Crítica anarquista al conflicto palestino-israelí.

El absurdo del Estado

 

Simón Garmendia

Extraído de la revista chilena "La propiedad es un robo" de la Organización Libertaria ¡J@!

El enfrentamiento entre palestinos e israelíes se halla sin escapatoria. La esperanza para alcanzar una supuesta "paz" en esta inestable región del Medio Oriente se reduce –ingenua o maliciosamente- al establecimiento de un "Estado palestino", postergando una solución definitiva al extremo odio intensificado por sendos nacionalismos con tintes religiosos, raciales y tribales.

La sangre continúa inundando las calles de los barrios árabes-palestinos y de los menoscabados mercados israelíes. Cientos de miles de familias no pueden borrar de sus memorias algún hecho de sangre que los haya involucrado o impactado, sea por la televisión o en vivo y en directo. Especialmente tras el inicio de la llamada Intifada de Al Aqsa que comenzó el 28 de septiembre del 2000, intentando encarar al poderoso Ejército israelí. Y es que la cruda realidad en el Medio Oriente no se inclina al lado de los optimistas. Ésta, más bien, continúa siendo manipulada y tergiversada por los criminales de la clase política, tanto israelí como palestina, por los oficiales cinco estrellas y su militarismo sionista, por líderes fundamentalistas religiosos que glorifican a Mahoma o a Jehová y toda una estructura de sociedad que establece discriminaciones claramente raciales, tribales y económicas.

EL APARTHEID ISRAELI

Los defensores del Estado sionista han sabido esconder internacionalmente su cuestionada estrategia de pasar de ser perseguidos y exterminados por el régimen de Hitler a ser, por igual, sangrientos victimarios del pueblo palestino. Así, como apareció el 15 de octubre del 2000 en un artículo de opinión en los diarios liberales británicos The Observer y The Guardian: "Si los palestinos fueran negros, Israel sería ahora un Estado paria sometido a sanciones económicas dirigidas por los Estados Unidos. Su desarrollo y colonización de Cisjordania serían considerados como un sistema de apartheid, en el que se permite a la población indígena que viva en una pequeña fracción de su propio país, en "bantustanes" auto-administrados, con "blancos" que monopolizan el suministro de agua y electricidad. Exactamente como se permitía a la población negra que entrara a las áreas blancas de Sudáfrica a distritos segregados miserablemente mal provistos. Así el trato de Israel a los árabes israelíes -discriminándolos de manera flagrante en los gastos de vivienda y educación- podría ser reconocido igualmente como escandaloso". Sin embargo, la cúpula cívico-militar israelí es una de las primeras subordinadas a las órdenes e intereses del centro del imperio, Estados Unidos. Éste la abastece principalmente de gigantescas cantidades de armamento militar y ayuda económica que sirven para consolidar un país altamente militarizado. El objetivo de Washington no es otro que asegurar su predominio en una conflictiva zona que mayoritariamente no ve con buenos ojos las ambiciosas manos de Tío Sam, quien no cede en su intención por controlar su abastecimiento de petróleo, el escaso oro negro. A juicio del periodista e intelectual palestino Amira Hass, en estos sensibles territorios del Medio Oriente en que existe sólo un Estado, geográficamente coexisten separadamente dos desiguales sistemas de leyes y derechos. Esto llega, incluso, a resaltar las diferencias de clase y de procedencia al interior de la contradictoria sociedad israelí. "Los miembros de un grupo étnico son más privilegiados que otros de otra comunidad. Los colonos están muy ocupados tratando de convencer a la opinión pública israelí de que, de todos modos, los palestinos tienen puestos sus ojos en todo el territorio", comentó Hass en el diario israelí Haaretz. Eduard Said, un destacado intelectual palestino en el extranjero, agregó que tanto los judíos israelíes como los árabes palestinos están insertos en "la visión del infierno de Sartre, ése de los otros. No hay escapatoria. La separación no puede funcionar en un territorio tan pequeño, no más como funcionó el régimen del apartheid".

HISTERIA Y MILITARISMO

"Todo es parte de la domesticación que impulsa Israel al negar esta parte de su historia (el conflicto con los palestinos) y desconocer las consecuencias de sus acciones. Cuando uno aventura que Israel está fomentando el odio y venganza de cada árabe, en virtud de sus constantes bombardeos y sometimiento colectivo, uno recibe como respuesta el apelativo de antisemita", advirtió Said. Así, la estrategia política-comunicacional sionista obtiene sus dividendos, fomentando entre su población la histeria y el terror al otro, en este caso, los palestinos. A tal nivel llega el manejo de los medios israelíes que utilizando el legítimo derecho de sublevarse ante un ejército invasor, cualquier palestino recibe el calificativo simplista y burdo de "terrorista". Basta centrar un poco la mirada para darse cuenta de que la fachada de Israel como "democracia representativa", esconde un inherente y angustiante verticalismo cimentado por una cúpula dirigencial que viste uniforme o traje de civil. Muy al estilo de cualquier democracia latinoamericana o "tercermundista" (el "primer mundo" se preocupa de no hacer tan evidentes sus intereses armamentistas o bélicos, escondiendo sus intervenciones armadas con el carácter de "humanitarias"). De ningún modo el hecho de que cada ciudadano –hombre o mujer- sea además un soldado puede asemejarse a un sistema de milicia popular o anárquica. Por el contrario, el sistema cívico-militar que defiende al Estado sionista reproduce la perversa estructura militarista de cualquier modelo de Fuerzas Armadas. Por eso, no extraña que prácticamente la totalidad de los primer ministros israelíes, sean "halcones" del derechista Partido Likud o falsas e inocentes "palomas" del Partido Laborista, hayan ostentado también el rango de general en las Fuerzas de Defensa de Israel. "De todos modos, esta política está generando una nueva generación que en años anteriores aún podía reconocer a Israel como una sociedad multidimensional. Para esta nueva generación, los israelíes son todos colonos y soldados que deben asegurar, en todo el territorio, no sólo su existencia, sino la posición superior de su comunidad étnica a expensas de otra comunidad", denunció Amira Hass en una columna en Haaretz. Otra hipocresía de los líderes sionistas –de la derecha hasta la izquierda israelí- es su rotunda negativa ante la grave cuestión de los refugiados palestinos, que debieron abandonar sus hogares y territorios ante el establecimiento del Estado de Israel en 1948. Un detractor de esta medida aseguró que, según el dogma sionista, hay "un eterno derecho al retorno de cualquier judío nacido en cualquier parte del mundo al Estado de Israel, mientras que se niega el derecho al retorno de los habitantes históricos palestinos".
CORRUPCION EN DIRIGENCIA PALESTINA

