiendo las descripciones de Nettlau, del mismo Marx , y de Bakunin, venía a ser una democracia delegada no parlamentaria; su forma política constaba de una cúspide de gobernantes que, si bien eran elegidos por las masas, desempeñaban las funciones políticas al margen de ellas. Marx, en su momento, valoró la Comuna apreciando como insuficiente su centralización política, mientras Bakunin creyó que su base no estaba suficientemente desarrollada. Con todo, Marx y Engels sabían que el Estado proletario debía ser políticamente centralizado y jerárquico; en suma, que todo formato político del proletariado debía poseer esas características. La centralización y jerarquización absoluta del poder político a la que tendieron en su teoría y en su práctica Marx y Engels, se encuentra cristalizada en el pensamiento de Lenin, en concreto en su teoría del Partido. Por su parte, Lenin, pasó de la identificación teórica del Estado proletario con los soviets y con la Comuna de París, a la identificación fáctica a partir de abril de 1918, del Estado proletario con su teoría del Partido. Este paso sólo se explica por su identificación de la teoría del Partido con el poder político proletario perseverantemente acompañada de un sagaz oportunismo -léase Kolakowski.

Para el anarquismo una relación político-social jerárquica gobernante-gobernado, centralizado el poder político en el primer extremo, es en sí misma opresiva. Como fundamento de este juicio está la idea de que todo individuo humano está guiado conductualmente por impulsos egoístas y socializantes cuyo curso estaría sujeto a unas condiciones sociales -económicas, culturales, políticas, morales...- que decidirían su estructura y dirección. En una forma política estatal, las condiciones sociales son propicias para que los impulsos egoístas del/los gobernante/s proliferen hasta un punto en el que el gobierno gobierne para sí, prescindiendo de los intereses populares reales, e instrumentalizando a las masas en provecho propio. El carácter social de éstas concordaría con tal formato al no poder satisfacer sus necesidades y conseguir sus propósitos por sí mismas; el bajo nivel cultural y la actitud de sumisión serían caracteres presentes en las masas que harían necesario al Estado. Pero los impulsos egoístas exacerbados podrían existir antes mismo de la instauración del Estado: en un contexto de crisis social podría haber una minoría de individuos, que, pretendiendo adoptar el rol social de vanguardia política e ideológica y guiados por su "instinto de poder", se arrogaran el título de dirigentes de la acción del pueblo hacia su liberación; la ignorancia y la sumisión popular también acompañarían a la existencia de la vanguardia, la cual consolidaría un nuevo Estado.

Marx, como señala L. Kolakowski, no respondió a la críticas con que Bakunin arremetía contra su manera de entender la política. ¿Por qué no respondió Marx a las críticas de Bakunin? Marx, Engels, y Lenin, hablaron de un poder político proletario creyendo que el sujeto de la historia es la clase socio-económica, sujeto enmarcado en una sociología cuyo elemento principal son las relaciones de producción, y desde una filosofía de la historia -entendiendo por tal el sentido histórico, sus fases y meta- tal que en la sociedad se da una dominación social -cultural, política, moral y económica- entre clases, que se resuelve en virtud de una lucha social de las clases por el control de los medios de producción, nacida a causa de la evolución de la estructura económica capitalista. El anarquismo afina más, y aduce que el sujeto de la historia es el individuo singular y concreto, moldeado en sus capacidades e impulsos vitales por una organización social -política, económica, moral y cultural- de clase, y dentro de una filosofía de la historia que define la superestructura social en tanto como configuradora de los impulsos egoístas y socializantes individuales, no como mero reflejo de lo económico, sino como factor agente en el decurso histórico de la economía, y a su vez, del de la cultura, la moral y la política.

Ahora bien, para Marx, Engels, y Lenin, el individuo como agente histórico simplemente no existe. Toda su integridad es eliminada por mor de la filosofía de la historia economicista, que pasa por alto algunas leyes sociológicas que predicen -y predijeron- el decurso histórico. De ahí que, ni Marx, ni Engles, ni Lenin, hubieran podido valorarse seriamente a sí mismos; la insuficiencia de las categorias marxistas a la que me refiero hubiera podido llegar al punto de que, bajo la hipótesis de que sus conductas estuvieran causadas por móviles egoístas, les hubiera sido conceptualmente imposible evaluar si su actitud dirigista podía impedir la emancipación social. Sus conductas quedaban plenamente justificadas al emplearse para la implantación de la sociedad comunista, evidentemente según los cánones de la doctrina. El estudioso del marxismo Leszec Kolakowski indica, en la misma línea de opinión, que el sistema conceptual de Marx llegaba al punto de evitarle -a Marx mismo- la percepción de estos temas.

El ortodoxo Louis Althusser ha proferido que, aunque Marx y Lenin distinguieran distintos tipos de Estados, no entraron en su análisis. Y a decir verdad, no entraron porque no pudieron. La problemática fue zanjada por el mismo Lenin en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo -de 1920-, una vez en el poder, al calificar la cuestión "¿dictadura del partido o de la clase; dictadura -del partido- de los líderes, o dictadura -del partido- de las masas?" como un "sinsentido ridículo e infantil". En estas palabras de Lenin se demuestra claramente la tesis del artículo: la insuficiencia del corpus teórico marxiano para hacer frente a la crítica libertaria del poder político. La idea de una vanguardia política e ideológica tendría que presentárseles a Marx, Engels y Lenin como lógicamente necesaria dentro de algunas premisas establecidas por su materialismo histórico, a saber, la no-interferencia e independencia de los elementos superestructurales en el cambio social de una estructura económica a otra -algo que M. Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo refutó- , la consiguiente innecesidad de una transformación subjetiva, cultural, moral, y política, individual, al mismo tiempo que la lucha social por el control de los medios de producción, y la imposibilidad de comenzar a desarrollar autónomamente las facultades espirituales individuales a la par que la lucha social por la aseguración de la supervivencia individual. Lenin confirmó experimentalmente la tesis marxista de la necesidad de una vanguardia política e ideológica en la mediación del capitalismo al comunismo al encontrarse, una vez en el Gobierno del Estado, con un pueblo ignorante e incapaz de autarquía. Por último decir que, ya Violín, en La revolución desconocida, señaló esta congruencia interna de la doctrina marxista-leninista.

Luis