Ilust004OPINIÓN

 

¿Y ahora qué?

Defensa apasionada de una forma de vivir  

Frecuentemente los libertarios y libertarias nos lamentamos de que nos haya tocado vivir una época y desmoralizante en el plano de las ideas. Lo cual no obsta para que sea también una época apasionante y que ésta nos haya deparado ya algún que otro jovial ataque de risa. Tal me produce la impotencia de los hasta ahora altivos marxistas, cuyo determinismo mesiánico y determinoide ha quedado, hablando pronto, en bragas. Sin embargo, en los libros hechos por autores de excelente aptitud intelectual y simpatías marxistas, aún es frecuente leer por partes la conocida batería de acusaciones contra el anarquismo, a saber: antisistematismo, falta de coherencia, ingenuidad, estructura informal, que es poco menos que prima hermana de la indisciplina, simpatía por el lumpen, y otras no pocas gracias que los primos rojos nos han ido dedicando. Me alegro, desde luego, deportivamente, de que nos hayan hecho tanta contrapropaganda, porque esto lleva siendo, desde hace más de un siglo, un estupendo acicate para la autocrítica (cuya sana práctica abre a todo librepensador las puertas de la mayoría de edad moral). Por otra parte, lo que de Marx me jode son los marxistas, como de Cristo me joden los cristianos. Reconozcámos los méritos del filántropo Carlos Marx: primero, es uno de los pocos, poquísimos, intelectuales que dedicó todos sus esfuerzos a desarrollar una economía guiada por el criterio de la necesidad humana en general, y no por criterios groseramente malthusianos1 y mistificadores del mercado; segundo, el Barbudo de Tréveris2 es un estupendo teórico, no de la economía socialista, sino de la economía a secas; podría haber hecho mucho dinerito aplicando su capacidad de cálculo, planificación y visión dialéctico-predictiva de los fenómenos socioeconómicos, pero prefirió dedicarse a la causa (qué pena que la causa de Marx se convirtió pronto en la causa marxista); tercero, por su visión genial de la dialéctica ­ojo: en lo que se respecta a la renovación desde las fuentes hegelianas, Marx y Bakunin coinciden sin que nadie copie a nadie- donde se aplica, como nunca se había hecho, la definitiva consecuencia de la negación creadora3. Este rasgo ha sido compartido siempre por las dos alas primigenias de la AIT; donde aparece la diferencia imperdonable es en el determinismo cientificista. Camus lo dice claramente en ´El hombre rebelde´: lo único científico de la profecía marxista es el lenguaje; por lo demás, en nada se distingue de Fourier, que promete, entre otras ´delicatessen´ del falansterio4, el agua del mar potable y con sabor a violeta (como lo oyes).

En definitiva, midiendo a Marx por lo que su obra y su vida representan y son, diremos lo sigiente: materialismo dialéctico, sea economía social, genial, pero la profecía pa´su tía.

Hoy, lo que nos empieza a dar la risa, es cuando comprobamos que lo menos científico de Marx era precisamente el cientificismo. A saber: el ansia de demostración y la ´ebriedad por la ciencia´ de San Carlitos Marx le llevan de cabeza al resbaladizo terreno del mesianismo. En el plano lógico, porque no se puede preveer -si no es arbitrariamente- un parón súbito del proceso dialéctico. La dialéctica es como una bola de nieve, si se para, revienta. Hablando en plata: no hay fin de la historia que valga. Cuando éste llegue, ya estaremos criando malvas, pues , como se empieza a saber en tiempos de la fundación de la AIT5, la propia ciencia que tanto admira Marx ha acabado de exprimir el limón del determinismo (en lo que se refiere a especulación física) con la enunciación del conocido segundo principio de la termodinámica, más comúnmente llamado ley de entropía: la entropía6 tiende a su punto máximo en un proceso irreversible que sólo acabará con una hipotética muerte térmica del universo. Toda utilización de la energía tiende a degradar ésta en forma de calor, lo cual hace caminar al universo entero a un cataclismo. ¿Que qué tiene que ver una cosa con otra? Pues que precisamente esto contradice el paradigma de ciencia mecanicista y matematizante en que se basa Marx, donde, como seguro sabeis, la energía ni se pierde ni se genera, sólo se trasforma. Pues resulta que es mentira. Lo que Marx pretende ver en la naturaleza es una especie de ajedrez cósmico con música de vals: las combinaciones posibles de piezas en el tablero son casi infinitas; y no son totalmente infinitas (qué burradas digo) porque Marx confía ciegamente en que las reglas de juego permanecen a lo largo de toda mudanza: los peones se moverán siempre "echando pa´alante y comiendo de lao" hasta que coronen y se hagan reina; en tanto que la vanguardia permanece agazapada esperando el momento en que todas las condiciones sean dadas. Bakunin hubiera sentenciado tranquilamente que esto le pasa a Marx por alemán y súbdito del imperio knuto-germánico, pero estos son desmanes de su tiempo con una vena profética, mesiánica y retórica que hace bueno el dicho de ´de buenas intenciones el infierno está lleno´.