La legítima lucha palestina cuenta, lamentablemente, con una cuestionada dirigencia acusada de controlar monopolios comerciales, industriales y financieros. Naturalmente, estas denuncias no dejan intacto el liderazgo caudillista de Yasser Arafat. Continuamente se destacan versiones de apropiación indebida de fondos para la "causa palestina" (que se reduce ingenuamente a la ansiada proclamación del "Estado Palestino" con capital en Jerusalén oriental) que aparentemente irían a parar a las arcas personales de los cabecillas palestinos, sean seguidores de Arafat o sus detractores. No son pocos, además, los que critican el evidente personalismo de quien se codea, por décadas, con los líderes mundiales de turno a costa del sufrimiento diario de un pueblo indefenso e ignorante de las mañas de su clase dirigente. Según un oponente al actual y solitario líder de la Autoridad Nacional Palestina, Arafat intentará, como lo hizo durante la primera Intifada, usar "la justa lucha de su pueblo para mejorar su posición tanto frente a las potencias imperialistas como ante los reaccionarios gobiernos árabes, a los que busca presionar con el sufrimiento palestino". De acuerdo a Eduard Said, los miembros de Fatah intentan recuperar su pasada legitimidad como "movimiento de liberación nacional"; sin embargo, los delata el hecho de que constituyen el esqueleto de un régimen que en más de siete años (desde la firma de los Acuerdos de Oslo) ha sido incapaz de mejorar los estándares de vida de los residentes en los territorios autónomos. Said agrega que, de todos modos, "ellos prefirieron dejar eso en esas condiciones y focalizar la militarización de la Intifada, utilizando abiertamente armas de fuego que inmediatamente dinamitan el carácter cívico-popular de esta sublevación". Al cierre de esta edición y tras nueve meses de esta segunda Intifada, la clase dirigencial palestina contaba con el triste saldo en su sector de, por lo menos, 400 personas muertas y otras 13 mil heridas. Otro de los adversarios de la política de resistencia llevada por Arafat y los suyos reitera la "militarización" y advierte el monopolio que de esta cuestión realizan determinados sectores árabes: "Si bien la posesión de armas del lado palestino es una novedad con respecto a la primera Intifada (1987-1993), las distintas organizaciones tienen su monopolio, impidiendo el armamento de masas, dejando que miles de jóvenes se enfrenten con piedras a las tropas sionistas. Este monopolio del armamento llevó a una cierta militarización del conflicto alrededor de las acciones individuales controladas por Hamas y las milicias de Fatah. Tanto la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como los grupos islámicos de oposición, Hamas y Jihad Islámica, intentan mantener el levantamiento bajo control, evitando la organización independiente y democrática de las masas palestinas".

ÚNICA ESPERANZA

El conflicto árabe-israelí está repleto de complejidades que le debieran provocar una fuerte depresión a cualquier idealista. "Nuestra primera preocupación debiera de ser, fundamentalmente, cambiar la política de Estados Unidos, que maneja esta cuestión durante décadas. Ésa es nuestra tarea", argumentó en una conferencia pronunciada el 2000 el destacado intelectual y lingüista estadounidense Noam Chomsky. Profundizó aún más su postura crítica respecto al papel de la Casa Blanca: "No existe grupo en Israel que pueda ganar alguna credibilidad en esa sociedad si no tiene un fuerte respaldo en los Estados Unidos. Y esto se desprende de la relación de dependencia". Tanto israelíes como palestinos luchan por mantener o fundar sus sistemas políticos-económicos basados sobre la autoritaria estructura de "Estados". Por otra parte, es prácticamente inexistente la demanda por levantar una forma libertaria de reconstrucción social, que vaya desde la base y aglutine a pueblos vecinos en el interior de un minúsculo territorio, como podría ser una "confederación palestino-israelí". Tampoco aparece entre los actores del conflicto un cuestionamiento al sistema económico. Eso se esfumó, con el término de la Guerra Fría. En una entrevista realizada por el grupo editorial libertario Black Rose en 1974 a Chomsky, éste postuló que "la única solución tiene que ser desarrollar un interés común a judíos y árabes que trascendiera el conflicto nacional. Me parece que realmente la única esperanza para los pueblos de esa región es construir un tipo de compromiso socialista-libertario en conjunto". La demanda aún sigue en pie.