El Camino Oculto de los Cataros

Una herejía reprimida ferozmente reconvertida en itinerario turístico... ¿Cualquier parecido con el movimiento antiglobalización es pura coincidencia? El camino oculto de los cátaros. La ruta de una herejía, desde Albi hasta el Pirineo Leridano.

 

La Iglesia desató contra los llamados "hombres buenos" una de las mayores persecuciones de su historia. Ahora, un cuidado itinerario pirenaico fija los pasos de esa trágica huida.

A tal punto se quiso borrar su memoria que los cátaros son un enigma histórico. Pronto se extendió un baratillo de arcanos: los castillos cátaros habrían sido construidos al dictado de los astros, o de fuerzas telúricas; en ellos habrían ocultado tesoros fabulosos, tal vez algún inédito de Platón, o el mismísimo Santo Grial. El asunto del manuscrito griego lo explotó Umberto Eco; lo del Grial lo propaló un erudito nazi, que quiso ver en el bastión de Montségur el Montsalvage wagneriano de Parsifal, y otro alemán, novelista, rizó el rizo en Los hijos del Gzial: los cátaros custodiaban a dos párvulos descendientes de Jesús y María Magdalena, es decir, la sangre viva, y no el mero cáliz de la sangre de Cristo.

Apenas se sabe de esta secta medieval, pero se han publicado centenares de libros sobre ella. Los "bons homes" querían, ante todo, volver a la pureza y simplicidad de los evangelios. No podían aceptar que la maldad del mundo fuese obra de Dios, así que abrazaban un dualismo: Dios creó las almas, pero el mundo perverso era obra de Satán. En esto apuntan sus raíces orientales (maniqueísmo, lucha del Bien y del Mal, y el gnosticismo, que en el siglo II estuvo a punto de tragarse a la Iglesia). Rechazaban las pompas y jerarquías de la Iglesia, así como el culto a imágenes y reliquias, y no admitían la eucaristía.

Ahora, la fiebre llega a España, porque también anduvieron por nuestras tierras. El Camí dels Bons Homes no sólo es un sendero de gran recorrido (GR-107) por el Pirineo leridano, sino que cuenta además con un Consejo Regulador propio. A los senderistas se les entrega un carnet de ruta (similar al de los peregrinos jacobeos, para que sellen etapas), y entre los muchos alicientes del viático figura hasta un recetario de cocina cátara. Está a punto de abrirse un museo del catarismo en Bagá, y en las ruinas de Costoja (Castellbó) representan cada verano una pieza teatral sobre el asunto. El Camí dels Bons Homes, promocionado en Lleida a bombo y platillo, propone paquetes y modalidades que incluyen rutas a pie, a caballo, en bicicleta o en coche, para todas las edades y bolsillos.

¿Tiene sentido vender la ruta de los cátaros en España? El miedo borra los caminos que transita. Aquellos "herejes" huían por donde podían, por lo más oculto, sin dejar huella. Podemos rastrear su fuga. Sabemos de señores que les eran afines y les abrían las puertas de sus fortalezas. Es cuanto conocemos de su diáspora. Por lo demás, la historia oficial y triunfante no ha podido ocultar que aquel movimiento religioso conmovió de raíz a la cristiandad.

Pero ¿quiénes eran en realidad los cátaros? El nombre (cátaro, del griego, significa puro, perfecto) es un cultismo que se les aplicó después; ellos se reconocían entre sí como "los buenos hombres y "las buenas mujeres", o "los buenos cristianos". Los primeros indicios aparecen en Bulgaria, hacia el siglo X (los bogomilos), y de allí se propagaron por los puertos del Danubio y del Rin hasta el norte de Francia, y de ahí a Lombardía y el Languedoc francés, donde arraigaron con fuerza. El núcleo duro del catarismo se posó en torno a Toulouse y Albi, por lo cual también se les conoce como albigenses. La Iglesia oficial se sintió provocada. Su reacción fue un contraataque teórico a cargo de los frailes dominicos, inventados ad hoc por el burgalés Domingo de Guzmán. Luego, media docena de concilios, y hasta una Cruzada como las que se hacían contra los infieles en Tierra Santa. Tras 20 años de terror, seguía habiendo cátaros, y entonces se inventó la Inquisición para buscarlos debajo de las piedras.

