Héroes y víctimas

Notas sobre ONGs

 Con Marina, con Carmen, con Ainhara

Cristóbal Moya

Desde ciertas ONGs suele darse una visión un tanto victimista, caótica y hasta apesadumbrada de los países mal llamados del Tercer Mundo, que no son otra cosa que países sometidos a la dinámica siempre empobrecedora y expoliadora de las transnacionales y de sus respectivos Estados. Esta visión no es nada gratuita y viene normalmente fundamentada por una clara falta de rigor crítico y analítico, a lo cual hay que añadir el hecho de que el consciente colectivo o grupal del "primer mundo" está necesitado de ciertas formas de heroísmo individual, ofertado por esas ONGs, y que es otra forma de encubrir, de solapar y de soslayar el análisis de los verdaderos problemas por los que atraviesan, cada día más, esos países. Esa falta de rigor crítico, que tanto admiramos en los foros de debate y en las declaraciones de principios de muchas ONGs, viene determinada, a nuestro entender, por dos hechos fundamentales.

En primer lugar, señalaremos el carácter marcadamente pro sistema de tales ONGs ­lo cual no es óbice para que de vez en cuando nos salgan con discursos un tanto progresistas y falsamente radicales de cara a sus oyentes del primer mundo y muy paternalistas y mesiánicos de cara a sus oyentes del tercer mundo, como gustan en llamar­, ya que sus principales fuentes de ingresos o bien vienen de la Administración, ya nacional, ya supranacional, o bien de intereses privados empresariales o individuales, aunque lo normal es constatar la dualidad del ingreso o subvención. Y si el tema financiero ya es de por sí determinante, la mayoría de estas ONGs persiguen alcanzar una posición de poder, mediática, entrando en conflicto entre sí por el predominio en este o aquel campo de actuación, lo cual les lleva a organizar un discurso, cada vez más azucarado, que se mueve entre dos polos fundamentales: "la esperanza" (buena nueva) y la "conmiseración" (la caridad), de tal manera que sus modos de acción en los países empobrecidos no van más allá del intento de llevar a cabo ciertos proyectos de "cooperación" y "desarrollo" ­normalización y formación, que habría que llamar mejor­, cuyo modelo organizativo, en el mejor de los casos, no es otro que lo que podríamos llamar "autogestión dirigida"1, siempre envuelta en ese paternalismo mesiánico, que, irremediablemente, conduce a la profesionalización del misionero o cooperante, de modo que estas figuras cobran un carácter imprescindible y necesario en un escenario ­en la zona concreta de actuación de esas ONGs en el que su presencia está inyectando un modus vivendi típicamente europeo o americano y marcadamente, pues, neoliberal­ preparando así el terreno a la normalización ideológica, finalidad última de la acción, toda vez que con la presencia constante de tales misioneros/cooperantes, depositarios del necesario conocimiento tecnológico y de la no menos necesaria carga ideológica, el territorio elegido se va vaciando paulatinamente de tradiciones y cultura ancestrales o propias, que suelen considerarse un freno al "desarrollo". Evidentemente, para ello es necesario captar a ciertos individuos autóctonos, cuanto antes, y hacerles partícipes y solidarios del "proyecto". Éstos son, asimismo, los que más y mejor formación reciben y son la piedra angular a partir de la cual el proyecto comenzará a ser viable, el ejemplo a seguir, la semilla de progreso que aboca, en su latencia, a un proceso de división y fraccionamiento, de ensimismamiento y alienación. Por ello nos preguntamos: qué progreso, qué desarrollo, cuando con esta dinámica no sólo se fragmentan comunidades, sino también a la propia comunidad a la que se dirigen esos paternales esfuerzos?