Mas, pasando ya de Marx a su caverna de discípulos, "puros" o simplemente grotescos (ver Alfonso Guerra), tiene gracia comprobar cómo se les han ido cayendo todas las vergüenzas y al final no les ha quedado siquiera esa cara de corbata que tienen los que se creen muy listos. Nos acusaban de asistematismo los mismos que ahora desde sus cátedras de converso defienden el fragmentarismo como la única expresión genuina del pensamiento. Nos acusan de desorden, desorganización e indisciplina, cuando ellos han parido más escisiones y sectábulos que conejos criando gazapos. Al fin y al cabo los anarquistas tenemos una AIT, donde entra quien quiere (y quien algo quiere algo le cuesta). Ellos van por la cuarta, pero se llaman "unitarios", hablan de "frentes comunes" y otras hierbas que no quiero recordar.

Con respecto a lo de la ingenuidad, de esto nos llevamos descuajaringando de risa ya ni se sabe, he oido hablar de comunistones fornidos, hechos y derechos que se cuadraban sacando pecho cuando olían la peluca de Carrillo. Por cierto, que este se pasó media vida poniendo los garbanzos a remojo en los balnearios de Rumania, bebiendo vino húngaro y brindado con su amigote Ceaucescu, que, como todo el mundo sabe, es un "craneo privilegiao". Ea! Pero lo que ya es la repanocha es la contradicción palmaria entre dos acusaciones tan clásicas como la vida misma: de un lado indisciplina y falta de coherencia, del otro dogmatismo. ¿Cómo se casan lo uno y lo otro? Ay, pos no sé. Cuando convienre se dice que somos una recua de taberneros locos, y cuando se constata el rígido acuerdo libremente asumido con nuestros principios (directamente concebido para que en el anarquismo nadie se crea más que nadie, mire usted) entonces somos unos dogmáticos del carajo de la vela.

Al final resulta que no éramos tan gilipollas. Siempre hemos dicho que somos trabajadores, no idem. Y lo seguimos siendo. Eso, y no otra cosa es el principio de la autogestión: la autogestión económica de uno mismo, que en román paladino viene a ser que hay que ir al tajo y hacer caso a las preocupaciones de la gente del tajo, y no a las divagaciones macroeconómicas de un señor sabelotodo. También hemos dicho siempre que la anarquía no es un sistema intelectual. Por eso no somos sistemáticos, y por eso no hacemos "teoría anarquista de la ciencia"7 o cosas así. Aquellos que han sido anarquistas y se han preocupado del saber (todos y cada uno de los libertarios lo hacen cada día) se han dedicado a lo suyo como zapatero a sus zapatos, y en la verdadera vida, que es la libertad creativa que proporciona el estómago contento y el tiempo libre con la conciencia tranquila, han vivido como anarquistas. Y es que, en efecto, no se puede decir "el anarquismo es", sino "el anarquismo se vive" o algo así o asá. Esto no es un sistema, es un guía de conducta no dogmática, pero que tampoco justifica el fin por los medios. Se limita a quedarse en la perplejidad machadiana "vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas", dándose uno la propia ley moral y respetándola, o no, asumiendo cada uno las consecuencias de sus actos y procurando deshacer mentiras como la patria, el rey o Fidel Castro. Por lo demás, el anarquista no se separa nunca del plano de la acción, y se la juega personalmente por lo que cree cuando lo cree conveniente, sin el auxilio de una casta sacerdotal que diga cuando "las condiciones objetivas están dadas".

Espero que está lectura haya sido grata. Os dejo con un clásico, mi vecino Cervantes, quien dijo aquello de "al buen callar llaman, Sancho,..."

Notas

1. Malthus es uno de los pioneros de la ciencia económica. Piensa, dicho a grosso modo, que los recursos son siempre insuficientes y que intentar un reparto equitativo es algo así como desvestir un santo para vestir a otro. La suya es una concepción de la economía "poco ambiciosa" idealmente hablando. Ignora la posibilidad de intensificación cooperativa de la producción, por citar sólo un ejemplo.

2. Epíteto cuya factura corresponde al bueno del compañero Bambino. Un saludo.

3. Todo desarrollo implica la negación de su punto de partida, la cual al ser otra vez negada da como resultado la superación del estadio primitivo, que conserva sin embargo los rasgos originales que han "resistido" la operación. El tío Bakunin es bastante más claro: el materialismo es la única vía hacia fines ideales (lo dijo en Escritos de filosofía política).

4. Para dicho autor es la unidad socioeconómica de la humanidad futura. Tiene similitudes con las colectividades históricas de la CNT FAI, pero mucho ojo: Fourier no deja de ser un hombre de su tiempo y no es un obrero, de ahí que ciertos rasgos de su doctrina hagan pensar en que, bajo un lenguaje tan floral, subyace una sociedad inquisitorial (Camus dixit).

5. Creo recordar que en 1864. Clausius formula la segunda ley termodinámica en 1865.

6. Que nadie se cabree. Entropía, en origen (<gr.) significa simplemente evolución.

7. Y lo que quiso presentar tal que así un craneo privilegiado como Paul Feyerabend en su ya clásico Contra el método, es simplemente una ordinariez y un uso garrulo y parásito de la filosofía popular por un catedrático agobiado por el nudo de su corbata en el garganchón.