Las hogueras empezaron a arder. Se quemaban cátaros por decenas, a veces por centenares. Se refugiaron en castillos, que fueron cayendo. Uno de esos episodios adquirió perfil de mito: en el bastión de Montségur se habían guarecido algunos fieles con su obispo; sitiados durante 10 meses, al fin se rindieron. Fueron todos conducidos a un prado al pie del baluarte. La orden fue de quemarlos a todos. ¿Cómo distinguir a los herejes refugiados de los que no lo eran? La respuesta del oficial real fue tajante: que ardan todos, Dios sabrá después distinguir a los justos de los herejes. Unos 220 hombres, mujeres y niños fueron abrasados vivos en el Prat dels Cremats el 16 de marzo de 1244. Marcel Landowski estrenó recientemente la ópera Montségur sobre esta infame barbacoa.

Los que lograban escapar de aquella cacería huían adonde podían: a Italia (en Verona apresaron a 200 y los quemaron), a España, por los pasos pirenaicos El camino que hubieron de recorrer por Francia es el que seguía las gargantas labradas por el río Ariége. El paisaje se repite en muchos tramos: siempre un desfiladero, y el agua como zumbido simbólico de la huida.

Traspasado el Pirineo, el Camino se abre en varios ramales. Uno de ellos desciende por Puigcerdá hasta Bagá y Berga. A una legua escasa de este pueblo, en unos riscos boscosos donde se enroca el santuario de Queralt, se inicia precisamente el sendero de 189 kilómetros que llega a Montségur. El sendero pasa por el pueblo deshabitado de Peguera y las ruinas del viejo núcleo de Gósol, cuyo castillo dominaba los caminos de la Sierra del Cadí, convertida ahora en espléndido parque natural. Un desvío conduce hasta Josa del Cadí, uno de los pueblos más bellos del Pirineo; Ramón de Josa, señor del lugar, fue un cátaro declarado que dio refugio a muchos hermanos fugitivos. Si el tramo de Berga a Bagá se hace por carretera, se podrá respirar en Ceres un ambiente medieval. Y avistar, a remojo en el alto Llobregat, hermosas fábricas de ladrillo, puras piezas de arqueología industrial; hay quien relaciona la tradición textil del Llobregat con cierta herencia de los cátaros, ya que muchos eran tejedores, al punto de que eran conocidos también como "tejedores", "publicanos" o "patarinos".

Bagá es un plato fuerte: se está restaurando el antiguo palacio feudal para instalar allí la sede del Consejo Regulador del Camí dels Bons Homes y un museo de interpretación del catarismo. El casco antiguo, una villa del siglo XIII encorsetada entre murallas, sobre el río Bastareny, es una de las estampas más evocadoras de la ruta. Ésta se prolongaría (en la realidad, que no en las actuales propuestas turísticas) hacia el sur. Pasaría por ciudades como Cervera, cuyos sombríos pasadizos, como intestinos del carrer maior, son buen escenario para imaginar el universo maldito y opresivo de aquellos perseguidos. Y llegaría sin duda hasta el Maestrazgo: sabemos que allí, en la ciudad de Morella, fue descubierto uno de los últimos fugitivos, un tal Bélibaste, que presidía una comunidad exiliada; fue devuelto a Francia y quemado en 1321.

Otro ramal para quienes entraban desde Francia pasaba por Bellver de la Cerdanya, un pueblo medieval, tan recompuesto como codiciado por esquiadores y veraneantes, y la Seu d’Urgell. También aquí debieron diluirse muchos "buenos hombres", bajo las sombras de la sobria catedral románica, uno de los mejores ejemplos de ese estilo en su fase primitiva. Seu d’Urgell, con sus calles porticadas y pasadizos (y su oscura judería) es, junto con Bagá y Cervera, una de las etapas más gratificantes y que mejor evocan la aventura cátara en nuestras tierras. Como lo es también Solsona, bajando desde la Seu por la garganta de un río huidizo, el Segre en este caso. Solsona -que tiene ya en marcha su inclusión oficial en el Camí dels Bons Homes- encorseta el casco medieval y su catedral de arranques románicos, en murallas fagocitadas, visibles sólo a tramos. Desde Solsona, como desde Berga, los caminos hacia la libertad se filtrarían como flujos subterráneos. Nada más sabemos de aquellos perdedores.

Extraído de Indymedia.org