En segundo lugar, nos referiremos al perfil ideológico de tales ONGs, abordando, precisamente, el perfil exigido del cooperante. Es curioso observar el lenguaje utilizado por estas ONGs, sobre todo las que tras de un determinado "proyecto de desarrollo" ­no importa el carácter de tal proyecto­ nos dejan percibir una visión extremadamente endocéntrica y mesiánica de sí mismas, las cuales, tal que un ente biológico o institución cualquiera, persiguen precisamente su propio desarrollo, lo cual las coloca en una posición claramente privilegiada y servil en el entramado del liberalismo transnacional y, por extensión, son personalizadas por un carácter cerrado y autoritario, tremendamente disciplinario y extremadamente jerárquico, muy emparentado con aquello del "voto de obediencia" y muy alejado, desgraciadamente, del verdadero contenido de la "cooperación" y la "gratitud" que tanto proclaman. Así, lo normal es que el candidato a cooperante deba de reunir como requisitos fundamentales una "buena voluntad" y una mejor capacidad de "obediencia", aptitudes estas que serán computadas y sobrevaloradas muy por encima de sus conocimientos técnicos y/o de su formación. Regalan, así pues, un discurso con visos de un humanismo que parecería suicida, si no fuera por su más que sospechosa y nada ingenua carga de infantilismo, tras el que se esconde una cuestión mucho más relevante desde nuestro punto de vista: el descarado y presunto carácter "apolítico" con el que estas ONGs actúan en los países expoliados en donde desarrollan sus proyectos. Apoliticismo que ha de personalizar al potencial cooperante, a priori, ya que una de las premisas fundamentales de estas instituciones es la de dar la espalda, sobre el terreno, a los graves problemas de represión e injusticia social que sufren, de manera sistemática, la gran mayoría de los habitantes del país acogedor de tal o cual ONG. Así, por parte de los líderes "apolíticos" de tales ONGs, se exige a sus cooperantes que piensen lo menos posible y, sobre todo, que se impliquen nada en las situaciones de terror e injusticia estructurales que sufre la población, lo cual conlleva la existencia de una cierta complicidad entre este tipo de ONGs y las formas de gobierno, casi siempre dictatoriales, dominantes en la mayor parte de los países mal llamados del tercer mundo. Esta complicidad, este no inmiscuirse, conduce, inevitablemente, a un dejar hacer, lo que equivale a decir colaboración, enmarcándose estas ONGS en elementos, en instituciones sumamente importantes dentro de la reacción antirrevolucionaria, impidiendo con sus misticismos desarrollistas cualquier tipo de lectura y de transformación de lo real.

Multitud de ONGs se rigen por este mecanismo que asegura su supervivencia y multiplicación. Luego, sus líderes, en sus respectivos países del Primer Mundo, juegan a lanzar soflamas propagandísticas llenas de angustia y pesimismo sobre la situación de "sus" pobres del Tercer Mundo, discursos en donde la palabra "democracia" asoma y "flequea" tanto que ya suena a obscenidad pura y dura, mientras que, asegurada la subvención e instalados ya sus proyectos en los países acogedores, no dudan ni por un instante en presentar sus respetos2 y hasta sus bendiciones a los dinosaurios de turno.

Es el problema, en fin, de la mirada, de la mirada del héroe moderno subvencionado, quien se complace demasiado en mirarse hacia adentro, absorto y ahíto de buena voluntad, tras cuyo paso las víctimas salvadas quedan condenadas a ser doblemente víctimas: víctimas de una situación estructural de injusticia ­soslayada interesadamente por las armas del héroe­ y víctimas de la normalización y el control que el héroe sobre ellas opera.

Notas

1. Lo que hemos llamado "autogestión dirigida", está mucho más emparentado con el "consejismo" y no es más que un proceso, muy fomentado por muchas ONGs, por el cual "el pobre" comienza a aprehender los mecanismos básicos del Mercado.

2. De este modo, muchas ONGs gozan de tal consideración entre los políticos de países "tercermundistas" que quedan exentas de pagar todo tipo de impuestos y cargas fiscales, pasando así a ser consideradas como "motor de desarrollo" del país en cuestión. ¿A qué precio?